Durante la última década, el periodo más largo de auge en la creación de empleo, se crearon 20 millones de nuevos empleos en los Estados Unidos. En tan solo unas semanas, Estados Unidos perdió todos esos empleos debido a los efectos del coronavirus. Desde mediados de marzo al 23 de abril, 26 millones de personas en EEUU solicitaron apoyo al Gobierno por desempleo, todo un récord. Un golpe de semejante tamaño podría crear una crisis a niveles de la Gran Depresión de los años 30. Una tasa de paro de 14,7% no es poca cosa. Apenas dos meses atrás, las tasas estaban en 3,5%, su nivel más bajo en 50 años. El contraste es increíble. ¿Qué significa esto para la economía y para Bitcoin?
Por mucho tiempo, gozamos de las mieles de la prosperidad. Bien sabíamos que eso no podía durar para siempre. La economía, obviamente, se estaba desacelerando pese a que los datos macroeconómicos no estaban nada mal. Sin embargo, el producto interno bruto parecía algo estancado y los estímulos no estaban funcionando como antes. Las valoraciones estaban demasiado altas. Y era evidente que había burbujas financieras en todos lados. Lo único bajo, debido a la sobreproducción, era el petróleo. Pero, francamente, el S&P 500 estaba muy inflado. Y lo que revelaba la verdad era el PIB. No justificaba semejantes valoraciones.
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Claro que lo más preocupante era el nivel de deuda. Esa es la deuda pública y privada que alcanzó cifras realmente alarmantes. El problema con la deuda es que vive de ilusiones. Es decir, la deuda no pesa tanto durante un periodo de auge. Mientras el dinero está entrando, las deudas malas o buenas se pueden pagar. Cuando las valoraciones están elevadas, los colaterales respaldan los préstamos. Todo es lindo y bello mientras las vacas están gordas. Claro que la cosa se pone color de hormiga cuando la situación toma un giro y esas vacas comienzan a adelgazar. Los ingresos disminuyen y el precio de los colaterales colapsa. Y es en ese entonces cuando comenzamos a lamentar que pagamos ese viaje a las Bahamas con la tarjeta de crédito. Ahora el recuerdo de esos mariscos en la playa no nos resulta tan grato porque los pocos ingresos que recibimos debemos utilizarlos para pagar deudas. Y sentimos la soga en el cuello.
Es que, al parecer, la naturaleza humana es terca como una mula. Las deudas como tal no son malas. De hecho, son muy útiles y beneficiosas para la economía. Con el crédito, los recursos no se acaparan y vuelven a circular en la economía para el beneficio de todos. Aquí el problema no es la deuda en sí. El problema es la mala deuda. Y esa es la deuda para el consumo. Porque la deuda para el consumo es pan para hoy, pero hambre para mañana. Es cierto que tenemos mayor poder de gasto al principio, pero ese poder disminuye cuando se debe pagar las deudas.
La buena deuda es diferente porque se usa el préstamo para invertir. Entonces, es cultivar hoy para cosechar mañana. Claro que tenemos que devolver el préstamo en el futuro, pero será posible hacerlo sin mayores problemas, porque en el futuro seremos más productivos y contaremos de mayor poder para pagar. En otras palabras, la buena deuda nos hace crecer y la mala deuda crea la ilusión de prosperidad en un principio y luego se convierte en un yugo. Lamentablemente, la sociedad moderna es adicta a la mala deuda, por eso estamos en la situación que estamos.
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Ahora bien, el coronavirus y la situación de confinamiento han reducido dramáticamente la demanda. Al estar cerrados, los negocios no están obteniendo ingresos. Eso obviamente que reduce el bolsillo de todos y no podemos gastar como antes. Una cosa lleva a la otra y, de pronto, tenemos un cuadro deflacionario. Sin dinero entrando y con deudas hasta el cuello no es mucho lo que podemos hacer. Si vendemos nuestras cosas, debemos entender que el mercado está por el suelo y recibiremos una tontería por ellas. No es muy buena idea. Durante una crisis, nunca es buena idea vender activos. Se podría pedir un préstamo, pero eso tampoco es una buena idea porque ya las deudas se están acumulando demasiado. Todos los dueños de negocios en este momento están estudiando tres opciones, principalmente. Lo primero es ajustarse el cinturón. O sea, disminuir el gasto. La segunda es recurrir a los ahorros. Y la tercera es despedir personal.
