El dinero es una forma de organizar la sociedad que ha causado mucha discusión y polémica desde que apareció. Antes de la invención del dinero por los griegos, las personas se relacionaban mediante una economía de regalo basada en lazos familiares y obediencia a sus líderes. Eso era en el mejor de los casos. En el peor de los casos, la guerra era la vía más usada para conseguir y repartir las cosas. 

¿Y el trueque? El trueque es básicamente un mito. En comparación con el regalo o la guerra, el trueque era más una rara excepción que la regla. ¿Acaso los libros de economía se equivocan? Sí, señores. Están equivocados. La evidencia arqueológica y antropológica ha demostrado que, antes de la invención del dinero, ninguna sociedad ha implementado el trueque a gran escala. Antes del dinero, el regalo (dentro de la tribu) y la violencia (fuera de la tribu) eran los métodos más usados.

El dinero surgió como una solución pacífica e impersonal para intercambiar valor entre personas desconocidas. El dinero permitió que cada uno fuera más independiente, libre y democrático. Pero el dinero también trajo problemas: algunos acumularon más que otros, algunos gastaron más de lo necesario, algunos compitieron sin cooperar y algunos quedaron excluidos o marginados. Entonces, desde su invención, el dinero ha dividido a las personas. Y tenemos de todo. En un extremo, tenemos a los que idolatran el dinero como la solución de todo. Y, en el otro extremo, tenemos a los que odian el dinero y lo ven como el origen de los males. En consecuencia, quieren su abolición o control. Pero, entre ambos extremos, existen una infinidad de matices.

El dinero tiene una idea central muy revolucionaria: el valor universal. Esto significa que todo se puede medir y comparar con un número. Así, algo que cuesta un millón de dólares es igual a otra cosa que cuesta lo mismo. Por ejemplo, un Ferrari puede valer lo mismo que un Picasso o una vida humana (si se paga una indemnización a su familia). Esto nos libera de los lazos y las limitaciones de la sociedad tradicional, donde las cosas dependían de la tradición y los clanes. Pero también crea la ilusión de que todo se puede reducir a la singularidad de un número.

El dinero nos hace pensar que todo se puede expresar con un número (valor monetario). Pero esto puede tener un efecto deshumanizante, al alejarnos de la realidad concreta y compleja de las cosas. Así, podemos caer en el exceso de acumulación, de consumo y de competencia por el estatus. Y podemos correr el peligro de estar dispuestos a todo por conseguir dinero, incluso a sacrificar los valores humanos.

Los griegos fueron los primeros en inventar el dinero como lo conocemos hoy: una moneda de metal con un valor universal. Pero también fueron los primeros en reconocer sus peligros y sus límites. Un ejemplo clásico es el mito del rey Midas, que nos muestra las consecuencias de la codicia y la obsesión por el dinero.

El rey Midas era un hombre rico y poderoso, pero no estaba satisfecho con lo que tenía. Quería tener más oro que nadie. Un día, se le concedió el deseo de que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Al principio, se sintió muy feliz y empezó a tocar todo lo que veía: muebles, vasijas, ropas, joyas... Todo se volvía oro puro.

Pero pronto se dio cuenta de su error. Cuando quiso comer, la comida se convirtió en oro en su boca. Cuando quiso beber, el agua se convirtió en oro en su garganta. Cuando quiso abrazar a su hija, la niña se convirtió en una estatua de oro. Entonces, el rey Midas comprendió que había matado todo lo que amaba y necesitaba por su avaricia.

El mito del rey Midas nos enseña una lección importante: el dinero es una herramienta útil para facilitar el intercambio, pero no es un fin en sí mismo. El dinero en sí mismo no puede dar lo esencial para la vida: la comida, el agua, el amor, la salud... El dinero, al ser un símbolo sin valor interseco, no puede sustituir a la realidad concreta y compleja de las cosas. El dinero puede ser una bendición o una maldición, dependiendo del uso que le demos.

Los escépticos del dinero suelen centrarse en los aspectos negativos del dinero y se olvidan de sus beneficios. Entonces, construyen utopías basadas en su abolición total o parcial, como los comunistas, los hippies, los ascetas y los vagabundos. Pero estas utopías solo existen en la imaginación. Lo que en realidad describen es un mundo anterior a la invención del dinero, pero idealizado. Un mundo de hermandad, familiaridad, igualdad y justicia que se parece bastante a la economía de regalo del paleolítico.

Pero, ¿qué pasa cuando los escépticos del dinero llegan al poder y empiezan a abolir o controlar el dinero parcialmente? Bueno, la realidad, tarde o temprano, contamina la utopía. Y volvemos a los males de un pasado anterior a la invención del dinero. Ese mundo también tenía sus problemas: dependencia, violencia, escasez, exclusión, tiranía, opresión…

“¿El dinero no lo puede comprar todo?” “¿Cuánto es suficiente?” “El dinero no puede comprar la felicidad.” Son frases de escepticismo que quieren poner límites a la noción del valor universal en defensa de los valores más humanos y más relativos. Es decir, en realidad, es un rechazo a las matemáticas, la universalidad y la abstracción. Todo eso es muy frío. Y esas frases lo que en realidad piden es calor humano. Son los anhelos de amor incondicional y de pertenecer a una familia que te cuida sin pedir nada a cambio.

Los griegos ya se daban cuenta de que el dinero podía ser un problema. Les preocupaba que la gente no tuviera límites para querer más y más, y que hiciera cualquier cosa para conseguirlo. Así que este debate no es nada nuevo. Es más viejo que el hilo negro.

El dinero es una forma de relacionarnos con los demás. Pero también es una forma de alejarnos de los demás. Porque el dinero cambia la riqueza y la variedad de las relaciones humanas por la frialdad y la monotonía de las relaciones financieras.

Los escépticos pueden decir mil cosas contra el dinero. Sin embargo, hay algo que se tiene que decir: El invento del dinero, junto al de la escritura, las matemáticas y la ciencia, ha mostrado en muchas ocasiones que los beneficios pesan más que las desventajas.

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