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Gustavo GodoyGustavo Godoy

La informalidad: ¿Puede la tecnología ayudar a integrar a la economía?

¿Podrán las herramientas digitales integrar la economía informal, ofreciendo un camino hacia la formalización y protección?

La informalidad: ¿Puede la tecnología ayudar a integrar a la economía?
Opinión

En las economías en desarrollo, y en gran parte de las que no lo son, la informalidad es una realidad omnipresente. Millones de personas en todo el mundo se ganan la vida fuera del marco legal y regulatorio, operando en un limbo económico que les niega acceso a los beneficios y protecciones de la economía formal. Históricamente, este sector ha sido visto como un obstáculo para el desarrollo, una fuga de ingresos fiscales y una fuente de inestabilidad. Sin embargo, la irrupción de las nuevas tecnologías, especialmente las herramientas digitales como las fintech y las criptomonedas, plantea una pregunta fundamental: ¿Puede la tecnología ayudar a integrar la economía informal?

La economía informal abarca desde el vendedor ambulante y el agricultor de subsistencia hasta el trabajador por cuenta propia y el pequeño artesano. La informalidad no es un problema monolítico, sino un fenómeno complejo con múltiples causas: exceso de regulaciones, altos costos de formalización, falta de acceso al crédito y a servicios financieros, y la ausencia de protecciones sociales. El resultado es un sector vulnerable, sin beneficios de seguridad social, sin contratos formales y sin acceso a un sistema financiero que les permita crecer y prosperar. La informalidad es un círculo vicioso de precariedad.

Los trabajadores informales, a pesar de su vitalidad, a menudo carecen de una identidad financiera o un historial crediticio, lo que les impide acceder a préstamos para expandir sus negocios o a seguros para protegerse de imprevistos. Esta exclusión del sistema formal los deja a merced de prestamistas informales con tasas de interés exorbitantes y sin respaldo legal. La tecnología, en este contexto, emerge como un puente potencial, una herramienta para romper las barreras que separan a la economía informal de la formal.

La revolución digital ha abierto un abanico de posibilidades para la formalización. Las fintech (tecnologías financieras) han sido pioneras en este esfuerzo, ofreciendo servicios que tradicionalmente estaban reservados para los clientes bancarios formales. Las billeteras digitales y las plataformas de pago móvil permiten a los trabajadores informales recibir pagos de manera electrónica y crear un registro de transacciones que, con el tiempo, puede servir como un historial financiero. Este registro digital es el primer paso para acceder a servicios financieros más sofisticados, como microcréditos o seguros. La facilidad de uso y la accesibilidad de estas aplicaciones eliminan la necesidad de sucursales bancarias físicas, llegando a comunidades rurales y urbanas que antes estaban desatendidas.

Por otro lado, la tecnología blockchain y las criptomonedas ofrecen una solución aún más radical. A diferencia de las fintech, que a menudo operan dentro de los límites del sistema financiero tradicional, las criptomonedas como Bitcoin o Ethereum ofrecen una alternativa descentralizada. Para los trabajadores informales que desconfían de las instituciones bancarias o que simplemente no tienen los documentos requeridos para abrir una cuenta, las criptomonedas pueden ser una vía de escape. Una persona con un teléfono inteligente puede tener una billetera digital y realizar transacciones sin necesidad de intermediarios. Esta independencia financiera es un poderoso atractivo para aquellos que han sido marginados.

Las criptomonedas también pueden facilitar las remesas, permitiendo a los trabajadores migrantes enviar dinero a sus familias sin las altas comisiones y la burocracia de los servicios tradicionales. Al usar criptomonedas estables, cuyo valor está anclado a una divisa como el dólar, se elimina el riesgo de la volatilidad, un factor que a menudo genera desconfianza. En este sentido, la tecnología blockchain no solo ofrece una herramienta de pago, sino un sistema de registro inmutable y transparente que podría ayudar a generar la confianza necesaria para la integración.

A pesar de su enorme potencial, la tecnología no es una varita mágica para resolver la informalidad. La brecha digital sigue siendo un obstáculo significativo. No todos los trabajadores informales tienen acceso a un teléfono inteligente, y muchos carecen de la alfabetización digital necesaria para usar estas herramientas de manera efectiva. La falta de infraestructura, como la conectividad a internet en áreas remotas, también limita su alcance.

Además, el uso de criptomonedas y fintech no aborda las causas estructurales de la informalidad. La tecnología puede facilitar las transacciones y la creación de historiales financieros, pero no puede, por sí sola, reducir la carga regulatoria o los impuestos excesivos que a menudo empujan a los trabajadores a operar en la sombra. De hecho, si los gobiernos ven estas herramientas como una forma de rastrear y gravar a los informales sin ofrecerles los beneficios de la formalidad, la tecnología podría ser rechazada en lugar de adoptada.

El carácter descentralizado de las criptomonedas, que es su principal atractivo para algunos, es también su mayor debilidad desde una perspectiva de protección al consumidor. Sin una autoridad central que supervise las transacciones, los usuarios están expuestos a riesgos de fraude y estafas, sin un mecanismo de recurso. La volatilidad inherente de muchas criptomonedas, aunque se mitigue con las monedas estables, sigue siendo una preocupación para quienes tienen pocos ingresos y no pueden permitirse perder el valor de sus ahorros.

El debate sobre si la tecnología puede formalizar la economía informal a menudo se centra en las herramientas en sí mismas. Se discute si las fintech son más efectivas que las criptomonedas, si las billeteras digitales son más accesibles que los pagos sin contacto, y si la adopción de una u otra tecnología llevará al éxito. Este enfoque, sin embargo, podría estar perdiendo el punto central.

La tecnología, ya sea una aplicación de pago o una criptomoneda, es simplemente una herramienta. Su capacidad para transformar la informalidad no reside en su código o su algoritmo, sino en la voluntad política y social para integrarla de manera que beneficie a los trabajadores. Un argumento que a menudo se ignora es que, en muchos casos, la informalidad no es una condición de la que se quiera escapar, sino una elección pragmática. Para muchos, el sistema formal no ofrece un valor suficiente a cambio de los costos, los impuestos y la burocracia que impone. Si la tecnología simplemente se usa para extender el control y la regulación del sistema formal a la economía informal, sin ofrecer las protecciones y los beneficios de la seguridad social, el acceso al crédito justo o la protección legal, entonces la tecnología será vista como una amenaza, no como una solución. El verdadero desafío no es digital, sino fundamentalmente social y político: ¿Qué está dispuesto a ofrecer el sistema formal para hacer de la formalización una opción atractiva y beneficiosa para los millones de personas que hoy operan fuera de él? La tecnología puede ser el medio, pero el fin debe ser una reforma que haga que la formalidad sea deseable.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.