El mundo de las Finanzas Descentralizadas, o DeFi por sus siglas en inglés, se presenta a menudo como una solución poderosa para uno de los problemas más persistentes del Sur Global: la falta de acceso a servicios financieros básicos. Hablamos de miles de millones de personas que viven fuera del sistema bancario tradicional, sin posibilidad de obtener un préstamo justo, ahorrar de forma segura o enviar remesas sin pagar comisiones exorbitantes.

La promesa de DeFi es atractiva: crear un sistema financiero abierto, sin permisos y operado por código, donde cualquier persona con una conexión a internet pueda participar en el mercado global. Esta visión conecta directamente con la necesidad de autonomía en regiones donde las monedas locales sufren de alta inflación y los gobiernos, a veces, imponen controles de capital. Para estas poblaciones, un token estable o un protocolo de préstamo sin intermediarios no es solo una novedad tecnológica, sino una potencial herramienta de supervivencia económica.

El argumento central a favor de DeFi en el Sur Global se basa en la eliminación de intermediarios. Cuando una persona quiere pedir un micropréstamo, el sistema tradicional requiere bancos, burós de crédito y papeleo que, en muchos casos, es inalcanzable para quienes carecen de historial financiero formal o documentos de identidad estandarizados. Los protocolos de préstamo descentralizados, en cambio, operan basándose en garantías tokenizadas o modelos de reputación alternativos, haciendo la verificación de crédito menos dependiente de la infraestructura bancaria clásica.

En el envío de remesas, la diferencia es aún más marcada. Las familias que dependen del dinero enviado desde el extranjero pierden una porción significativa de esos fondos en comisiones de transferencia. Un sistema de pagos basado en blockchain puede reducir esos costos a una fracción, aumentando el capital que realmente llega a los hogares que lo necesitan. Es un cambio fundamental que empodera al individuo al darle control directo sobre sus activos.

Además, en países con inestabilidad monetaria crónica, la capacidad de acceder a stablecoins ligadas al valor del dólar estadounidense u otras monedas fuertes ofrece una vía de ahorro y preservación de valor que simplemente no existe en su moneda local. Esto mitiga el impacto de la inflación descontrolada, protegiendo el poder adquisitivo de las familias.

Ahora bien, pasar de la promesa a la realidad implica enfrentar obstáculos significativos, y el más grande de todos es la brecha digital.

La infraestructura de DeFi, aunque técnicamente abierta, es operativamente compleja. Los protocolos, wallets y las interfaces de usuario fueron, en gran medida, diseñados por y para desarrolladores y entusiastas de la tecnología con un alto nivel de destreza digital. Para interactuar con DeFi, un usuario debe entender conceptos como claves privadas, tasas de gas, slippage, y staking, por nombrar solo algunos.

Para la población no bancarizada en el Sur Global, que a menudo lucha con acceso intermitente a internet, teléfonos inteligentes de menor capacidad y una alfabetización digital básica, esta complejidad se convierte en una barrera insuperable. No basta con estar en el negocio de crear maravillas tecnológicas; la clave es satisfacer las necesidades de la gente real con soluciones accesibles. Si la herramienta es tan difícil de usar que solo el experto puede operarla sin cometer errores que resulten en la pérdida total de su dinero (como enviar fondos a una dirección equivocada), entonces la herramienta no es inclusiva, sino excluyente.

La responsabilidad individual en DeFi es total. No hay servicio al cliente al que llamar para recuperar fondos perdidos o revertir transacciones fraudulentas. Esta autonomía, que es un beneficio para el usuario experimentado, se convierte en un riesgo catastrófico para el novato. Sin una capa de protección o educación robusta, la adopción masiva se estanca en la fase de prueba.

Otro desafío fundamental es la volatilidad. Si bien las stablecoins ofrecen refugio, gran parte del ecosistema DeFi opera con tokens cuya fluctuación de precio puede ser dramática. La posibilidad de que un activo colateral pierda rápidamente su valor, provocando la liquidación de un préstamo, es un riesgo que las personas con ingresos limitados no pueden permitirse. La pérdida de capital en el sistema tradicional se compensa con seguros y regulaciones; en DeFi, el usuario asume ese riesgo por completo.

Esto nos lleva a la educación. La educación financiera tradicional ya es un problema; la educación sobre finanzas descentralizadas es exponencialmente más difícil. Para que DeFi sea una verdadera solución de inclusión, se necesita una inversión masiva en programas que no solo expliquen qué es una blockchain, sino cómo gestionar el riesgo, cómo proteger una clave privada y cómo interactuar con contratos inteligentes de forma segura. Sin esta base educativa, la gente del Sur Global está expuesta a estafas y a errores fatales que desacreditan a toda la tecnología.

La brecha, entonces, no es solo de acceso a internet, sino de usabilidad y confianza. El camino hacia la inclusión real pasa por crear interfaces de usuario que imiten la sencillez de una aplicación bancaria tradicional, pero que funcionen sobre la infraestructura descentralizada. La industria cripto debe girar su foco desde la ingeniería de protocolos complejos hacia la ingeniería de experiencia del usuario.

Es innegable que DeFi contiene el potencial para empoderar a miles de millones de personas al ofrecer servicios financieros abiertos. La capacidad de un agricultor en una aldea remota para obtener un microcrédito o ahorrar en una moneda estable es un avance tecnológico de gran calado.

Sin embargo, a pesar de toda la promesa de inclusión, el argumento que añade un necesario equilibrio es el siguiente: la integración de DeFi en el Sur Global podría, de manera paradójica, reforzar el papel de las grandes corporaciones tecnológicas y de telecomunicaciones.

Las personas no bancarizadas necesitan dos cosas para acceder a DeFi: un teléfono inteligente y conectividad. Estos son provistos por empresas de telecomunicaciones y fabricantes de hardware gigantescos, muchos de los cuales son corporaciones globales con fines de lucro. 

Al depender exclusivamente de la infraestructura de internet y de dispositivos específicos para acceder a la autonomía financiera, las poblaciones más vulnerables cambian la dependencia de los bancos centrales y los reguladores locales por una nueva forma de dependencia, esta vez de los monopolios digitales y las pasarelas de internet. La promesa de descentralización financiera se apoya, irónicamente, en una infraestructura de telecomunicaciones altamente centralizada y controlada por unos pocos actores globales. Este es un desafío estructural que la tecnología blockchain por sí sola no puede resolver y que debe ser considerado seriamente en el debate sobre la inclusión.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.