He aquí el meollo de una crisis. Funciona como un círculo vicioso. El negocio que despide a su personal en realidad está dejando sin empleo a su propia clientela. Un desocupado no está percibiendo ingresos y no tiene el mismo poder para el consumo de antes. Es decir, gasta menos. Y eso implica todavía menores ingresos para el negocio que lo acaba de despedir. En esta economía, el gasto de uno es el ingreso de otro. Y el ingreso de uno es el empleo de otro. En una crisis, el primer domino que cae va creando una avalancha del demonio. Las crisis son una trampa de arena movediza. Es por eso que es más fácil entrar en una crisis que salir de ella. Estos meses de confinamiento nos pueden llegar a costar dos años de una profunda depresión económica.
¿Cómo se pueden recuperar los empleos perdidos? En primer lugar, debemos volver a la normalidad. O, por lo menos, a una nueva normalidad que permita el desarrollo económico. No sé si esto es lo más conveniente desde el punto de vista médico, pero aquí me estoy refiriendo al tema económico. Y, en esta materia, lo ideal sería el retorno pronto a la normalidad.
En segundo lugar, necesitamos inyecciones de liquidez en el sistema. Eso quiere decir que hay comenzar a imprimir dinero como locos. La gente necesita más dinero en sus bolsillos. Aquí la oficina de desempleo debe comenzar a enviar cheques. El Gobierno debe gastar más. Y la Reserva Federal debe comprar instrumentos financieros para inflar los mercados. La deflación se combate con incrementos en la demanda. Y eso se logra con dinero. Para crear empleos se necesita capital y para mantenerlos, ingresos.
En tercer lugar, de algún modo u otra, hay que recortar la deuda. Aquí los prestamistas deben ser flexibles y dar concesiones. Me refiero a reducciones del monto total de las deudas, mejores condiciones y lapsos más largos. La carga debe ser aliviada.
Ahora bien, hablemos de Bitcoin. La recuperación económica será inevitable. Tarde o temprano, saldremos de esta. Será un periodo duro, pero este obstáculo eventualmente se superará. ¿Y Bitcoin? Bueno, el debate sobre el comportamiento de Bitcoin durante una crisis es eterno. Muchos dentro de la criptoesfera sostienen que Bitcoin es un refugio seguro y durante una crisis brillará más fuerte que un sol. Sin embargo, esta es una suposición que debe ser sometida a prueba. Bitcoin no ha vivido todavía una crisis, y no tenemos datos al respecto. Así de sencillo.
Durante esta primera etapa de la crisis, Bitcoin ha mostrado, para el shock de muchos, una correlaciona asombrosa con los mercados bursátiles. Bitcoin se desplomó junto a todos los mercados durante el pánico del coronavirus. Y comenzó a recuperarse con los planes de desconfinamiento y los estímulos monetarios. No podemos caer en el error de creer que Bitcoin le ha ido genial durante esta crisis porque su precio se ha incrementado en más de un 100%. Esto lo único que comprueba es la gran volatilidad de Bitcoin. Si caemos un 50% y luego subimos un 100%, nuestro crecimiento es 0%.
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La gran victoria para Bitcoin no es que el precio suba por encima de su promedio por un par de semanas o que logre recuperarse después del desplome del jueves negro. El triunfo estará en la superación de su máximo histórico. Y eso todavía no lo hemos podido hacer. Y para llegar ahí necesitamos a la gente común. Los expertos no suben el precio de Bitcoin. Para alcanzar nuevos máximos, necesitamos a los taxistas, a los peluqueros, y a las amas de casa. Esa gente que siempre subestimamos, pero gracias ellos obtuvimos un diciembre 2017 para la historia. Una tasa de desempleo a niveles históricos podría afectar el precio de Bitcoin. Sería terriblemente iluso de nuestra parte no considerar esa posibilidad. Bitcoin no es inmune su entorno.
Claro que la situación es grave, pero la recuperación puede ser asombrosa. La impresión de dinero es tal que habrá dinero para todo. Sí, incluso, para Bitcoin. Para muchos en la criptoesfera imprimir dinero es un pecado mortal. Pero, irónicamente, ese es el milagro que se necesitaba para el precio de Bitcoin. El millón de dólares por unidad ya no es un sueño iluso. Ahora estos estímulos de locura hacen eso posible. Tal vez no mañana ni pasado mañana, pero algún día. Hay dinero disponible para eso y más.