El debate sobre la naturaleza de Bitcoin es permanente. ¿Qué es Bitcoin? ¿El “dinero del futuro”? ¿Un activo especulativo? ¿Una inversión? ¿Una moneda? ¿El oro digital? La comunidad Bitcoin es, de hecho, más diversa de lo que parece. No todas las definiciones de Bitcoin son exactas. En muchos casos, más que definiciones se trata de aspiraciones de carácter muy subjetivo. Muchas de estas aspiraciones provienen de la política. Entonces, la confusión puede llegar a ser bastante grande. Hay que ser muy cuidadosos para no confundir el análisis financiero con la propaganda política.

En su sentido más básico, Bitcoin es un código de computadoras creado por Satoshi Nakamoto. Este código se creó después de la crisis financiera del 2008 impregnado de un espíritu bastante contracultural. El código floreció en un entorno muy californiano relacionándose desde un principio con la cultura cypherpunk. Muchos informáticos. Muchos libertarios. Muchos anarco-capitalistas. Y muchos ultraconservadores. La idea de crear una moneda ciudadana en sí no es nueva. De hecho, la idea de utilizar una forma de pago no-estatal es más reaccionaria que futurista. La ruptura del patrón oro es algo que muchos llevan décadas lamentando, por ejemplo. Sin embargo, Bitcoin es una moneda ciudadano (digital) nacida después de la aparición de las redes sociales. 

Las redes sociales han permitido que personas con ideas similares de todo el mundo se junten con mayor facilidad. Entonces, tenemos a un grupo que está usando una moneda ciudadana para no usar la moneda del Estado. Esto se hace como una acto de emancipación libertaria en contra del sistema. ¿Por qué no usar el oro? De hecho, el oro es el activo preferido de los libertarios y afines. Sin embargo, el oro no es digital. Es natural que los informáticos (libertarios) se hayan inclinado por lo digital en la era digital. Después de todo, el mundo virtual es un mundo nuevo. Es lógico que también tenga sus propias formas de pago. Además, el dinero electrónico tiene muchísimas ventajas en la actualidad.

Ahora bien, Bitcoin es fiduciario como el dinero fiat de los Estados, es de suministro limitado como el oro, y es digital como el correo electrónico. Pero no es un proyecto estatal. Es un proyecto privado. No es corporativo, sino ciudadano. El código, por supuesto, no posee valor intrínseco. Es un código. Se trata de una serie de números y letras en un base de datos. Sin embargo, existe una comunidad que utiliza ese código como un medio para intercambiar valor. Es un pacto social validado por sus participantes. Es decir, no tiene valor intrínseco. Pero sí tiene valor monetario. En otras palabras, el código Bitcoin representa una tasa de cambio.

¿Por qué usar Bitcoin? En un principio, la idea de usar una forma de dinero no estatal es un acto esencialmente ideológico. ¿Quién crea nuestro dinero? ¿Quién distribuye nuestro dinero? ¿Quién custodia nuestro dinero? O sea, la adopción es un acto político. Por una parte, es una protesta contra la intervención estatal en la economía. Por otra parte, se trata de construir una alternativa más justa y eficiente. Aquí “justicia”, para los grupos de esta corriente, significa suministro limitado, libre mercado, y no intervención centralizada. En este contexto, “justicia” no es necesariamente paz, prosperidad, igualdad o regulación. Se puede tener un Salvaje Oeste de todos contra todos en una cultura de “supervivencia del más apto”. Lo más importante es la libertad. El bien supremo es la descentralización. De resto, sálvese quien pueda.

Si los primeros en adoptar Bitcoin fueron los idealistas, los segundos fueron los usuarios de conveniencia. El usuario de conveniencia es pragmático. Es un usuario de la tecnología. Al tratarse de un entorno no regulado, el cielo es el límite. El dinero se puede mover a placer. Bitcoin se volvió popular en la economía gris, en la gig economy y en otros sectores. En países con muchas restricciones para el flujo de capitales, el mercado P2P se disparó.

