Cointelegraph
Gustavo GodoyGustavo Godoy

¿Se están repitiendo los errores de 2023 en los bancos menores de EEUU?

¿Acaso las tensiones de crédito en los bancos menores de EE. UU. anuncian otra crisis bancaria?

¿Se están repitiendo los errores de 2023 en los bancos menores de EEUU?
Opinión

El sistema bancario, ese motor silencioso que mueve la economía global, está volviendo a generar inquietud en Estados Unidos. Hace un tiempo, el colapso de entidades como el Silicon Valley Bank (SVB) nos recordó la fragilidad inherente al crédito. Hoy, un tiempo después, las tensiones persisten, especialmente entre los bancos regionales o menores. La pregunta clave es si estamos caminando nuevamente por la senda de los errores que llevaron a aquella crisis.

Para comprender a fondo el riesgo que enfrentan estas instituciones, es fundamental entender la naturaleza dual del crédito. La gran mayoría de las personas entiende sus ahorros en el banco como un activo, una propiedad. Y lo es. Sin embargo, para el banco, ese mismo dinero que usted depositó es un pasivo o una deuda. El banco tiene la obligación de devolver ese capital a sus clientes cuando lo soliciten.

Aquí es donde comienza el negocio y el riesgo: el banco toma ese pasivo (nuestros depósitos) y lo convierte en su activo a través de préstamos e inversiones. Esta es la alquimia financiera que crea valor. El banco se convierte en un gestor de deudas: debe pagar a sus depositantes, pero espera cobrar más intereses de los préstamos que otorga.

El problema surge cuando la confianza se rompe. La salud de un banco depende de su capacidad para pagar sus deudas (solvencia) y de tener suficiente efectivo disponible (liquidez). Si los préstamos que el banco hizo se convierten en pérdidas o si las inversiones de la entidad disminuyen drásticamente de valor, el banco corre el riesgo de no poder hacer frente a sus obligaciones con los depositantes.

El miedo es el catalizador más peligroso en el sistema bancario. Si los depositantes dudan de la solvencia de su banco, se produce una carrera desesperada por retirar el dinero, conocida popularmente como una corrida bancaria. Un banco, por definición, opera con una fracción de los depósitos en efectivo; el resto está invertido. Si todos quieren su dinero al mismo tiempo, el banco colapsa. El SVB fue la prueba más reciente de que este riesgo es real y se propaga a la velocidad de la información en la era digital.

El riesgo bancario aumenta sustancialmente cuando los directivos toman demasiados riesgos. En el caso de los colapsos recientes, gran parte del problema no provino de préstamos fallidos tradicionales, sino de inversiones en bonos a largo plazo. Cuando las tasas de interés subieron de manera acelerada, el valor de esos bonos cayó, generando grandes pérdidas "no realizadas" en los balances de los bancos. Estas pérdidas son el agujero negro que minó la confianza.

El SVB y otras instituciones menores cometieron un error clásico: asumieron que el entorno de tasas de interés bajas duraría indefinidamente. Invirtieron el dinero de sus depositantes en activos que parecían seguros, pero que eran muy sensibles a los cambios en la política monetaria. Cuando la Reserva Federal cambió el curso para combatir la inflación, estos bancos quedaron atrapados.

Hoy, la situación en los bancos regionales de Estados Unidos repite algunas de estas dinámicas, aunque con matices. El foco principal de preocupación ha pasado de los bonos a los créditos comerciales. Muchos bancos menores tienen una exposición significativa a préstamos otorgados a pequeñas y medianas empresas, o a bienes raíces comerciales.

En un entorno donde el crédito es más caro, las empresas luchan por pagar sus deudas, y el valor de las propiedades comerciales se ha depreciado. Esto ha creado una nueva generación de tensiones crediticias que amenaza con convertirse en pérdidas reales. Es la misma lógica de riesgo que lleva a las pérdidas, solo que el foco ha cambiado. Si un número importante de estos préstamos se deteriora, la solvencia de varios bancos medianos se verá comprometida, reactivando el fantasma de la desconfianza.

Este fenómeno de riesgo crediticio no es exclusivo de Estados Unidos. La historia financiera está llena de ejemplos, desde los problemas de la banca regional estadounidense hasta las crisis hipotecarias en España. En el caso español, las burbujas inmobiliarias y los créditos de dudoso cobro demostraron cómo una exposición excesiva a un único sector (la vivienda y la construcción) puede desestabilizar por completo un sistema.

La lección es universal: la toma de riesgos concentrada, ya sea en bonos a largo plazo o en bienes raíces comerciales, es un caldo de cultivo para la inestabilidad. Los bancos menores son particularmente vulnerables porque tienen carteras de inversión y de préstamos menos diversificadas que las grandes entidades multinacionales. Un problema en una región o en un nicho específico les afecta de manera desproporcionada.

Si bien las tensiones en los bancos regionales son reales y reflejan la misma mala gestión de riesgos que vimos anteriormente, existe un argumento que equilibra esta visión alarmista.

Lo que muchos analistas pasan por alto es que la misma crisis de 2023 hizo que el sistema, en general, sea mucho más robusto de lo que parece. Las autoridades y los propios bancos centrales aprendieron lecciones críticas sobre la velocidad del contagio. Las grandes instituciones financieras, que son el pilar del sistema global, están mucho mejor capitalizadas y bajo una vigilancia más estricta que nunca.

Además, el dinero que salió de los bancos regionales no desapareció; simplemente se movió, en gran parte, hacia los gigantes de Wall Street, fortaleciendo sus balances. Las herramientas de liquidez de emergencia puestas en marcha tras el colapso del SVB han creado una red de seguridad que, si bien no resuelve los problemas de gestión interna de los bancos, garantiza la estabilidad general del sistema. El riesgo está concentrado en una parte específica del mapa bancario, no en el mapa completo. El sistema está cojeando, sí, pero el soporte principal sigue firme.

La fragilidad actual de la banca regional subraya una verdad ineludible: un sistema bancario sólido es la infraestructura crítica que sostiene toda la actividad económica. Cuando los bancos confunden la gestión prudente con la asunción excesiva de riesgos, la confianza, el verdadero activo del sistema, se disuelve. Los colapsos pasados demuestran que la liquidez y la solvencia no son meros conceptos contables, sino garantías de estabilidad social. Es imperativo que la vigilancia y la capitalización de estas entidades se mantengan inflexibles, pues el bienestar financiero global depende de que este motor del crédito funcione sin fallos ni temores.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.