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Gustavo GodoyGustavo Godoy

El “Efecto Cantillón” de Bitcoin: ¿Quiénes se benefician realmente de la nueva riqueza digital?

¿Realmente democratiza Bitcoin la riqueza o simplemente la redistribuye, favoreciendo a sus primeros y grandes adoptantes?

El “Efecto Cantillón” de Bitcoin: ¿Quiénes se benefician realmente de la nueva riqueza digital?
Opinión

Desde su creación, Bitcoin ha sido aclamado como una “revolución financiera”, una moneda del pueblo que promete democratizar el dinero y despojar a los sistemas centralizados de su poder. Esta narrativa, seductora y poderosa, ha impulsado a millones de personas a invertir en esta nueva clase de activo. 

Sin embargo, al analizar de cerca su comportamiento y su impacto económico, es posible que estemos presenciando una dinámica que, lejos de ser novedosa, repite patrones históricos ya conocidos. Este fenómeno, que recuerda al Efecto Cantillón, sugiere que la distribución de la nueva riqueza generada por Bitcoin no es tan equitativa como se predica.

El Efecto Cantillón, un concepto económico que data del siglo XVIII, describe cómo la inyección de nuevo dinero en una economía no beneficia a todos por igual. Aquellos que están más cerca de la fuente de ese nuevo dinero —los primeros en recibirlo— son los que más se benefician. A medida que ese dinero se filtra a través de la economía, su poder adquisitivo disminuye debido a la inflación, afectando desproporcionadamente a los que lo reciben al final de la cadena. En el contexto de las monedas fiat, los bancos centrales y las instituciones financieras suelen ser los principales beneficiarios de la creación de dinero, mientras que el ciudadano de a pie ve cómo la inflación erosiona su poder de compra.

Trasladando este concepto al mundo de Bitcoin, podemos observar un paralelismo intrigante. Al principio, la red era un campo de juego para entusiastas de la tecnología, programadores y visionarios que se involucraron en la minería y la acumulación de monedas cuando su valor era insignificante. Estos pioneros se hicieron con una cantidad considerable de Bitcoins a un costo prácticamente nulo. A medida que la narrativa de Bitcoin como “oro digital” y “refugio de valor” se fue consolidando, su precio comenzó a ascender vertiginosamente, transformando a estos primeros adoptantes en inmensamente ricos. Ellos fueron los primeros en recibir la “nueva riqueza digital” en el momento de su creación.

Posteriormente, a medida que la aceptación de Bitcoin ha crecido, grandes inversores institucionales, corporaciones y fondos de inversión han entrado en el mercado. Con su capital masivo, han podido adquirir grandes cantidades de la criptomoneda, elevando aún más su precio. Su entrada no solo valida a Bitcoin como un activo serio, sino que también solidifica su posición como un activo de inversión para los ricos, en lugar de una herramienta financiera para las masas. Estos actores institucionales, al igual que los primeros adoptantes, están en la parte superior de la cadena de valor, beneficiándose del aumento de la demanda que ellos mismos ayudan a generar.

Mientras tanto, el ciudadano común, aquel que se entera de Bitcoin a través de los medios de comunicación o las redes sociales, llega al mercado mucho más tarde. Compra Bitcoins a precios mucho más elevados, y a menudo, con un conocimiento limitado de los riesgos y la volatilidad inherente al mercado de criptomonedas. Para ellos, la inversión representa una apuesta mucho mayor. No están participando en la creación de riqueza, sino más bien en la especulación sobre el valor futuro de un activo que ya ha sido acaparado por los primeros y los grandes capitales. Este escenario crea una disparidad, una brecha entre los que se beneficiaron de la creación de la riqueza y los que ahora asumen el riesgo de la inversión, a menudo motivados por el temor a quedarse fuera de una oportunidad que, en gran medida, ya ha pasado.

El “Efecto Cantillón” en el mundo de Bitcoin se manifiesta, por lo tanto, en la concentración de la riqueza en manos de unos pocos, mientras que la mayoría participa en una etapa en la que el potencial de ganancias es menor y el riesgo es mayor. La promesa de una revolución financiera que beneficia a todos por igual se ve cuestionada por esta dinámica. En lugar de descentralizar la riqueza, Bitcoin parece haberla redistribuido, pero siguiendo un patrón que favorece a quienes tuvieron acceso temprano y capital suficiente.

A pesar de la aparente concentración de riqueza que evoca el Efecto Cantillón, una visión más profunda, y que a primera vista podría parecer ilógica, sugiere que esta dinámica es un paso necesario en el proceso de adopción y que, paradójicamente, puede ser la clave para la descentralización a largo plazo. Aunque los primeros adoptantes y las instituciones han acumulado grandes cantidades de Bitcoin, su simple posesión no les otorga el control total sobre la red.

A diferencia del dinero fiduciario, donde el control centralizado permite la manipulación de la oferta monetaria, Bitcoin opera bajo un protocolo inmutable que no puede ser alterado por un solo actor, sin importar la cantidad de monedas que posea. La descentralización de la red, mantenida por miles de nodos y mineros en todo el mundo, sigue siendo la principal fortaleza del sistema. En este sentido, la acumulación de monedas no es lo mismo que el control de la red. La influencia de un gran tenedor de Bitcoin es limitada en comparación con la del banco central en un sistema fiduciario.

Además, el mercado es dinámico. Con el tiempo, la liquidez de Bitcoin ha aumentado enormemente. La venta de grandes cantidades de monedas por parte de los primeros poseedores, ya sea por necesidad o para realizar ganancias, redistribuye progresivamente la riqueza. Cada transacción, cada fragmento de Bitcoin que cambia de manos, diluye la concentración inicial. Los pequeños inversores, aunque lleguen más tarde, están participando en un sistema que, fundamentalmente, no puede ser manipulado por los poseedores de grandes fortunas. El ciudadano común, al comprar incluso una fracción de Bitcoin, está adquiriendo una pieza de un activo descentralizado y global que opera fuera de las estructuras de poder tradicionales. 

De esta manera, el Efecto Cantillón en Bitcoin podría ser un fenómeno de corto a medio plazo, un desequilibrio temporal necesario para la creación de liquidez y la validación de un nuevo activo. La verdadera promesa de Bitcoin no reside en una distribución perfecta de la riqueza desde el inicio, sino en la creación de un sistema financiero que, a largo plazo, no puede ser controlado por nadie, ni siquiera por aquellos que se beneficiaron de su fase inicial.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.