La inflación es uno de estos conceptos claves que todo inversor debe comprender muy bien. Irónicamente, estamos hablando de uno de los conceptos más incomprendidos de todos. La gente piensa que sabe mucho de inflación. Pero, en realidad, la incomprensión es abismal. En lo personal, responsabilizo a la política por tanta confusión y tantos malos entendidos. El discurso político se basa en la emoción, en la polarización y en la simplificación radical de las cosas. Lo que crear una ignorancia confiada en muchos. O sea, la ilusión de certeza. La derecha siempre culpa al Estado por la inflación. Porque la derecha es esencialmente anti-estado. La izquierda, tradicionalmente, culpa a los empresarios por la inflación, porque la izquierda es esencialmente pro-estado. ¿Inflación? Simple. El culpable es mi adversario político.

Se trata de la eterna lucha entre ellos y nosotros. Nosotros siempre somos inocentes. Ellos siempre son culpables. Entonces, vamos a un mercado y vemos que el precio del tomate aumentó en un 100% y, de pronto, recordamos que el banco central inyectó liquidez hace unos meses. Adicionalmente, leemos que la cifra oficial de inflación es de 10%. La derecha se apoya en esta anécdota para denunciar al Estado por mentir y destruir la economía con sus malas políticas. La izquierda se apoya en esta anécdota para denunciar la codicia del empresario que se está adueñando del dinero del pueblo para beneficio propio. Bueno, esta es una conversación que lleva siglos sin mucho avance. Ningún bando cambia, aprende o cede.

Correlación no es causalidad. Anécdota no es estadística. Describir no es atacar. Reflexionar no es ofender. El ambiente macroeconómico nos puede emitir señales de compra o venta muy relevantes para el inversor cuya meta es hacer dinero. El estudio de la inflación nos puede ayudar a hacer pronósticos y proyecciones. Lo que implica que la persona que habla como un sabio de la inflación, citando anécdotas y números después de su visita al mercado, en el fondo, desconoce totalmente del tema y sus análisis serán sumamente pobres. Podrían ser válidos para una conversación informal sobre un café. Sin embargo, no son muy útiles en el campo de las inversiones.

¿Qué es la inflación? En su definición más básica, la inflación es un número publicado por la autoridad responsable. En los Estados Unidos, se trata del Índice de Precios al consumidor (IPC) calculados por la Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos. Esta cifra se calcula siguiendo una metodología en específico. Cada rubro tiene un peso en específico. No todos los artículos entran en la lista. Y no todos los artículos en la lista cuentan con la misma importancia. Adicionalmente, la cifra es un promedio nacional. Si el tomate en la Florida aumentó en un 100%, pero, en Alabama, el tomate, de hecho, bajó de precio. Es bastante probable que el precio del tomate, a nivel nacional, en la estadística, no sea el mismo que en la Florida o en Alabama. En el fondo, no se trata de una conspiración que el precio oficial contradiga lo que ven nuestros propios ojos en nuestro mercado preferido. De hecho, es un fenómeno habitual en la teoría de la estadística.

Ahora bien, la inflación no es siempre un fenómeno monetario. O sea, “emisión” no es necesariamente “inflación”. Es una equivocación terrible sugerir que“emisión”, “inflación” o “flojo” (Flow)  son sinónimos. La inflación es un fenómeno multifactorial. Sus causas son, por lo general, múltiples. Lo que ocurre es que, en los tiempos de Milton Friedman, la velocidad del dinero y la producción llevaban varias décadas registrando mucha estabilidad. Y eso lo llevó a darle más peso a la emisión de moneda como la variable determinante en sus teorías. Este no es el caso hoy. Por una parte, la masa monetaria ahora es muy difícil de estimar con todas las distintas formas de pago en circulación de modo simultáneo. Además, la velocidad del dinero es cada vez más impredecible debido a la creciente complejidad del sistema financiero. Y la producción ha ganado muchísima complejidad con el proceso de la globalización. Claro que los políticos conversadores y sus seguidores aún no se han actualizado y defienden lo escrito por Milton Friedman en 1964 como noticia fresca de esta mañana.

En un libre mercado, los precios se definen por la ley de la oferta y demanda. O sea, el precio es un equilibrio. Ese equilibrio se rompe con cambios en la oferta o en la demanda. En estos momentos, la demanda es alta en los Estados Unidos debido a los estímulos de la Reserva Federal durante la pandemia. Obvio que una emisión monetaria exagerada es, en gran parte, responsable por el sobrecalentamiento de la economía estadounidense en estos momentos. En su momento, se hizo lo necesario para evitar un colapso. Sin embargo, el remedio tuvo sus efectos secundarios.

Claro que ese es solo un lado de la moneda. También debemos considerar la oferta. O sea, el suministro. La pandemia, las malas políticas gubernamentales, la guerra en Europa, las restricciones en China, la falta de contenedores, la sobresaturación de los puertos, la escasez de camioneros, y las dificultades de retomar a los mismos niveles de producción después de una parálisis han creado muchas fallas en las cadenas de producción y distribución. Por supuesto que esta parte de la ecuación no la podemos ignorar. 

He ahí el problema. Después de la crisis financiera del 2007-2008, los estímulos no causaron inflación, porque el aparato productivo de la globalización respondió de las mil maravillas a las inyecciones de liquidez. Durante esta crisis, el mismo remedio tuvo fuertes efectos secundarios debido a nuestras vulnerabilidades logísticas. La pandemia nos demostró que nuestro sistema de distribución y producción global es muchísimo más frágil de lo que pensábamos.

Volviendo a la política. Por supuesto que la corriente conservadora no está muy complacida con esta explicación. Es mucho más cómodo recurrir a los viejos dogmas. Porque los viejos dogmas son simples y familiares. Y siempre es más emocionalmente tentador culpar a nuestro archienemigo de todos nuestros males. Sin embargo, no es muy difícil demostrar la presencia de una inflación inducida por una caída del suministro. Dicha investigación no es muy difícil de realizar. Se puede ir rubro por rubro. Y estudiar los datos. ¿Por qué está subiendo el precio de los vehículos nuevos y usados? ¿El precio de los inmuebles? ¿Los huevos? ¿El azúcar? ¿El petróleo? ¿La madera? ¿Qué dicen los representantes de cada nicho? La queja es casi unánime: Problemas con el suministro.

Ahora bien, reducir una inflación inducida por el suministro mediante una disminución de la demanda tiene su costo. Ese costo es el crecimiento. Al retirar liquidez aumentando los costos del crédito, se incide en la demanda. De esta forma, se busca crear un nuevo equilibrio entre la demanda y la oferta. Si el problema es la oferta, eso implica que el nivel debe bajar. En otras palabras, en este escenario, la posibilidad de un “aterrizaje suave” no es la opción más probable. En este caso, las probabilidades yacen con el escenario de una recesión. ¿Qué es una recesión? Desaceleración económica, desempleo, reducción de los ingresos, bancarrotas, caída en el precio de los activos.

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