España fue uno de los países más afectados por la crisis sanitaria del coronavirus, que causó un gran daño a muchas naciones. ¿Por qué? Pues porque la economía española depende mucho del turismo y de lo que se conoce como el sector horeca: hoteles, restaurantes y cafés. Estos negocios son los que dan trabajo a muchos españoles, sobre todo a los jóvenes y a los que tienen menos cualificación. Pero también son los que más sufrieron las restricciones y el confinamiento. Fueron momentos muy duros para muchos que se quedaron sin ingresos, sin clientes y sin esperanza.

Ahora nos preguntamos: ¿cómo van las cosas? ¿Se ha recuperado el empleo? ¿Se ha reactivado el consumo? ¿Hemos aprendido algo de esta crisis? Según los últimos datos, hay motivos para el optimismo, pero también para la cautela. El mercado laboral español sigue siendo muy frágil y desigual, y necesita reformas estructurales para adaptarse al mundo pospandemia. O sea, ya resulta obvio que no se puede seguir dependiendo solo del sol y la playa, sino que ha llegado el momento de apostar por la innovación, la formación y la diversificación.

Ahora bien, ¿cómo ha cambiado el empleo tres años después de la pandemia? La pandemia del coronavirus ha supuesto un antes y un después para el mercado laboral. ¿Qué ha cambiado en estos tres años?

El teletrabajo es un tema. Muchas empresas han optado por el trabajo a distancia como medida de prevención y ahorro. Los trabajadores han tenido que adaptarse a las nuevas tecnologías, a la falta de contacto humano y a la conciliación familiar. Algunos lo ven como una ventaja y otros como una desventaja.

Digitalización ha ganado un gran empuje. La crisis sanitaria aceleró la transformación digital de muchos sectores, que han tenido que renovarse para sobrevivir. Esto ha implicado una mayor demanda de perfiles cualificados en áreas como la informática, la robótica o la inteligencia artificial.

La pandemia ha obligado a flexibilizar las condiciones laborales para hacer frente a las fluctuaciones de la demanda. Esto ha supuesto un aumento de los contratos temporales, de los ERTE y de las jornadas parciales. También ha favorecido la aparición de nuevas formas de trabajo como el freelance o el gig economy.

La crisis ha afectado de forma desigual a los diferentes grupos sociales. Los más vulnerables han sido los jóvenes, las mujeres, los inmigrantes y los trabajadores de sectores como el turismo, la hostelería o el comercio. Estos colectivos han sufrido más el desempleo, la precariedad y la pobreza.

La pandemia también puso en manifiesto la necesidad de actualizar las competencias y los conocimientos de los trabajadores para adaptarse al cambio. Definitivamente, la formación continua se ha convertido en una herramienta clave para mejorar la empleabilidad y la competitividad.

Según los últimos reportes laborales, el mercado laboral en España ha registrado gran mejoría, pese a un paro bastante elevando: El empleo sigue resistiendo a pesar de las dificultades. Sin embargo, no todo son buenas noticias: el paro también ha crecido. ¿Cómo se explica esta contradicción? Pues porque hay más gente buscando trabajo: la población activa ha aumentado. Esto significa que hay más personas dispuestas a trabajar, pero no todas encuentran un puesto.

El empleo en España está de enhorabuena: se han alcanzado cifras históricas de ocupación y afiliación. ¿A qué se debe este milagro? Pues a varios factores, como la vacunación masiva, la reapertura de los negocios, el turismo de verano y las ayudas europeas. ¿Qué factores han contribuido a este éxito?

La reforma laboral impulsada, al parecer, ha conseguido reducir la temporalidad al prohibir los contratos de obra y servicio y crear la figura del fijo discontinuo, un tipo de indefinido intermitente que permite enviar al trabajador a casa cuando la empresa no lo necesita, pero sin despedirlo.

En otras palabras, la economía española ha experimentado un fuerte repunte tras el impacto negativo de la pandemia. El avance de la vacunación, el levantamiento de las restricciones y la llegada de los fondos europeos han impulsado la actividad y la confianza empresarial y consumidora.

Según los últimos reportes, el sector servicios ha sido el motor del empleo, al coincidir con el inicio de la temporada turística y la reapertura de la hostelería y el ocio. Este sector ha generado nuevos afiliados, sobre todo en hostelería, comercio y actividades sanitarias y sociales.

Los colectivos más castigados por la crisis han sido también los que más se han beneficiado de la mejora del empleo. El número de mujeres afiliadas ha crecido más que el de hombres. El número de jóvenes menores de 25 años afiliados ha aumentado más que el de mayores de 25 años.

La contratación indefinida ha registrado su mayor mejoría últimamente, lo que supone un significativo aumento respecto a un año atrás. La contratación temporal también ha crecido, pero a un ritmo menor. Esto indica una mayor estabilidad y confianza en el mercado laboral, aunque todavía hay un alto porcentaje de trabajadores con contratos precarios y de corta duración.

Sin embargo, a pesar de lo dicho, España sigue teniendo una tasa de desempleo relativamente elevada. Lamentablemente, todavía hay un núcleo duro de parados de larga duración que no consiguen reincorporarse al mercado laboral. De pronto, estas personas necesitan un empujón. Necesitan más apoyo y formación para mejorar sus competencias y adaptarse a las nuevas demandas laborales.

El mercado laboral español ha vivido una montaña rusa en los últimos tres años. Primero, sufrió el impacto de la pandemia, que provocó una destrucción masiva de empleo, sobre todo en el sector turístico y en el horeca. Luego, experimentó una recuperación parcial, gracias a la vacunación, la reapertura y las ayudas europeas. Pero aún queda mucho camino por recorrer. Y no solo eso, sino que hay que afrontar nuevos desafíos.

La situación del mercado laboral español nos hace reflexionar sobre nuestra situación personal, independientemente del país donde residamos. ¿Tenemos un empleo seguro y de calidad? ¿Podemos conciliar nuestra vida laboral y familiar? ¿Tenemos oportunidades de formación y desarrollo profesional? ¿Estamos preparados para los cambios que se avecinan? Estas son algunas de las preguntas que deberíamos hacernos para mejorar nuestra empleabilidad y nuestro bienestar.

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