Si un país no cuenta con un mercado financiero interno consolidado, no tiene más opción que endeudarse en moneda extranjera. Claro que el asunto se complica mucho más, si la moneda nacional se devalúa constantemente. Por supuesto, la cosa se empeora con el déficit fiscal. Al Estado importar más de lo que exporta y gastar más de lo tiene, todo se convierte en un círculo vicioso muy difícil de romper. En muchos casos, la única alternativa es adquirir más deuda e implementar controles de capitales para impedir las fugas. Asumir nuevas deudas para pagar viejas deudas. Comprar dólares para escapar de la devaluación. Pero no hay dólares para todos, porque el país no produce los suficientes. La economía se sostiene con dólares, pero no hay dólares. ¡Vaya enredo! Si hay que adivinar el nombre de esta obra de teatro, la llamaríamos Argentina.
Como suele suceder en Latinoamérica, la culpa siempre es del Gobierno anterior. La “pesada herencia” es la carta debajo de la manga de todo presidente que quiere lavarse las manos por el desastre que ayuda a profundizar. Claro que los problemas no nacieron de la noche a la mañana. Pero, ¿Es necesario cometer los mismos errores una y otra vez? Por supuesto que el problema no es solo de los políticos. Los ciudadanos tienen una cuota de responsabilidad en el asunto. Todo político que hable, en Latinoamérica, de cambios, trabajo, austeridad y disciplina no ganará ni en la junta de condominio del edifico donde vive. Me atrevo a decir que, si un político latinoamericano comienza a tomar las medidas que realmente se deben tomar para arreglar la económica, en cuestión de semanas habría sublevación social. El pueblo puede tolerar muchas cosas, pero no tolera que se reduzca el gasto público. Papá Estado es sagrado.
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Ahora bien, los nuevos presidentes siempre heredan el desastre dejado por sus predecesores. Eso en Argentina significa deuda externa hasta por los oídos. Pero, a diferencia de Estados Unidos, México o Brasil, la deuda argentina no es en su propia moneda, sino en dólares. La deuda pública estadounidense es totalmente diferente a la deuda externa argentina. Más allá de las diferencias que existen entre las dos economías, el hecho de poder pagar la deuda con la moneda nacional significa una ventaja tremenda. Esto quiere decir que es posible pagar la deuda tan solo imprimiendo dinero. Estas ventajas hacen posible que Estados Unidos tenga un déficit comercial tan grande. Al igual que Argentina, Estados Unidos importa más de lo que exporta, pero en Estados Unidos no es el fin de mundo. En Argentina, por otro lado, sí resulta problemático.
La deuda pública estadounidense está por las nubes, pero nadie se preocupa por un default. Es más, los Bonos del Tesoro se consideran el activo más seguro de todos. Los bonos argentinos por otro lado no tienen la misma reputación. Es por eso que todos hacen fiesta con Argentina. Su fragilidad hace que sus acreedores impongan condiciones más severas. Con esa mala reputación, para Argentina la única manera de obtener el financiamiento que necesita es adquiriendo deuda en condiciones muy desfavorables. Esto, por supuesto, empeora toda la situación y crea un ciclo vicioso del demonio.
Todos recordamos los bonos buitres. Estas son las medidas desesperados que a veces toman los que no tienen acceso a buenas fuentes de financiamiento. Hasta el desaparecido Hugo Chávez en sus tiempos de bonanza le prestó dinero a Argentina. Claro, pura política y estrategia. Ahora bien, ¿Por qué el Fondo Monetario Internacional le prestó tanto dinero a la Argentina de Mauricio Macri conociendo perfectamente el enredo argentino? No había que ser un genio para saber que ese préstamo histórico no tendría un buen desenlace.
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El problema es que Argentina básicamente exporta productos primarios o con poca elaboración y eso no es suficiente para producir los dólares que necesita. Sin embargo, la situación argentina mejora un poco cuando el mercado de las materias primeras en el mundo mejora debido a la alta demanda en los países desarrollados. Eso sucedió por un tiempo durante el Gobierno de Néstor Kirchner. Pero, ahora, durante esta bendita crisis, los precios se fueron por la ventana. Algo que complica las cosas para el país sureño.
A diferencia de Argentina. Estados Unidos no tiene problemas para obtener financiamiento. Es la hegemonía del dólar que se impuso después de la Segunda Guerra Mundial. Si Estados Unidos fuera un país latinoamericano, su deuda pública, su déficit fiscal y su déficit comercial serían el escándalo. Pero este no es el caso. Porque todos aman al dólar. Y todos confían en la seriedad de la Reserva Federal. Y, bueno, nadie puede negar que el dólar es una de las monedas más estables del mundo. La inflación en Estados Unidos no ha sido significativa por décadas. Ellos tienen la gallina de los huevos de oro y Argentina tiene un gallo sin plumas. ¡Menuda diferencia!
Estados Unidos se mete en líos por la deuda privada más que por la pública. La acumulación excesiva de deuda privada es la que con frecuencia complica las cosas. Porque el ciudadano no cuenta con la máquina mágica que tiene la Reserva Federal para pagar sus deudas. Durante la crisis inmobiliaria del 2008, fue en el lado de la deuda privada que el asunto comenzó. Durante esta crisis, el coronavirus generó una caída dramática de la demanda y esta disminución de los ingresos hace más pesada la deuda privada afectando al ciudadano común y en consecuencia a la economía en general.
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En Argentina, la deuda externa sí pesa mucho. Y no solo afecta a la economía. También crea inestabilidad política. Y claro el dólar se convierte en el tema de atención habitual. Y mucho más con los controles de cambio que siempre surgen en coyunturas como la actual. El famoso “dólar blue”. Y los recuerdos traumáticos del temido “corralito”. Bueno, para nadie es un secreto que cuando en un país se impone un control de cambio al instante se crea un mercado negro de divisas. La fuga de capitales no se detiene. La gente quiere tomar su dinero y comprar dólares para protegerse de la devaluación. El Gobierno coloca controles, pero la gente siempre busca la manera de caminar por los caminos verdes.
No me sorprende para nada que después de la implementación de control de cambio en Argentina la actividad en mercados como Localbitcoins se disparó. Ahora Argentina rompe records de volumen casi todas las semanas. Bueno, Bitcoin es el activo anticorralito por excelencia. Bitcoin no solo es un vehículo válido de inversión. También es un instrumento muy útil para el cambio de divisas. En otras palabras, Bitcoin se ha convertido en un aliado del dólar blue.