La deuda global, que incluye la deuda pública y privada de todo el planeta, se ha visto incrementada bastante durante el 2020. Y todo parece indicar que durante el 2021 seguirán los aumentos. La deuda ya estaba lo bastante elevada a finales del 2019. Pero la pandemia añadió aproximadamente 15 billones más a la cuenta de más de 250 billones de dólares. Lo que representa más de 3X el Producto Interno Bruto del mundo. Lo interesante es que todavía no estamos en una crisis de la deuda y nadie parece muy preocupado al respecto. Al parecer, el crédito ya no es lo que era antes. ¿Es la deuda una bomba de tiempo? Bueno, sí y no.
Lo primero que debemos entender es la diferencia entre la deuda pública y la deuda privada. Por otro lado, en lo respecta a la deuda pública no es lo mismo tener obligaciones en moneda propia que en moneda ajena. Por último, estar endeudado no necesariamente significa estar en la quiebra. Si presentamos los números de la deuda sin mayores explicaciones, uno podría llegar a pensar que es el fin del mundo. De hecho, muchos documentales críticos del sistema actual hablan de la deuda como hablar del apocalipsis. El exceso de deuda es un problema. Pero el término “deuda” es muy amplio. Es muy importante analizar la deuda en términos más precisos. O sea, ¿Cuál deuda? ¿Quiénes son los acreedores y quiénes son los deudores?
Sigue leyendo: Inflación vs Reflación: ¿Son tiempos de austeridad monetaria?
Para efectos de este artículo, me voy a enfocar principalmente en la deuda pública de los Estados Unidos debido a la importancia del dólar como moneda reserva del mundo y a la importancia de la economía estadounidense para el resto del mundo. Es decir, las deudas del tío Sam. O, mejor dicho, los bonos del Tesoro. Estos bonos son un pasivo para el Gobierno, pero, al mismo tiempo, son un activo para sus dueños. Entonces, cuando hablamos de la deuda de un país como los Estados Unidos, no estamos diciendo que el país está en quiebra. Lo que en realidad significa es que hay muchos bonos del Tesoro en circulación. Claro que sí hay un déficit presupuestario y sí se deben honrar esos bonos. Pero no podemos olvidar que el principal acreedor del tío Sam es el mismo tío Sam. Me refiero a la Reserva Federal.
Supongamos que tenemos una impresora de dinero en casa. Y usamos esos billetes para comprar unos bonos que nosotros mismos emitimos. Supongamos que a la impresa de dinero la llamamos “oficina” y al ente emisor de los bonos lo llamamos “cocina”. Entonces, la “oficina” es la dueña de los bonos. Y la “cocina” es la dueña de la deuda. Sin embargo, este en el fondo es un truco contable. Porque, a final de cuentas, “oficina” y “cocina” son parte de la misma casa. Técnicamente hablando, tenemos una deuda. Pero eso no implica que estamos en la quiebra. Porque nosotros somos el acreedor de esa deuda. Y, además, tenemos un impreso de dinero. Lo que significa que siempre podemos comprar más bonos para poder pagar los antiguos bonos. Es decir, el riesgo de impago es mínimo.
En lo que respecta a la deuda pública estadounidense, el riesgo no es el impago per se. Aquí el peligro es el déficit, producto de un exceso en el pago público. En otras palabras, la inflación es el verdadero riesgo en este caso. Lo que no es ahora un problema significativo, porque estamos en medio de una crisis deflacionaria. Eso explica porque la deuda no es un debate en estos momentos.
Sigue leyendo: Latinoamérica en el 2021: Desafíos y oportunidades
Claro que no se puede abusar. Porque, por mucho que se puede solventar con la impresión de dinero, imprimir dinero no siempre es una opción prudente. En tiempos de inflación, en el escenario de una deuda excesiva, no hay más opción que aumentar los impuestos para retirar liquidez del sistema y reducir el déficit. Un proceso que por lo general es muy doloroso.
El crédito es la gasolina de la economía. Pero también es el creador de los ciclos. Si bien es cierto que el crédito es necesario para el crecimiento económico, el exceso de crédito conlleva a una recesión. Mayor el desenfreno durante un ciclo alcista, mayor la crisis durante el ciclo bajista. Esto es particularmente cierto con la deuda privada. La deuda más peligrosa de todas. Aquí un endeudamiento excesivo sí suele ser sinónimo de quiebra.
¿Cómo funciona la deuda privada? Es muy diferente a la deuda pública. En el caso de un particular, una deuda significa un incremento del consumo hoy, pero una reducción del consumo mañana. Así se forman los ciclos sobre todo en el caso de haber muchas deudas malas. O sea, deuda para el consumo. En el caso de las deudas buenas (o deudas para la inversión), la deuda se paga con el incremento de la producción. Sin embargo, me temo que gran parte de la deuda privada actual se compone de deudas malas.
En tiempos de bonanza, el crédito se obtiene con mucha facilidad. Entonces, la gente se endeuda rápidamente. Esta liquidez aumenta los ingresos y la economía crece debido a esto. Sin embargo, con el tiempo, el peso de la deuda se comienza a sentir y el consumo disminuye, porque la mayoría de los ingresos se van al pago de la deuda. Así nacen los ciclos.
La demanda cae, porque las personas muy endeudadas no tienen mucho dinero para gastar. La situación crea un cuadro deflacionario que deprecia el precio de los colaterales y disminuye los ingresos. Lo que, a su vez, genera desempleo. En fin, una avalancha hacia una crisis.
Pese a unos números tan alarmantes, la deuda no es nuestro principal problema en estos momentos. ¿Cuáles son nuestros principales problemas? La deflación, la desigualdad y el desempleo. En este caso, la solución podría estar en un aumento (selectivo) de los impuestos y un incremento del gasto público (también selectivo). El plan de Joe Biden es sumamente sensato en este respecto, porque aborda precisamente los tres problemas fundamentales en los Estados Unidos. Claro que los republicanos por un tema de doctrina no estarán muy dispuestos a otorgar concesiones en este campo. He ahí el meollo del asunto.
Sigue leyendo: España en el 2021: ¿Normalidad, crisis o más crisis?
La deuda. Pasivo de unos, activo de otros. No le debemos a los marcianos. Nos debemos a nosotros mismos. Lo que implica que no todo está perdido. También debemos recordar que la deuda ha estado peor en el pasado. Y logramos sobrevivir. Es decir, no es el fin del mundo que escuchamos en los documentales antisistema de Youtube. Aquí no pretendo minimizar el problema. En efecto, es un problema sumamente delicado. Pero todo a su justa medida. Primero debemos comprender bien el problema.
En caso de la deuda externa latinoamericana, el asunto sí es mucho más complejo. Porque esos bonos por lo general son en dólares. Y lamentablemente no contamos con esa impresora. Aquí sí hay riesgo de impago. Una deuda pública en moneda ajena es una gran carga para la nación debido a los altos costos. Y, en el peor de los casos, en un escenario de impago, se limita bastante la capacidad de financiamiento de los Gobiernos. Eso sin mencionar la reputación de un país.
Ahora bien, cuando hablamos de deuda es importante hablar con mayores detalles. ¿Cuál deuda? ¿Quién es el deudor? ¿Quién es el acreedor? Porque el número a secas no dice mucho. ¿Aumentará la deuda global en el 2021? Seguro que sí.