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Gustavo GodoyGustavo Godoy

La "Guerra Fría" Tecnológica entre Occidente y Oriente: ¿Dónde encaja Bitcoin?

Bitcoin, entre Occidente y Oriente, es una pieza debatida en la Guerra Fría tecnológica.

La "Guerra Fría" Tecnológica entre Occidente y Oriente: ¿Dónde encaja Bitcoin?
Opinión

La Guerra Fría tecnológica es el tablero de ajedrez donde las grandes potencias mundiales, Occidente y Oriente, miden sus fuerzas a través de la innovación y el dominio tecnológico. En este complejo escenario, Bitcoin, la criptomoneda descentralizada que irrumpió en la escena global hace más de una década, se ha convertido en un actor intrigante. Su presencia genera debate y especulación, ya que su naturaleza única lo posiciona de maneras diversas y a menudo contradictorias, dependiendo de la perspectiva de cada bloque geopolítico.

Para el bloque oriental, encabezado por naciones como China y Rusia, Bitcoin ha sido percibido como una herramienta con un potencial significativo para desafiar el statu quo financiero global, dominado por el dólar estadounidense. La creación de Bitcoin como una alternativa a las monedas fiat controladas por los gobiernos resuena con la búsqueda de una multipolaridad monetaria. La idea es reducir la dependencia del dólar, que ha sido el pilar de la supremacía financiera occidental. 

Además, la naturaleza descentralizada y pseudónima de Bitcoin lo convierte en un posible mecanismo para eludir las sanciones financieras impuestas por Occidente. Países bajo regímenes de sanciones podrían explorar y ya han explorado el uso de criptomonedas como una vía para mantener flujos económicos, aunque con limitaciones inherentes a su volatilidad y escalabilidad para grandes volúmenes. Rusia, por ejemplo, ha mostrado un interés en la minería de criptomonedas como una industria estratégica, reconociendo su potencial en un entorno de sanciones.

En contraste, para Occidente, y particularmente para Estados Unidos, Bitcoin se presenta bajo una luz dual. Por un lado, se celebra como una manifestación de la innovación tecnológica y la libertad de mercado, valores que a menudo se alinean con los principios económicos occidentales. Existe una visión que aspira a convertir a Estados Unidos en una "superpotencia de Bitcoin", fomentando su adopción y desarrollo tecnológico. No se trata necesariamente de reemplazar el dólar, sino de considerar Bitcoin como una forma de "oro digital" o un activo de reserva que complemente las finanzas tradicionales. La idea de una Reserva Estratégica de Bitcoin (SBR) refleja un interés en capitalizar su valor percibido. La reubicación de la infraestructura de minería de Bitcoin desde China hacia Occidente y otras regiones tras las restricciones impuestas por Beijing, ha sido vista por algunos como una oportunidad para consolidar una ventaja en este sector.

Sin embargo, la complejidad de Bitcoin reside en su "doble uso". Al igual que muchas tecnologías avanzadas, desde la energía nuclear hasta la inteligencia artificial, Bitcoin y la tecnología blockchain subyacente pueden ser empleadas con propósitos diversos, tanto beneficiosos como perjudiciales. La misma descentralización que atrae a libertarios e innovadores, también es una fuente de preocupación para los gobiernos que buscan mantener el control sobre los flujos financieros y prevenir actividades ilícitas como el lavado de dinero o la financiación del terrorismo.

Esta dualidad ha provocado una intensa lucha por la regulación y el control de Bitcoin en ambos bloques. Mientras Occidente se esfuerza por establecer marcos regulatorios que protejan al inversor y combatan la actividad criminal, Oriente, con China a la cabeza, ha adoptado un enfoque más restrictivo, llegando incluso a prohibiciones en el pasado, aunque esta postura está en constante evolución. China, por ejemplo, ha invertido en la construcción de su propia infraestructura blockchain controlada por el estado buscando establecer estándares técnicos y principios de gobernanza chinos a nivel global, lo que podría interpretarse como un frente en la guerra fría tecnológica dentro del espacio blockchain.

Ahora bien, el rol de Bitcoin en la Guerra Fría tecnológica dista de ser sencillo. Su naturaleza inherente lo convierte en una tecnología con características que pueden ser percibidas como una amenaza o una oportunidad por ambos lados. Su potencial para alterar el sistema financiero tradicional lo sitúa como un actor relevante en esta dinámica geopolítica, donde cada bloque busca moldear su uso y narrativa a sus propios intereses estratégicos.

No obstante, es crucial considerar que la posición de Bitcoin como una "pieza clave" podría ser, en cierto modo, una sobredimensión de su impacto real en el tablero geopolítico actual. Si bien tiene un papel, es probable que tecnologías como la inteligencia artificial, la computación cuántica y los semiconductores tengan un impacto estratégico mucho más directo y fundamental en la balanza de poder global que una herramienta financiera cuyo uso, a gran escala, aún es marginal en comparación con la vastedad de la infraestructura financiera global existente.

Más allá de la retórica, el verdadero desafío para Bitcoin en esta contienda tecnológica radica en su volatilidad inherente y su limitada escalabilidad para transacciones masivas. Estas características intrínsecas restringen su idoneidad como una reserva de valor estable para los Estados o como un medio de pago global para el comercio a gran escala, a pesar de los esfuerzos por mejorar su infraestructura. La narrativa de Bitcoin como un pilar en la desdolarización o como un arma financiera de primer orden, a menudo ignora la complejidad y la robustez del sistema financiero fiduciario establecido, el cual sigue moviendo trillones de dólares diariamente.

Asimismo, la aparente aceptación de Bitcoin por parte de algunos gobiernos occidentales, o incluso su promoción, podría interpretarse como una estrategia más sutil que el mero reconocimiento de una tecnología innovadora. Es plausible que, en lugar de intentar suprimir lo incontrolable, se busque la integración controlada. Al incorporar a Bitcoin dentro de marcos regulatorios, los Estados podrían no solo mitigar riesgos, sino también recopilar inteligencia sobre flujos financieros y usuarios, transformando su pseudonimato en una herramienta de vigilancia. Esto diluiría su naturaleza descentralizada y su potencial disruptivo inicial, convirtiéndolo en un activo más dentro de un sistema financiero regulado, pero con la ventaja de ofrecer una ventana a transacciones que antes eran más opacas.

En este sentido, el intenso debate público y las recurrentes controversias en torno a la regulación de Bitcoin, su impacto ambiental o su uso en actividades ilícitas, podrían desviar la atención de estrategias geopolíticas más profundas. Mientras la conversación se centra en la criptomoneda, las potencias invierten masivamente en el desarrollo de la inteligencia artificial, la computación cuántica y la ciberseguridad, tecnologías que son verdaderamente el motor de la próxima fase de la Guerra Fría tecnológica y que tendrán un impacto directo en la seguridad nacional y la economía mundial. Así, Bitcoin podría ser, en última instancia, no tanto una bala de plata, sino un indicador de vulnerabilidades en el sistema financiero tradicional y un catalizador para la innovación en un espacio más amplio, pero no necesariamente el campo de batalla decisivo.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.