En cada billete de dólar, podemos leer la inscripción: “In God We Trust” (“En Dios confiamos”). La fe y el dinero siempre han tenido una relación muy estrecha. En la sociedad moderna, nos regimos por la religión del dinero. Podría parecer una exageración, pero en realidad no lo es. Dios ha sido sustituido. Ahora el dinero es lo que mueve al mundo. El dinero es el lenguaje más universal de todos.

El dinero, como la religión, el lenguaje, las leyes, y las matemáticas, es particular del ser humano. El pensamiento abstracto hace posible la creación de mundos simbólicos. Lo abstracto no es lo concreto. Sin embargo, no es algo que surge de la “nada”. Un símbolo no es algo real del mismo modo que una manzana es real. Pero es real en el sentido que sí existe. En la imaginación, podemos asignarles significados a las cosas. Se puede crear un mundo de segunda capa. Una manzana puede ser una manzana y al mismo tiempo puede ser el símbolo de algo más. Importancia, pecado, premio, peligro. No sé. 

Sigue leyendo: 3 formas en que la impresión de la Reserva Federal de EEUU está impulsando al oro, plata y bitcoins

El ser humano es un animal social y se comunica mediante códigos. Y todo código requiere de fe para que funcione. Se necesita de fe poética para aceptar que dos cosas desiguales son iguales. X=Y, pero sabemos que X no es Y. Ahí entra la fe. Los sistemas simbólicos son sistemas de representación. Está el código que es un algo y ese algo representa otra cosa. La palabra “pipa” significa una pipa, pero no es una pipa en realidad. De hecho, son solo formas en un sustrato. Pero jugamos el juego y pretendemos. Es la fe poética. Del mismo modo que aceptamos que nos mientan cuando vemos una película. Sabemos que nada es real, pero pretendemos que lo es. 

Un símbolo tiene dos partes. El signo y el significado. El signo es el objeto físico, el número, la letra, el icono, la cosa. Y el significado es su representación. Ah, pero aquí viene el truco. Porque el significado es un acuerdo previamente establecido entre las partes. El idioma, por ejemplo, es un sistema simbólico que une y excluye al mismo tiempo. Une a los que conocen el código y excluye a los que no. Porque todo símbolo es un fenómeno social. Debemos aprender el código, y aceptarlo. De otro modo, es inútil. Está la fe y está la iglesia. Un código sin fe y sin iglesia es una lengua muerta. 

Sigue leyendo: Tyler Winklevoss: es bueno para BTC cuando la Reserva Federal imprime dinero

¿Cuál es la utilidad de un elemento intangible? Los símbolos nos unen. El dinero, por ejemplo, es un instrumento que nos organiza. Es un contrato. El dinero es para el valor lo que el reloj es para el tiempo y la escritura es para el lenguaje. En la prehistoria, el dinero era más una tradición oral. La sociedad primitiva funciona en base a una economía de regalo. El botín se repartía informalmente entre todos. Todos colaboran y se ayudan entre sí, y la organización económica era muy rudimentaria. La reciprocidad se establecía por lazos familiares y vínculos tribales. Todo era básicamente personal. 

Con el surgimiento de las ciudades y el comercio a gran escala, surgió la necesidad de métodos más impersonales y precisos. He ahí el origen del dinero. Ese acto realizado para ayudar a una persona por familiaridad tribal tuvo que evolucionar en un contrato más impersonal. El sustrato es el signo, pero lo importante aquí es el significado. Se puede usar un metal, un papel o un código informático como sustrato para el dinero. Lo importante es su representación. La fe y la iglesia. 

Ahora bien, la fe se pierde y las iglesias se dividen. Pero la fe también renace y se forman nuevas iglesias. ¿Por qué crear una moneda ciudadana? Bitcoin ha surgido como una alternativa al dinero fiat. ¿Por qué? ¿Por qué surge la Reforma protestante del siglo XVI? Se podría decir que todo gira a un asunto de autoridad. Hay un grupo que está hasta la coronilla de los abusos, errores y discrepancias del liderazgo. Entonces, estos disidentes deciden tomar sus maletas y largarse a otro lugar para construir una iglesia nueva. En esencia, Bitcoin es eso, un movimiento protestante. 

Muchos invierten en Bitcoin, porque promete muy buenos retornos. Otros utilizan Bitcoin, porque resulta muy práctico hacerlo. Sin embargo, existen muchas personas dentro de la comunidad que han adoptado Bitcoin por razones ideológicas, políticas y éticas. Bitcoin es bitcoin, pero también es disidencia. Representa la soberanía financiera del ciudadano en oposición a los bancos y a los gobiernos. El poder ciudadano. Un Bitcoiner es aquella persona que participa en un nuevo pacto social. Utiliza el nuevo sustrato (Bitcoin), acepta con fe su valor de intercambio (precio) y es un miembro de la nueva iglesia (La red que acepta Bitcoin). 

Bitcoin es una fe al igual que todas las formas de dinero. Y el hecho que sea una fe explica muchas cosas. Explica, por ejemplo, la presencia de fanáticos. También explica por qué muchas veces los argumentos no tienen mucho sentido. El descontento político influye en el discurso. Entonces, la narrativa se convierte en propaganda. Se sataniza al sistema y se idealiza la nueva religión. La devoción se transforma en fanatismo irracional. Y los jóvenes y nuevos conversos son los primeros en caer en esta trampa. 

Me atrevo a decir que la comunidad Bitcoin irá madurando en la medida que crezca en tamaño y diversidad. Los libertarios y anarcocapitalistas forman un grupo muy importante dentro de la comunidad hoy, pero con el tiempo surgirán más voces con mejores narrativas. Al ser un grupo pequeño, es fácil crear una especie de culto y las ideas radicales son posibles debido al tamaño reducido. Sin embargo, el crecimiento y la diversidad suelen alejarnos de los extremos y crear entornos más moderados. 

Sigue leyendo: Japón debería instar a EE.UU. a apurarse con el dólar digital, dice ejecutivo de Fisco

En los próximos años, muchos bitcoiners van a sentir que Bitcoin perdió el camino. Van a sentir que la comunidad renunció a sus viejos ideales y ya nada es como antes. Se sentirán traicionados debido a todos los cambios. De hecho, muchos querrán volver atrás. Seguramente surgirá un culto al Bitcoin de los primeros días y se recordará con nostalgia los nobles valores de la iglesia primitiva. Pero eso es muy bueno, porque significa que estamos en la etapa de maduración. Ese es la señal de que Bitcoin será algo realmente grande. 

¿Cómo construir una iglesia? ¿Atacando a lo viejo? No, una iglesia se construye con trabajo. La mejor iglesia no es la que más se queja de la iglesia vecina. Hay que dejarse de llantos por lo que hace o no hace la Reserva Federal con el dólar. Aquí lo que debemos hacer es edificar. Hechos, no palabras. Crear mejores aplicaciones. Invertir en infraestructura. Buscar maneras de organizarnos mejor. Crear un mundo nuevo y mejor. El paraíso terrenal. 

Ahora bien, la fe siempre ha estado ligada al dinero. De hecho, el capitalismo moderno es producto del protestantismo. ¿Por qué en el siglo XVII la economía floreció en dos países protestantes, Inglaterra y Holanda, mientras España se hundía en la decadencia? El católico va a misa y celebra el día de sus santos, mientras que el protestante va a trabajar. El poder de la fe. Pero la fe funciona cuando se hace el trabajo. Fe, comunidad, y trabajo. En Bitcoin confiamos.