Es un patrón que se repite una y otra vez. En la gráfica clásica de las burbujas financieras se muestra claramente. Hay un tope, una caída, una recuperación y la caída final. Sin embargo, pese a que este patrón se repite con mucha frecuencia, los inversores tienen la memoria muy corta y no es extraño que vivan de ilusiones. Tendemos a creer que lo que sube nunca bajará y lo que baja bajará para siempre. Se registró un primer crash a finales de marzo y, para entonces, parecía el fin del mundo. Pero poco a poco las buenas noticias impulsaron una recuperación. Llevamos unos meses alejándonos del fondo. El confinamiento fue difícil, pero hay optimismo debido al desconfinamiento y a los estímulos económicos. ¿Quiere decir que volvimos a la normalidad? ¿Un mal día y ya? ¿Estamos entrando en un bull market?

Ahora tenemos una especie de boom. E irónicamente, pese a la terrible realidad en la calle, los mercados financieros han vuelto a la codicia. ¿Es realista esperar que los mercados sigan subiendo durante la peor crisis económica desde la Gran Depresión de los años 1930s? ¿O estamos ante el típico periodo de negación que se experimenta después del primer crash de una burbuja? 

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Antes de la llegada del coronavirus, la situación era lo suficientemente delicada como para preocuparse. Llevábamos una década de un bull market increíble. Pero, a pesar de los grandes números, la economía estaba dando señales de agotamiento. La desaceleración era evidente. Las medidas no estaban dando resultados. Y muchos expertos ya estaban hablando de una crisis. Claro que las valoraciones estaban por las nubes y el nivel de deuda en la luna. Es decir, estábamos gorditos. Pero en una situación muy delicada. O sea, el gordito salió a caminar y, de pronto, se dio cuenta de que estaba caminando sobre el hielo. 

Y no estamos hablando de que podíamos tomar nuestros patines para empezar a patinar como bailarina rusa. Ese hielo era tan fino como el papel. Los datos macroeconómicos no estaban de todo mal. Pero con un crecimiento muy pobre. El Producto Interno Bruto era nuestro talón de Aquiles. Y el nivel de deuda, claro. Pero llegó el coronavirus. Es decir, se rompió el hielo y caímos en el agua helada. Obviamente que en un momento así el miedo nos invade por completo. Oficialmente entramos en crisis. 

Durante el primer crash, los inversores entraron en pánico y buscaron refugio seguro en el dólar y en los bonos del Gobierno. Todo bajó de precio. Incluso el oro. Pero luego se anunciaron los estímulos y se inició un desconfinamiento por fases. Después de estar en el fondo del lago, volvimos a la superficie, porque vimos una esperanza. He aquí algo que debemos saber. Los inversores apuestan al futuro. Analicen los acontecimientos y se forman una idea del futuro. Pero el presente no se conoce en realidad. Todos los datos que tenemos llegaron tarde. Todo se conoce en retrospectiva. Es decir, los datos son historia. Entonces, el futuro es una expectativa, el pasado son los datos de hoy y el presente es pura especulación. 

¿Cuándo llegó el primer crash? A finales de marzo. ¿Cuándo se sintió la crisis en la calle? En abril y mayo. ¿Cuándo supimos lo que realmente pasó? Los números de abril en mayo y los de mayo en junio. El crash se adelantó, porque los inversores siempre están pensando en el futuro. El confinamiento se vivió de cerca, pero en el momento carecíamos de la suficiente perspectiva para poder ver toda la foto. Ahora está llegando más información, pero es información pasada de un periodo muy corto. 

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En abril y mayo, los inversores estaban llenos de optimismo. El crash estaba atrás, no había mucha información, pero había mucha esperanza en el futuro. Los inversores colocaron todas sus esperanzas en los estímulos de la Reserva Federal. Comenzó la recuperación. Es más, hay codicia. El incremento, desde el piso de marzo, ha sido muy grande. Pero se nos olvida que un crecimiento del 100%, después de una caída del 50% no es crecimiento real. Lo que realmente ocurre es que volvemos a la superficie. Y al salir del agua helada, sentimos un alivio muy grande. Sí, salimos del pozo, pero no del peligro. Todavía estamos caminando sobre el hielo. Y ahora es peor que antes porque estamos heridos y mojados por la primera caída. Una segunda caída puede ser fatal esta vez, porque ya no contamos con las mismas fuerzas de antes para levantarnos de manera tan rápida. 

