Los grandes bancos, por lo general, son etiquetados como los grandes villanos. Su posición como los malos de la película surge, sobre todo, después de una crisis financiera. Sin embargo, esta imagen no es nueva. Su supuesta villanía tiene profundas raíces históricas. Podríamos decir que esto ha sido así desde siempre. Desde Shakespeare hasta el último documental sobre la crisis del 2008, los grandes bancos gozan de una terrible reputación. Las críticas van en muchas direcciones. Por un lado, se habla de su ineficiencia. Son lentos, inseguros, costosos y excluyentes. Por otro lado, está su ética. Son codiciosos, deshonestos y tramposos. Según los críticos, no hay una gota de altruismo en ellos. Nadie confía en los bancos, pero el Gobierno los impone por decreto. Es decir, son prácticamente una mafia patrocinada por el Estado. Ahora bien, cuando hay un villano, generalmente nace un héroe. En la actualidad, los héroes son la industria Fintech, Bitcoin y el mundo cripto. ¿Son estos “héroes” realmente superiores a los grandes bancos en materia de eficiencia y ética? 

El problema de dividir al mundo en malos y buenos es que nos nubla la razón y nos impide ver las cosas en su justa medida. Con demasiada frecuencia, los bancos suelen ser satanizados y los sistemas alternativos tienden a ser romantizados en una lucha sumamente irracional. El resentimiento ante los poderosos es tan perjudicial como la creación de nuevos ídolos dorados. De pronto, es sano realizar análisis más fríos. Porque me temo que muchas de las personas que critican a diestra y siniestra a todo lo que se mueve, en muchos casos, no saben de lo que hablan. No, bajar un par de documentales no es suficiente. Nos guste o no, nadie tiene la franquicia de la maldad. Y mucho menos de la bondad. En todos los sectores, nos topamos con villanos y héroes. No todo es blanco y negro. De hecho, el gris es mucho más común.

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Obviamente que el sistema necesita reformas. Sin embargo, las propuestas deben construirse con bases sólidas. La crítica hacia los bancos es válida y justificada. Pero se nos olvida que la moneda siempre tiene dos caras. Es cierto que los grandes bancos excluyen a mucha gente. Sin embargo, también es cierto que la regulación estimula que eso sea así. Por ejemplo. Durante la crisis del 2008, la codicia hizo acto de presencia a niveles increíbles. Indudablemente que los bancos prestaron mucho dinero a intereses muy bajos y con pocas restricciones. Eso es lo que la gente quería. La gente quería bancos más abiertos e inclusivos. Entonces, miles de personas se endeudaron y asumieron compromisos que no pudieron honrar. El sistema colapsó debido a la insensatez. Es decir, los bancos y el público se dejaron seducir por el dinero fácil. Claro que eso ocurrió con el apoyo del Gobierno. Si hay un culpable, somos todos. 

Los bancos son grandes burocracias con un poder monopólico. El pequeño banco local es cosa del pasado, porque ahora todo gira alrededor de unos pocos gigantes. Son una especie de cartel. Cuentan con un poder económico gigantesco, pero también con un enorme poder político. El Gobierno sí les concede muchos privilegios, pero también muchas obligaciones. Son el sector tal vez más regulado de todos. Esto, en gran parte, se debe al papel que juegan en el suministro de dinero. Los bancos centrales trabajan con los bancos privados en el manejo de su política monetaria. Muchos piensan que el Gobierno se financia exclusivamente de los impuestos, que los préstamos vienen del dinero de los depósitos bancarios y que el dinero como tal viene de la producción. Sin embargo, me temo que esto no es del todo exacto.  

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La verdad es que el dinero se crea de la nada cuando pedimos un préstamo en un banco. Es decir, el dinero es, en gran parte, deuda. Casi todo el dinero creado, son datos electrónicos que aparecen mágicamente en nuestra cuenta bancaria cuando nos dan un préstamo. En los libros, esto se registra dos veces, como un activo para el prestamista y como un pasivo para el deudor. Si las deudas no se pagan, hay pérdidas. Porque el banco central le exige al banco ciertos requisitos y condiciones por el privilegio de generar “dinero mágico”. Este dinero estimula la economía y todos felices con la ilusión de riqueza. El problema es que durante los periodos de bonanza las pasiones se desbordan, y todos gastan y se endeudan como locos. La crisis viene cuando estamos hasta el cuello de deudas y el pánico se desata. 

