El reciente ascenso del precio del petróleo, acercándose a los 70 dólares por barril, genera interrogantes fundamentales sobre su impacto en la economía global. Este umbral, si se mantiene o se supera, podría desatar una serie de reacciones en cadena que pondrían a prueba la resiliencia de las políticas monetarias y la narrativa de ciertos activos financieros. 

La Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) se enfrenta a un dilema complejo, mientras que activos como Bitcoin son observados con lupa para determinar si realmente cumplen su promesa como refugio contra la inflación.

Desde una perspectiva macroeconómica tradicional, la subida del crudo a 70 dólares por barril enciende las alarmas de una potencial inflación impulsada por los costos. Cuando el petróleo se encarece, los costos de producción y transporte aumentan para una vasta gama de bienes y servicios. Esto se traduce en precios finales más elevados para el consumidor, un fenómeno conocido como inflación de "costo de empuje". 

La principal preocupación de la Fed radica en que este incremento puntual en los precios de la energía pueda arraigar expectativas inflacionarias en la psique de consumidores y empresas. Si las personas esperan que los precios sigan subiendo, ajustarán su comportamiento de gasto y salarios en consecuencia, creando una espiral inflacionaria difícil de contener.

Ante este escenario, la Fed se encuentra en una encrucijada. Si la inflación se acelera a causa del petróleo, la autoridad monetaria podría verse obligada a considerar nuevas subidas de tasas de interés o a mantenerlas en niveles elevados por un período más prolongado. 

Esta acción, aunque necesaria para controlar la inflación, podría frenar el crecimiento económico, complicando aún más su objetivo de lograr un "aterrizaje suave" para la economía. El impacto en el consumo es directo: los precios más altos de la gasolina y la energía reducen el poder adquisitivo de los hogares y su disposición a gastar en otros bienes y servicios, lo que podría ralentizar la actividad económica. Las herramientas de la Fed en este contexto son limitadas pero potentes: la comunicación para anclar las expectativas, las tasas de interés para influir en el costo del dinero y la reducción de su balance para retirar liquidez del sistema.

Por otro lado, la perspectiva de activos como Bitcoin y el oro como refugios contra la inflación cobra relevancia. La narrativa de Bitcoin como "oro digital" o cobertura contra la inflación podría fortalecerse si el petróleo impulsa un escenario inflacionario. 

Sin embargo, la inherente volatilidad de Bitcoin plantea una dicotomía. ¿Puede un activo con oscilaciones de precio tan pronunciadas ser realmente un refugio confiable en un escenario de inflación real y sostenida? A diferencia del oro, que ha sido un activo de refugio tradicional a lo largo de la historia por su estabilidad relativa y su valor intrínseco percibido, el historial de Bitcoin es breve y su comportamiento en escenarios inflacionarios prolongados aún no ha sido probado de manera concluyente. Si bien su oferta limitada y su naturaleza descentralizada lo hacen atractivo para algunos inversores que buscan una reserva de valor fuera del sistema financiero tradicional, su correlación con activos de riesgo lo hace susceptible a caídas en momentos de incertidumbre económica. 

Las causas del alza del crudo a 70 dólares también son multifacéticas. Los recortes de producción por parte de la OPEP+ han jugado un papel crucial en la reducción de la oferta global. La sostenibilidad de esta medida y la probabilidad de que mantengan los recortes son factores determinantes. 

Además, las tensiones geopolíticas en regiones productoras de petróleo, como Oriente Medio o la región de Ucrania y Rusia, añaden una prima de riesgo al precio del crudo. La demanda global también es un factor; no se descarta un repunte inesperado, especialmente de grandes consumidores como China, que podría estar impulsando parte de este aumento.La capacidad de respuesta de productores como los de petróleo no convencional estadounidense para aumentar rápidamente la producción y contrarrestar los recortes de la OPEP+ es limitada a corto plazo. A largo plazo, un precio del petróleo elevado podría acelerar la transición energética o, paradójicamente, desincentivar la inversión en energías renovables al hacer el petróleo más rentable.

Más allá de la narrativa inflacionaria, existen otras conexiones entre el aumento del crudo y el ecosistema de Bitcoin. Los costos de energía más altos afectan la rentabilidad de la minería de Bitcoin, lo que podría llevar a la consolidación de mineros o a una búsqueda de fuentes de energía más baratas y renovables. 

En un escenario donde los países productores de petróleo, o aquellos más afectados por sus precios, buscan alternativas al sistema financiero tradicional para sortear las fluctuaciones de divisas, se podría observar un mayor interés en activos digitales o monedas digitales de bancos centrales (CBDCs). A largo plazo, la tecnología blockchain podría aplicarse a la gestión de la energía o a los mercados de carbono en respuesta a los cambios en los precios de los combustibles fósiles, aunque esto es más una proyección futura que una realidad presente.

A pesar de las preocupaciones que genera el precio del crudo en 70 dólares, es importante ponerlo en un contexto histórico más amplio. Este nivel, si bien notable, no es excepcionalmente alto en términos nominales si se compara con picos anteriores. En esos períodos, la economía global y los mercados se adaptaron. Es plausible argumentar que el petróleo es solo un componente de la inflación, y que otros factores, como la demanda agregada o los cuellos de botella en la cadena de suministro, podrían tener un peso mayor o ya estar bajo control. 

La Resera Federal ha demostrado resiliencia y capacidad para manejar brotes inflacionarios en el pasado, independientemente de su causa, lo que sugiere que posee las herramientas y la credibilidad para abordar este nuevo desafío. Por su parte, Bitcoin, a pesar de su atractiva narrativa como activo de refugio, aún no ha demostrado ser una cobertura fiable en escenarios de alta inflación prolongada. 

Su correlación con activos de riesgo y su volatilidad inherente sugieren que los movimientos del petróleo y de Bitcoin podrían ser parte de ciclos de mercado más amplios, sin una relación causal directa tan pronunciada como se podría inferir a primera vista. La resiliencia de la economía y la capacidad de adaptación de los mercados podrían mitigar los efectos negativos, desdibujando la urgencia de la "alerta inflacionaria" y la necesidad de Bitcoin como una solución definitiva.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.