El objetivo principal de un inversor es crecer financieramente. Para lograr este objetivo, el inversor debe tomar su capital e invertirlo en activos que subirán de valor en el tiempo. Esto es posible, porque los mercados fluctúan. Entonces, el inversor hace dinero comprando barato y vendiendo caro. Por esta razón, al momento de comprar, todo inversor debe tener una teoría del futuro para poder colocar su apuesta. Si el inversor es optimista, es momento de comprar. Si el inversor es pesimista, es momento de vender. Claro que las mejores apuestas se hacen cuando el inversor es optimista, pero el mercado no lo es. En esta contradicción, yace la ganancia. Pero no es un trabajo sencillo, porque toda regla tiene excepciones y todo inversor es vulnerable al autoengaño. O sea, no es algo tan simple como “comprar la caída” todo el tiempo. Eso sería la ingenuidad extrema. No podemos ser tan ilusos.

El crecimiento financiero se mide en números. Es algo cuantificable. Para efectos de este artículo, hablamos de “valor” como el valor monetario. Y el valor monetario siempre se fija en números. Y la costumbre es usar el dólar como la unidad de cuenta por excelencia. El reto en un mercado alcista normalmente es superar el desempeño del S&P 500. Y, durante un ciclo bajista, normalmente es superar al rendimiento de los bonos del Tesoro (EEUU). El lapso a tomar es el anual. Esa es la medida del éxito. Ahora bien, si bien es cierto que no estamos aquí para el corto plazo, siempre es prudente invertir con metas anuales. Claro que es perfectamente aceptable asumir pérdidas en lapsos de un año o dos. Pero este es en el caso de activos individuales. Semejantes pérdidas no son tan aceptables en el caso de portafolios enteros.

Ahora vamos por otro nivel de criterios. Nuestros ingresos deben superar nuestros gastos. Nuestros activos deben superar nuestros pasivos. Eso se debe cumplir en todos los escenarios. Se debe tener en cuenta, por supuesto, la eventual depreciación de nuestros activos durante los ciclos bajistas. Si nos endeudamos usando colateral durante un boom alcista, debemos recordar que nuestras obligaciones nos perseguirán durante el ciclo bajista. Eso quiere decir que tendremos que realizar los mismos pagos, pero en condiciones mucho más difíciles. Es decir, con menos ingresos y con unos colaterales depreciados. El error es no prepararse para los tiempos de vacas flacas durante la temporada de vacas gordas.

Esto implica que durante un ciclo bajista el que tiene bastante efectivo y bastante estabilidad es el rey. Esa persona puede cumplir con sus obligaciones. Puede mantener su estilo de vida. Y puede aprovechar los descuentos. Este no es el caso de los muy endeudados. No es el caso de los inversores que tienen una proporción demasiado grande de activos riesgosos y volátiles en su portafolio. ¿Por qué? Porque no sabemos a ciencia cierta la duración de un ciclo bajista y no sabemos a ciencia cierta cuándo tocaremos piso. Sin embargo, nuestros gastos y obligaciones siguen siendo los mismos. Se habla de oportunidades. Cierto, hay muchas oportunidades durante un mercado bajista. Sin embargo, si no tenemos el efectivo suficiente para aprovechar esas oportunidades, tendremos que ver esas oportunidades desde la vitrina.

Durante un ciclo bajista, la tendencia es bajista. ¿Qué quiere decir eso? Eso quiere decir que la probabilidad de caer es más grande que la probabilidad de subir. O sea, estaríamos cometiendo un error, si compramos demasiado pronto en el ciclo. No se trata de comprar a lo loco. Hay que recordar que, en el mundo de las inversiones, el comprador tiene la carga de la prueba. ¿Por qué? Porque, en primer lugar, el que no compra no arriesga nada. Y, en segundo lugar, porque es mejor perder una oportunidad que perder dinero. Lo que implica que debemos ser conservadores al momento de comprar. Al momento de vender, sin embargo, sí podemos ser más indulgentes. Una venta es aceptable en el momento que registre una ganancia aceptable en relación a la inversión inicial. 

Por supuesto que el mejor momento para comprar es durante un ciclo bajista. Claro que lo mejor es comprar a los pesimistas y vender a los optimistas. Obvio que comprar barato es mejor que comprar caro. Por lo general, la oportunidad florece después de un pánico. “Con sangre en las calles, compra propiedades.” Cierto. Pero también es cierto que en el momento de comprar hay que comprar con una razón. Porque hay optimismos ilusos. Comprar automáticamente después de un colapso del precio no siempre es sabio. También necesitamos una luz al final del túnel. O sea, necesitamos un motivo concreto para la esperanza.

Supongamos que pensamos comprar una compañía en pleno ciclo bajista. Los precios han bajado muchísimo y queremos aprovechar el descuento. ¿Cuál es la luz al final del túnel? ¿Por qué somos optimistas cuando los demás son pesimistas? En el caso de una compañía, compramos en descuento cuando los propios dividendos de la compañía pueden pagar la inversión. Esa es la luz al final del túnel. En el caso de Bitcoin, el asunto es mucho más complicado, porque no hay dividendos, ni activos subyacentes. Se trata de un activo no productivo. Es un código en una base de datos. En esencia, es un mercado especulativo. Lo que implica que depende en gran medida del sentimiento del mercado, la tolerancia al riesgo y del exceso de liquidez en circulación.

 ¿Cuál podría ser la luz al final del túnel? Una clara mejoría de las condiciones macroeconómicas. En otras palabras, una pausa o una reversión en la política monetaria de los bancos centrales. Sobre todo, hay que estar muy atentos de las decisiones de la Reserva Federal de los Estados Unidos.

Ahora bien, durante un ciclo bajista, los inversores se vuelven más conservadores. Eso normalmente significa una reorganización de portafolios. O sea, se alejan de los activos (riesgosos) para refugiarse en el efectivo (dólares, euros), en los bonos (soberanos y corporativos), en acciones defensivas, y en mercancías (energía, metales, alimentos, etc.). Por otro lado, se reestructuran las deudas, se disminuyen los gastos, y se incrementa la eficiencia operativa. En otras palabras, se tomen medidas concretas para afrontar la crisis y salir con el menor daño posible.

En conclusión, esto no es un juego. No es cuestión de “comprar la caída” y celebrarlo en las redes sociales. Tampoco es el momento de hacer falsas promesas para subir el ánimo de los demás. Nadie conoce el futuro. Nadie sabe con seguridad el desenlace de esta historia. Nadie sabe cuál será el piso. Y nadie sabe el precio de Bitcoin en los próximos años. Lo más sensato es proteger nuestro bolsillo siendo lo más prudente posible. La pregunta clave: ¿Qué ocurriría si el precio de Bitcoin llega a cero? ¿Qué pasaría? ¿Podría cumplir con las obligaciones? ¿Cómo se vería afectado mi patrimonio? ¿Cómo se afecta mi estilo de vida? Siempre es sano pensar en el peor escenario posible con el propósito de tomar medidas preventivas. Depender únicamente de la fe y la ilusión no siempre es rentable. 

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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