Lo que ocurre en China, nos guste o no, tiene un impacto en todo el mundo. Estamos en un mundo globalizado. Todo es interdependencia. Todo se interconecta. Lo que podría tener sus grandes ventajas, pero, por otro lado, complica las cosas en muchos sentidos. Una de las características de la globalización es la concentración de la producción. Ahora las cosas se fabrican en unos pocos lugares en nombre de la eficiencia. Sin embargo, eso crea una fragilidad sistémica bastante considerable. Una falla en unos de esos lugares claves y todo el mundo sufre las consecuencias ¿Qué está pasando en China?

En pocas palabras, nuevas restricciones y confinamientos, debido a nuevos brotes del coronavirus en ciudades como Shanghái, están poniendo en peligro (aún más) las cadenas de producción y distribución. La severidad de las medidas está generando caos en la ciudadanía en la forma de compras nerviosas y acaparamiento. Al parecer, se ha tomado una actitud de “sálvese quien pueda”. O sea, las cosas no estaban del todo bien. Pero ahora se han vuelto mucho peor. Para el resto del mundo, esto significa retrasos importantes en la entrega de pedidos y aumentos en el precio de muchos bienes de consumo. En otras palabras, una mayor inflación. Lo que podría obligar a las autoridades monetarias a tomar medidas aún más fuertes en lo que corresponde a la política monetaria. Ciertamente el retiro de liquidez podría ser mayor de lo anticipado. Por ende, los inversores se preocupan y los mercados, en consecuencia, están sufriendo bajas.

Ya es obvio que China está dando un giro. La estrategia de hoy no es la misma de hace 20 años atrás. En muchos aspectos, el país se está cerrando. Están mirando más hacia adentro. Se camina con más orgullo. Y se habla con más fuerza. El señor Xi Jinping, presidente del país, tiene más control de su partido. El partido tiene más control del gobierno. Y el gobierno tiene más control de la sociedad. El sector privado no es tan libre como antes. Y el empresario ya no es tan autónomo. Todo parece indicar que ahora sí importa el color del gato. En el mundo, la imagen de China se encuentra bastante baja en comparación a épocas anteriores. Los inversores saben que pueden colocar su capital en China. Pero los inversores no tienen las garantías de que van a poder sacar su capital del país. El partido va por el control total.

He ahí el gran meollo de la globalización. Nos hace depender de países autoritarios y poco amigables al otro lado del mundo. Y esto lo sufrimos, porque no podemos resistirnos a la tentación de los precios bajos. La producción concentrada en un punto baja los precios. Lo gigante baja los precios. En otras palabras, producir en casa es más costoso. Palabras más, palabras menos, la globalización es deflacionaria y el nacionalismo económico es inflacionario. Un mundo globalizado es más vulnerable. Pero un mundo desglobalizado es mucho más caro. Producir en casa es más costoso debido a una mano de obra más costosa y debido a una producción más fragmentada. En este caso, la salvación podría ser la tecnología (la automatización, AI, robótica, etc). Pero la tecnología también tiene su lado oscuro en lo que respecta al mercado laboral y al consumo energético.

Las aspiraciones chinas de mirar hacia adentro también implican un cambio en la configuración de su economía. Me refiero a un énfasis en el sector comercio, finanzas, tecnología y servicios de su enorme mercado interno. En consecuencia, se podría presentar una reducción en la demanda de mercancías y materias primeras. Malas noticias para Latinoamérica. Además, podría ver un desinterés relativo a las exportaciones. 

Somos más dependientes que nunca. Pero estamos más divididos que nunca. Queremos crecimiento económico. Queremos bajos precios. Pero, al mismo tiempo, queremos empleo pleno, altos salarios y soberanía económica. No queremos depender de China. Pero, al mismo tiempo, preferimos sus productos por ser más baratos que la producción nacional. En otras palabras, queremos independencia, pero no estamos dispuestos a pagar el precio de la independencia.

¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa volatilidad para los mercados mientras los inversores buscan mayor claridad. Los inversores se preocupan ante los temores de una posible recesión. En estos casos, el comportamiento típico es vender los activos más riesgosos para buscar refugio en activos más estables (oro, dólar, euro, bonos-T). El peor de los escenarios es una crisis inflacionaria con decrecimiento económico (estanflación). Eso es lo que más se teme y, precisamente, lo que se quiere evitar.

¿Cómo se comporta Bitcoin en estos casos? Aquí debemos apoyarnos en la evidencia y no en la narrativa. Bitcoin, en estos casos, se comporta como un activo de riesgo. Se trata de un activo que prospera muchísimo en tiempos de optimismo y liquidez. Pero se comprime en tiempos de pesimismo e iliquidez. Debemos recordar que Bitcoin es un código. Y ese código representa una tasa de cambio en un mercado de pares. Bitcoin no posee valor intrínseco. Su valor es monetario. Es un medio de intercambio. No es un activo de “creación de riquezas” sino un activo de “transferencia de riquezas”. No es una granja. Es un código. Y ese código se beneficia de la abundancia.

La situación actual hace más difícil el trabajo de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Ciertamente, la inflación es demasiado alta. Sin embargo, un retiro de liquidez demasiado violento puede causar más problemas aún. Claro que es necesario bajar la inflación. Pero nadie quiere una recesión. La situación es terriblemente complicada. Y no hay soluciones sencillas. Sabemos que se irán reduciendo los libros gradualmente en lo que corresponde a la expansión cuantitativa (QE). Y, por supuesto, el aumento gradual de las tasas de interés. ¿Será suficiente? ¿Será demasiado? 

Los inversores en estos momentos temen que todo lo que puede salir mal, en efecto, saldrá mal. Y muchos analistas ya están usando la palabra “recesión” a diario para hablar de los próximos años. No se ve, por ahora, luz al final del túnel. Por ende, hemos entrado en una ola pesimista que obviamente perjudica los mercados. Es posible que se trate de una exageración. Sin embargo, todavía es muy prematuro para saberlo a ciencia cierta. Ha llegado el momento de ser pacientes. No, no es momento de vender. En mi opinión, es momento de esperar. 

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