Una crisis como la del 2008 empieza cuando las deudas no se pagan porque se acumularon en demasía. Los bancos dejan de estar solventes porque pierden mucho de su capital debido a los incumplimientos. La gente entra en pánico. El mercado bursátil se desploma por el miedo. Las personas retiran su dinero de los bancos, preocupadas por un posible cierre. Los colaterales se desprecian porque nadie quiere comprar y muchos quieren vender. Es decir, un efecto dominó se produce y se profundizan los problemas. El Gobierno tiene que intervenir para frenar el desastre. Después de una crisis, los Gobiernos imponen más regulaciones y los bancos asumen menos riesgos. Eso afecta al público, porque el crédito se restringe. El sistema se retrae y alienta el crecimiento de los bancos grandes, sacando del juego a los pequeños. Eso sucede porque los grandes son los únicos con el capital suficiente y los recursos para cumplir con los requisitos del Gobierno. La nueva austeridad fomenta la reducción de las deudas, todos comienzan a recuperar la confianza, se vuelve a pedir prestado, se relajan las restricciones, la codicia regresa y un nuevo ciclo empieza.

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Los “no bancos” surgen como un sector financiero complementario. Estas son compañías que ofrecen servicios financieros que normalmente asociamos a los bancos, pero no son bancos en el sentido estricto del término. Como no están sujetas a las mismas regulaciones, en ocasiones, pueden ofrecer mejores productos que los bancos. Aquí podríamos incluir a las empresas que envían remesas, a las empresas que dan avances del sueldo, a las que dan préstamos, entre muchas otras. Muchos FinTech startups podrían entrar en esta categoría. Así como algunos de los llamados neobancos. Y, por supuesto, la mayoría de las criptoempresas. Los bancos por ser grandes burocracias descuidan muchas áreas, y los “no bancos” normalmente buscan llenar ese vacío dejado. De hecho, no es una batalla. Es simplemente una sana competencia. Ahora bien, ¿las criptoempresas en particular son mejores que los bancos? ¿En realidad son los héroes salvadores que nos prometen en la presentación de la película? 

Debemos reconocer que la superioridad técnica y moral de las criptoempresas, como sector, todavía no ha sido lo suficientemente demostrada. Lamentablemente, aún no podemos decir con plena seguridad que la ética, transparencia, honradez y responsabilidad de las criptoempresas superan con creces a los bancos tradicionales. Como sector, todavía somos una especie de jungla sin ley. Y la codicia es un vicio que también existe aquí. La escasez de controles externos e internos ha generado muchos problemas. Las estafas, los hackeos, las fallas y las manipulaciones son el pan nuestro de cada día. No todos son demonios, pero no todos son ángeles. Hay de todo en variedad. En la comunidad cripto, pasa lo bueno, lo malo y lo feo. Todavía estamos muy lejos de ser el paraíso que se sueña. Francamente, nos guste o no, el ecosistema cripto todavía es tan humano como la banca tradicional.  

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Otra cruda verdad y sin anestesia: La supuesta batalla entre el mundo cripto y los bancos sucede solamente en las cabezas de unos pocos idealistas. Mientras unos están peleando con los bancos por las redes sociales, los dueños de las principales criptoempresas están cenando langostas y bebiendo champán con ellos para firmar acuerdos, obtener préstamos y captar capitales. Muchos inversionistas invierten en Wall Street, e invierten en cripto. Usan la banca tradicional para algunas cosas, y usan sus criptos para otras. La pelea ocurre de palabra, pero existe una clara brecha entre lo que se dice y lo que realmente se hace. 

Por supuesto que es importante crear un sistema financiero más justo y sensato. Pero el cambio debe ser profundo, no solo retórico. Las reformas son necesarias, pero los romanticismos, los cuentos chinos y las historias de opresores vs oprimidos en realidad no ayudan mucho. Lo mejor que podemos hacer es crear productos de calidad. Debemos construir confianza en el público con ética y efectividad. Ofreciendo servicios de excelencia. Soluciones reales para problemas reales. En otras palabras, prometer menos y cumplir más.

Las opiniones expresadas aquí son las del autor y no representan necesariamente las opiniones de Cointelegraph.com