Los entusiastas de Bitcoin viven en constante shock con las prácticas de los bancos centrales, en especial con la Reserva Federal de los Estados Unidos. Recientemente, la deuda nacional (EEUU) ha superado los $25 billones por primera vez. Tan solo en este último mes esta gran pila ha aumentado en un billón. El problema no es solo el monto. El problema es el monto en relación con el Producto Interno Bruto (PIB). En este caso, la deuda es mayor. El espacio cripto siempre ha sentido indignación por la impresión de dinero. Incluso, algunos han comparado a los Estados Unidos con la Zimbabue de Robert Mugabe debido a esta práctica de imprimir dinero desenfrenadamente. Ahora bien, ¿la comparación se justifica?  ¿No estamos llegando demasiado lejos? ¿Son realmente comparables las políticas fiscales y monetarias de Zimbabue durante el régimen de Robert Mugabe con la de los Estados Unidos durante el coronavirus?

El mundo ha adoptado un sistema económico basado en dinero fiat. Esto es no ninguna malvada conspiración. No es culpa de los “banqueros despiadados” y de los “políticos corruptos”. Es decir, fiat como el plan macabro de las elites queriendo imprimir dinero de la nada para perjudicar al pueblo y enriquecerse ellos. Lamento decir que este viejo y repetido libreto antisistema no es del todo exacto. No digo que las elites son unos angelitos rellenos de responsabilidad y bondad. Pero sí hay que reconocer que el resentimiento juega un rol muy fuerte en todas estas críticas antisistema. Obviamente que el sistema necesita reformas. Pero los planeamientos tienen que ser sensatos. O por lo menos viables. Las propuestas deben tener sustento. No se trata de ser un sabelotodo del teclado en Twitter. Es muy fácil criticar desde las tribunas, pero una cosa muy distinta es estar en el área peleando con los leones. 

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La escuela keynesiana de economía se aleja del fundamentalismo del libre mercado y reconoce que la “mano invisible” no es perfecta. Entonces, es necesario e imprescindible la intervención del Estado en la actividad económica para corregir las fallas. El economista británico John Maynard Keynes es el precursor del sistema mixto y del Estado de bienestar tal y como lo conocemos hoy en día. No es lo mejor. Pero es lo que mejor ha funcionado hasta ahora. Ok, Ok, calmaos. Tómense un té, cuenten hasta diez y sigan leyendo. ¿Listos?

Ahora bien, claro que muchos desde la oposición criticamos a este sistema. Y es perfectamente válido, porque no es un sistema perfecto. Sin embargo, los radicalismos siempre son prejudiciales. Sobre todo, porque no son prácticos. Algunos economistas piensan que lo mejor es no intervenir durante una crisis económica y que la crisis se resuelva sola. Es solo que debemos aceptar el “dolor temporal” y ya.  El “liquidacionismo” es la creencia de algunos economistas de la escuela austriaca de economía que defiende la idea de no hacer nada durante una crisis para que los malos actores mueran y los mejores sobrevivan en una especie de prueba de fuego. Al estilo nietzscheano de -lo que no te mata te hace más fuerte-. O sea, la ética espartana.

El liquidacionismo es muy popular entre los libertarios. Y por vía de los libertarios es que llega al mundo cripto. He aquí donde se volvió un criptodogma. El pequeño detalle con los dogmas es que son peligrosos. Las revoluciones que tienen a sus héroes marchando en la calle sacudiendo un libro nunca terminan muy bien. En la teoría, todo es perfecto. Pero una vez que cae el sistema y toca poner en práctica el dogma las cosas no acaban bien. El remedio resulta ser peor que la enfermedad. Las ideologías siempre son verdad en oposición. Es por eso que se siente tan bien criticar al sistema. Porque desde la oposición uno siempre tiene la razón. Pero cambiar al mundo es una empresa práctica. Y la práctica es un asunto mucho más complejo que sentarse en un sofá a escribir teorías sobre revoluciones y nuevos mundos. 

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Robert Mugabe destruyó a su país, Zimbabue. En el marco de su reforma agraria, acabó con la producción nacional expropiando a los grandes productores. Y repartiendo sus propiedades a personal no calificado. Más allá de la pobre implementación del plan debido a la corrupción, es la vieja utopía, tan común en países subdesarrollados, de que el problema de la pobreza está en la distribución. “Somos pobres, porque los ricos acaparan la riqueza nacional”. Algo así va el discurso. ¿Cuál es la solución? Usar la fuerza para quitarles las riquezas a los ricos para dárselas a los pobres. O sea, la historia el Robín Hood. 

Lógicamente, el aparato productivo del país se desplomó. Las revoluciones a la Robín Hood nunca terminan bien. 

¿Qué hizo Mugabe durante el desplome de la producción? Incrementó el gasto público con dinero inorgánico para poder mantenerse en el poder. Esto fue la receta del desastre. Zimbabue llegó a tener una tasa de inflación de 231 millones por ciento. Una tasa de desempleo del 90%. Y con un 74% de la población viviendo con menos de 5.5 dólares al día. 

En el caso de Zimbabue, la solución no era imprimir dinero. La producción se incrementa creando condiciones favorables para el trabajo productivo. Y, por supuesto, con inversión. Producción, inversión, disciplina fiscal y monetaria, y un buen marco legal. Mugabe hizo exactamente lo opuesto. En Venezuela, ocurrió algo muy similar. Mugabe y el chavismo son hermanitos gemelos separados al nacer. 

La situación de Estados Unidos durante el coronavirus es totalmente diferente. Esta comparación entre el tío Sam y Zimbabue es absurda. Es una comparación tendenciosa que se hace desde el palco con un libreto debajo del brazo. Para comenzar, Estados Unidos no tiene problemas de producción. Y la inflación no es un problema en estos momentos. En todo caso, lo que se tiene es un cuadro deflacionario producto de la caída de la demanda durante el confinamiento. Este fue un golpe muy duro para una economía que ya venía desacelerándose. Las inyecciones de liquidez son necesarias ahora para estimular la económica e impulsar la recuperación. 

He ahí el problema con los dogmas. El libreto te impide ver que no es lo mismo darle dos platos de comida extra a un obeso que dárselos a una persona desnutrida. Lo que es un exceso para uno es la necesidad urgente del otro. Claro que es importante reducir la deuda en Estados Unidos. Pero hay mecanismos para eso. Claro que hay excesos y mucha irresponsabilidad. Pero una cosa es reducir la deuda y otra cosa es dejar de tener un sistema de dinero fiat y una política fiscal y monetaria que contemple intervenciones gubernamentales en la economía.

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Es perfectamente posible creer en Bitcoin y usarlo, y al mismo tiempo vivir en una economía de moneda fiat. Ambas cosas no son excluyentes. De hecho, ese enfrentamiento es un falso dilema. Una economía así no es solo posible, también es viable. Nos guste admitirlo o no, las economías han experimentado menos crisis económicas después de la Segunda Guerra Mundial. Y eso es porque hemos aprendido a lidiar mucho mejor con las recesiones. 

Eso es muy difícil de digerir, porque en la actualidad el ambiente antisistema es muy fuerte. Y en la esfera cripto muchísimo más. Hay un resentimiento muy arraigado. Pero también es posible ser crítico, pero al mismo tiempo sensato y racional. Es posible ser un poco más pragmático. Y analizar los datos sin arrebatos de ira. Estados Unidos no es Zimbabue. Es obvio que no es lo mismo una inflación de menos de 3 por ciento anual que una de 231 millones por ciento. Hacer ese tipo de comparaciones es simplemente exceso de pasión por un dogma.