Ahora bien, el tercer grupo es, sin lugar a dudas, el mayoritario dentro de la comunidad Bitcoin en estos momentos. Se trata de los inversores y especuladores. Las personas que usan Bitcoin como un coleccionable, esperando que su precio suba con el tiempo. Los idealistas son los más ruidosos en las redes sociales y en la prensa. Ellos tienen el control de las narrativas más populares entre los más devotos. Sin embargo, no tienen los números. Los “mercenarios” son la mayoría silenciosa. El mercado Bitcoin se compone principalmente de mineros, exchanges, inversores y traders. El lucro es la motivación principal. Se compra hoy aspirando vender más adelante a un mejor precio. Bitcoin es un Wall Street en esteroides. 

Todavía es un mercado dominado por los minoristas. Sin embargo, en los últimos años, las instituciones han comenzado a invertir. Desde el punto de vista financiero, Bitcoin es un mercado bastante nuevo. Se trata de un mercado fragmentado, relativamente ilíquido y no regulado. Es decir, un mercado sumamente volátil e inmaduro. De hecho, su rendimiento tan espectacular se lo debemos, en gran medida, a esa volatilidad y a esa inmadurez. Sin embargo, su popularidad entre los millennials es increíble. Tenemos a una generación muy rebelde, muy tecnofílica, y muy antisistema con muchas ganas de cambiarlo todo. Bitcoin encaja como anillo al dedo. La futura demanda está ahí. Y las instituciones lo saben. Indudablemente, se trata de un mercado emergente con mucho potencial. 

Ahora bien, Bitcoin no es un “refugio seguro” debido a la volatilidad de su precio y a la inmadurez de su mercado. Así de sencillo. Bitcoin es un activo de riesgo. En esta etapa de su evolución, Bitcoin se comporta básicamente como una tecnológica. Bitcoin atrae principalmente a jóvenes ambiciosos dispuestos a asumir grandes riesgos para poder crecer financieramente de forma agresiva. Es un activo especulativo que prospera en entornos con mucha liquidez y una alta tolerancia al riesgo. Más allá de las aspiraciones y las distintas narrativas, la evidencia habla por sí sola. 

El discurso de Bitcoin como “refugio seguro” proviene de los idealistas. Los idealistas creen que el mundo está al borde del colapso debido a la intervención estatal en la economía. Y asumen que todo el “pueblo” comparte la misma interpretación de los hechos. En consecuencia, todos estamos en busca de un salvador. He aquí Bitcoin como el salvador en un mundo decadente. Es decir, se trata de “seguridad” en el contexto del “riesgo sistémico”. Eso es distinto al “riesgo financiero”. El riesgo financiero se concentra en el precio. Volvemos a la política y al mundo de las ideologías. El dogma libertario se basa en una desconfianza profunda hacia el Estado. Eso se traduce en una desconfianza profunda hacia los bancos centrales y el dinero fiat. Dentro de esta ideología, confiar en el Estado es una locura. Lo mejor es refugiarse en las soluciones privadas. Bitcoin siempre será más seguro que las soluciones estatales. Confiar en el Estado es confiar en el enemigo.

No obstante, no siempre es buena idea administrar nuestras finanzas con un sesgo ideológico. El inversor debe ser objetivo. El idealista normalmente ve lo que quiere ver. Porque su deseo es confirmar su credo en todo lo que ve. Sin embargo, la responsabilidad del inversor no es defender una teoría del mundo, ni promover su reforma. Su primera tarea es cuidar su bolsillo. Estudiar los hechos tal cual para invertir de la mejor manera posible. 

¿Qué hacen los inversores en periodos de miedo e incertidumbre? Normalmente, los inversores, en periodos de miedo e incertidumbre, se vuelven más conservadores. Esto, por lo general, implica que se refugian en el dólar, en los bonos del Tesoro (EEUU), en el oro y en las compañías defensivas más consolidadas en busca de estabilidad. Eso lo hacen mientras evitan los sectores más especulativos de la economía como el sector crecimiento/tecnológico para escapar de la volatilidad. Irónicamente, no es extraño que los inversores en periodos difíciles buscan refugio en Papá Estado. Nos guste o no. 

Los movimientos ideológicos normalmente comienzan cambiando el idioma. Palabras como “dinero”, “riesgo”, y “seguridad” se redefinen para promover las distintas narrativas. De hecho, se abusa de las palabras. Lo que resulta bastante confuso debido a la ambigüedad de los términos. Lo mejor es utilizar la terminología financiera para asuntos financieros. Y administrar nuestras finanzas con criterios financieros. A la hora de invertir en Bitcoin y las criptomonedas, esta claridad es fundamental.  

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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