Cuando hablamos de dinero, solemos pensar en billetes, monedas o números en una pantalla. Pero, ¿es eso todo? Bueno, el dinero, según él, es un asunto eminentemente social.
¿Qué significa esto? Que lo que realmente importa del dinero no siempre es lo que podemos tocar o medir. Las ideas, las creencias y los acuerdos que tenemos sobre el dinero son tan importantes, o incluso más, que los billetes en sí mismos. Es decir, lo subjetivo y lo intangible tienen un peso enorme en cómo funciona el mundo económico.
Para que un sistema monetario funcione, necesitamos acuerdos. Estos acuerdos, que pueden ser formales o informales, nos permiten darle valor a algo que, en esencia, no lo tiene. Los billetes solo son papel, pero los convertimos en dinero porque todos estamos de acuerdo en que sirven para intercambiar bienes y servicios.
Cuando clasificamos algo, le damos un significado y un lugar dentro de un sistema más grande. En el mundo del dinero, las clasificaciones son fundamentales porque influyen en las regulaciones. Por ejemplo, si clasificamos una criptomoneda como una moneda, se aplicarán unas determinadas regulaciones. Si la clasificamos como un valor, se aplicarán otras. Y si la clasificamos como una mercancía, se aplicarán otras.
En este caso, la regulación juega un papel crucial en el mundo del dinero. Una regulación adecuada puede fomentar la innovación, proteger a los consumidores y garantizar la estabilidad del sistema financiero. Sin embargo, una regulación excesiva o mal diseñada puede ahogar la economía y limitar la libertad individual.
La realidad se impone a nuestros deseos
A menudo creemos que podemos darle forma al mundo a nuestro antojo. Que nuestras ideas y creaciones son lo que decimos que son. Sin embargo, la realidad tiene una forma peculiar de imponerse. Imaginemos que pinto un cuadro y lo llamo "La obra maestra del siglo". ¿Significa eso que mi cuadro es, objetivamente, una obra maestra? No necesariamente. El nombre que le doy es mi percepción, mi deseo. Pero la clasificación final, la que perdurará en el tiempo, dependerá de lo que la sociedad en su conjunto decida.
Los creadores de algo nuevo suelen tener una visión muy clara de lo que han creado. Satoshi Nakamoto, por ejemplo, diseñó un código complejo y lo llamó "bitcoin", con la intención de que fuera una nueva forma de dinero. Pero, ¿significa eso que “Bitcoin” es automáticamente una moneda? No del todo. La clasificación de una creación no depende únicamente de la intención de su creador. La sociedad, con sus normas, convenciones y usos, tiene la última palabra.
Las clasificaciones, como las palabras, son construcciones sociales. Adquieren significado y valor a través del uso y el consenso. Para que una clasificación sea aceptada, debe cumplir ciertos criterios y ser útil en un contexto más amplio.
Nuestras ideas y creaciones no existen en un vacío, sino que están inmersas en un contexto social y cultural. La clasificación de esas creaciones no es un asunto arbitrario, sino el resultado de un proceso de negociación y consenso.
¿Qué es una moneda?
Imagina una moneda como un boleto mágico que te permite acceder a un mundo de bienes y servicios. Es un acuerdo social, un pacto que hacemos todos para facilitar el intercambio. Históricamente, las monedas eran respaldadas por oro o plata, pero hoy en día, su valor se basa en la confianza que depositamos en el ente emisor, generalmente un gobierno. Una moneda es, en esencia, una representación de valor que nos permite realizar transacciones sin tener que recurrir al trueque.
¿Qué es un valor?
Un valor es un poco más complejo. Puede referirse a muchas cosas: una acción de una empresa, un bono, un fondo de inversión... En términos generales, un valor es un título de propiedad que representa una porción de una empresa o de un activo. Cuando compras un valor, estás adquiriendo un derecho sobre los beneficios futuros de esa empresa o activo. Es como si estuvieras comprando una parte de un negocio.
¿Qué es una mercancía?
Una mercancía es algo más tangible. Es un bien físico que se produce para ser vendido en el mercado. Una mercancía tiene un valor de uso y un valor de cambio. El valor de uso se refiere a la utilidad que tiene ese bien (por ejemplo, el petróleo se usa para producir energía), mientras que el valor de cambio se refiere al precio al que se puede vender en el mercado. El oro, el petróleo, el trigo... todos son ejemplos de mercancías.
¿Y las criptomonedas en todo esto?
Ahí está la cuestión. Las criptomonedas no encajan perfectamente en ninguna de estas categorías. No son monedas tradicionales respaldadas por un gobierno, pero tampoco son mercancías físicas. Más bien, son activos digitales que se basan en la tecnología blockchain.
¿Son valores? En cierto modo sí, ya que representan una porción de una red o de un proyecto. ¿Son mercancías? También se podría argumentar que sí, ya que se compran y venden en mercados abiertos. La realidad es que las criptomonedas son un fenómeno nuevo y en constante evolución, y su clasificación sigue siendo un tema de debate entre expertos.
La etiqueta de "moneda" es un arma de doble filo para las criptomonedas. Por un lado, suena atractivo: sugiere un nuevo sistema monetario, una alternativa a lo establecido. Pero, por otro lado, esa misma etiqueta la coloca en la mira de los gobiernos. Los estados suelen ser celosos guardianes de su moneda, imponiendo regulaciones para asegurarse de que nadie compita con ellos. Al llamar a algo "moneda", automáticamente lo estás poniendo en conflicto con el poder establecido.
Esta situación es un sueño hecho realidad para los libertarios y anarcocapitalistas, quienes ven en las criptomonedas una herramienta para desafiar el orden económico existente. Sin embargo, para el inversor promedio que simplemente busca hacer crecer su dinero, esta confrontación puede ser un problema.
¿Una mercancía?
Algunos opinan que quizás la categoría más adecuada para las criptomonedas sea la de "mercancía". Al fin y al cabo, se pueden comprar y vender en el mercado, y su precio fluctúa según la oferta y la demanda. Además, al clasificarlas como mercancías, podríamos beneficiarnos de regulaciones menos restrictivas.
Sin embargo, esta clasificación no está exenta de desafíos. Si las criptomonedas se consideran mercancías, ¿deberían estar sujetas a impuestos sobre las ganancias de capital? ¿Y qué pasa con los derechos de los consumidores? Estas son solo algunas de las preguntas que deben abordarse.
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