La idea convertir a Bitcoin en la moneda dominante a nivel global es el sueño de los bitcoiners más duros. Aquí no estamos hablando del nuevo activo y su mercado emergente. No estamos hablando de la gran oportunidad que nos permitirá crecer financieramente. Tampoco hablamos del código que utilizamos por conveniencia para transferir valor en Internet. Aquí hablamos de Bitcoin para el desayuno, para el almuerzo y para la cena. Se trata de un mundo donde todos usaremos Bitcoin como moneda de preferencia. O sea, adiós al dólar, adiós al euro, adiós a todos. Vaya con Dios. La panacea que finalmente resolverá “el problema del dinero”.

Al parecer, según la narrativa de la hiperbitcoinización, todo el mundo adoptará  Bitcoin voluntariamente en la medida que se conozcan los beneficios de dicha adopción. Todos usaremos Bitcoin como dinero. Esta supuesta “hiperbitcoinización” significa la separación de la economía y el Estado. O sea, tendremos una especie de utopía libertaria operando sobre un estándar Bitcoin. En otras palabras, un mundo mejor. Al adoptar este “dinero ciudadano”, de suministro limitado, y regulado por el libre mercado, los ciudadanos del planeta Tierra  tendríamos finalmente un sistema monetario libre del estatismo. Así, más o menos, va la cosa.

Desde un principio, no es muy difícil reconocer que, en realidad, se trata de la vieja aspiración política de los libertarios y los anarco-capitalistas. En el pasado, el oro se presentaba como el mesías de esta corriente. De hecho, las generaciones más viejas aún defienden el uso del oro. Pero los más jóvenes ahora defienden el uso de Bitcoin. Lo que ocurre es que lo viejo se ha logrado mezclar con lo nuevo para parecer totalmente nuevo. Lo que tenemos aquí es el viejo truco del sincretismo. Se habla de Bitcoin. Pero usando una narrativa bastante vieja y conocida. Se habla en nombre de toda la comunidad. Pero, en realidad, se trata de una minoría dentro de una minoría.

Aquí tenemos la receta completa para crear un culto. Tenemos a los enemigos del pueblo. Tenemos al pueblo oprimido. Tenemos al mesías salvador. Y tenemos la promesa de un futuro paraíso terrenal. Adicionalmente, tenemos las estrategias típicas de los cultos. Intolerancia absoluta a toda oposición. Fe ciega al poder del mesías. Confianza plena en la infalibilidad del mensaje. Y, finalmente, la creencia total en un triunfo incuestionable.

Ahora bien, comentamos el gran pecado de analizar el asunto con ojo crítico. Galileo contra el papa. Pese a lo proclamado en el White Paper de Satoshi Nakamoto, Bitcoin es más interesante como inversión que como moneda. O sea, su acumulación es más atractiva que su gasto. Comprar es mucho más beneficioso que vender. Y hacer hodling resulta mucho más rentable que el botar satoshis en el supermercado. El acaparamiento es la acción más racional en el caso de Bitcoin.

Por ende, no es una sorpresa que la mayoría de los usuarios vean y usen Bitcoin principalmente como una inversión. Entonces, obviamente, existe una brecha bastante grande entre el discurso y la realidad. Por un lado, se habla de grandes ideas en Twitter, pero, por otro lado, todos sabemos que la verdadera obsesión de la comunidad no es ideología sino el precio. El código ha sido diseñado como un coleccionable. El usuario quiere comprar barato para vender caro. Y, de esa forma, hacer fortuna. ¿O no? 

Esto implica que Bitcoin como moneda sería tan catastrófico como el oro. La deflación nos comería vivos. He ahí la historia como evidencia. Largas recesiones, baja productividad, y profundas desigualdades. En cierta forma, la “hiperbitcoinización” es una vuelta al pasado. Es la solución reaccionaria de los ultraconservadores. Será duro, pero seremos libres. Todo suena muy bonito y espartano. Pero es una bomba de tiempo a nivel político y social. Nadie quiere un retorno al patrón oro. Sería una locura. El sistema actual necesita reformas. Claro que sí. Pero volver al siglo XIX no es la solución.

Se habla de una “hiperbitcoinzación” voluntaria. Ahora tenemos un sistema fiat que usa la fuerza del Estado para imponer su hegemonía. Los países tienen sus monedas de curso legal. Sin embargo, Bitcoin es un proyecto ciudadana mantenido por sus usuarios a través de una red descentralizada de computadores. Su adopción es voluntaria. Lo que ocurre normalmente en estos casos es la fragmentación. O sea, surgen otros proyectos como Bitcoin que funcionan como una competencia. Si cualquiera puede emitir su propia moneda, la tentación para hacerlo es simplemente demasiado grande. En una sociedad tan diversa y dividida como la cual, la idea de una moneda ciudadano total es sumamente improbable. La fragmentación estimula la variedad de opciones.

Me encanta Bitcoin. Tengo Bitcoin. Y uso Bitcoin prácticamente a diario desde el año 2015. Pero también me encanta la pizza. Y eso no quiere decir que quiera comer pizza tres veces al día. Tampoco significa que quiero abolir el resto de las opciones culinarias de la faz de la Tierra. No promuevo la “hiperpizzación” del mundo.

La “hiperbitcoinización” es muy difícil sin apoyo total del Estado. Porque, sin el apoyo del Estado, la unidad total es improbable. Resulta mucho más probable un futuro mixto. Seguramente Bitcoin tendrá muchísimos más usuarios de los que tiene hoy. Seguramente su precio será mucho más elevado que el actual. Pero Bitcoin no estará solo. Existirán más opciones. O sea, no será un sistema cerrado. Es muy posible que el futuro sea bastante plural.

El radicalismo seduce gracias a su simplicidad. Acepta la fe. Enseña el evangelio en todos los rincones. Luego, tendremos un paraíso terrenal. Simple. Bueno, las cosas nunca son tan simples. No hay solución perfecta. Las utopías son perfectas únicamente en oposición. Bitcoin es un activo maravilloso. Pero hasta el agua es mala en exceso. El mundo tiene muchísimos problemas. El aparato económico es terriblemente complejo. El pensamiento mágico no es la cura. No se puede ser tan iluso.

¿La “hiperbitcoinización” es deseable? ¿Cómo sabemos que funcionará? No podemos confundir la aspiración de una minoría con un futuro inevitable. Todo parece indicar que Bitcoin como activo tiene un futuro brillante. Pero las visiones más radicales seguramente no tendrán tanta relevancia en la medida que la adopción sea mayor. Los libertarios y anarco-capitalistas son cada vez menos. Es decir, la comunidad Bitcoin es más diversa y moderada de lo que parece. ¿Qué tan representativa es la corriente “maximalista” dentro de la comunidad Bitcoin?

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