En la medida que pasan los días, tendremos más información sobre nuestra situación. Se nos pasará paulatinamente la emoción inicial por haber salido del pozo y comenzaremos a sentir el miedo una vez más al escuchar el sonido del hielo. Las quiebras, la tasa de desempleo, los reportes financieros, las tensiones sociales y políticas, etc. Estamos en una “nueva normalidad”. La cuarentena extrema quedó atrás, pero ahora es cuando comienza el maratón. 

Por ejemplo, imaginemos la realidad del dueño de un pequeño hotel en España. Cerró durante la cuarentena, pero tenía algunos ahorros y eso le permitió sobrevivir. Además, los acreedores fueron muy tolerantes con él y muchos le concedieron un periodo de gracia. También el Gobierno lo ayudó con un cheque. Sí, se levantaron las medidas de confinamiento. Pero ahora viene el verano y el otoño. Sin turistas y con las cuentas apilándose. Ahora es cuando falta pulmón para llegar a la meta vivo. En otras palabras, el desconfinamiento no es el fin de la crisis. De hecho, es el comienzo. 

Como el dueño de este hotel imaginario en mi ejemplo, hay millones de personas en todo el mundo viviendo esta realidad. Negocios grandes y pequeños. Los datos van llegando y los inversores van a empezar de sentir la tensión en el cuello. En este momento, los mercados van por un lado y la calle va por el otro. Wall Street todavía está viviendo en la Isla de la Fantasía. Y Bitcoin está en La La land. Lo preocupante es que la realidad, tarde o temprano, llega y nos golpea en la cara. 

Los estímulos son necesarios para frenar la espiral deflacionaria de esta crisis. Se requiere liquidez para reanimar la demanda. Necesitamos compradores para que los precios vuelvan a subir. Necesitamos consumidores para que los negocios reciban ingresos y comiencen a contratar gente. Y esto es muy difícil de hacer con un dólar demasiado fuerte. El crecimiento necesita el dinero de los bancos centrales. Sin embargo, imprimir dinero no es una panacea. No se trata de escribir cheques y todo se soluciona mágicamente. Eso funcionó en el 2008. Pero no siempre. 

El problema está en el mecanismo de distribución. Los estímulos son excelentes en ayudar a las grandes firmas de Wall Street. La FED compra bonos corporativos y bonos del Tesoro. Y listo el asunto. Pero no podemos olvidarnos de la pequeña empresa. Ellos representan una porción importantísima de la economía y necesitan la ayuda de los estímulos. Pero el dinero tarda mucho en llegar al fondo porque se queda atascado en la cima. He ahí el problema. La burocracia impide que el dinero llegue efectivamente a los estratos medios y bajos. 

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No estoy haciendo ninguna predicción aquí. ¡Ojo! Y no pretendo ser el pesimista con todo esto. Yo no sé lo que va a pasar. Yo simplemente estoy considerando los distintos escenarios. Claro que las casandras de este mundo no son muy populares. Todos detestan a un aguafiestas. Los profetas del desastre siempre caen muy mal. Pero últimamente me está costando mucho trabajo visualizar que una crisis tan grande como la Gran Depresión, con millones de personas en paro y negocios quebrando todos los días, pueda sostener un alza en los mercados por mucho tiempo. Recuperaciones temporales sí. Pero ¿es realista pensar que estamos entrando en un bull market? Es decir, ¿es imposible un segundo crash? 

Los grandes contrastes entre los mercados y la calle se presentan todo el tiempo, pero eso no se puede sostener indefinidamente. Tarde o temprano, los mercados reflejan la realidad. Pese a los deseos y expectativas de los inversores, las correcciones son inevitables. ¿Un crash de un solo día y ya? ¿En serio? Caímos un día y en dos meses nos recuperamos. ¿Esa fue la peor crisis desde la Gran Depresión? ¿Y ahora nos toca superar nuestros máximos históricos? ¿Es realista esa expectativa? ¿O es que los mercados nunca se equivocan?  ¿Acaso los bitcoiners siempre acertamos en nuestras predicciones?