Las autoridades políticas y los bancos centrales de Estados Unidos y Europa aseguran que el sistema financiero es sólido y estable. Sin embargo, la situación es preocupante, porque eso mismo se decía antes de los colapsos bancarios. Y eso es lo que siempre se dice. Porque las autoridades en estos casos querían calmar al público para evitar un problema mayor. He ahí el gran meollo de esta historia. La solidez y la estabilidad de la banca dependen principalmente de la confianza. El miedo y el pesimismo pueden destruirlo todo en cuestión de horas. ¿Estamos ante un momento Lehman Brothers?

Lo que está ocurriendo obviamente nos recuerda mucho a la crisis financiera del 2007-8. ¿Qué ocurrió en aquel entonces? En pocas palabras, todo comenzó con la burbuja del mercado inmobiliario. El sueño de construir una “sociedad de propietarios” se convirtió en endeudarse (más de la cuenta) para comprar inmuebles sobrevalorados. Una demanda tan elevada subió mucho los precios. Y todo esto fue posible gracias al crédito fácil y barato. Naturalmente, la fiesta terminó en desastre.

La aspiración de tener casa propia sirvió como el motor principal de un boom basado en el crédito y la especulación. Debido a la imprudencia y a la codicia, todos los partes cayeron en los excesos. Los bancos dieron préstamos a personas que no podían pagarlos. El ciudadano común recibió préstamos que no podía pagar. Y todos aplaudieron esta “democratización del crédito” de la sociedad de propietarios. Los políticos estaban felices con esto. Todos estaban felices. Después de todo, ¿acaso los pobres no pueden tener una casa propia?

En este capítulo, los bancos todavía eran nuestros amigos. La pareja de recién casados, por ejemplo, llegaba a solicitar un préstamo para comprar una casa. El banco les prestaba el dinero sin mucho papeleo. En cuestión de días o semanas, los enamorados tenían su propio nido de amor. En otras palabras, estamos hablando del sueño americano. La envidia de Latinoamérica. Cualquiera puede tener casa propia y auto propio. ¿Cómo es posible? Porque hay trabajo y buenos sueldos. Y, muy importante, porque hay acceso al crédito. Crédito para el consumo. Crédito para la inversión. Crédito rápido, accesible y barato.

El problema es que ese sueño americano no es gratis. Tiene un costo. Y ese costo es el endeudamiento. Una vivienda es principalmente gasto. Cierto que es una propiedad. Pero una propiedad que no genera ingresos. De hecho, todo lo contrario. Entonces, para efectos prácticos, se trata de un pasivo. Eso implica que, tarde o temprano, esa deuda se convierte en un peso. O, dicho de otro modo, la sociedad de propietarios es, en el fondo, una sociedad de endeudados.

La burbuja inmobiliaria explotó. Con la caída de la demanda, los precios desplomaron. Los impagos aumentaron peligrosamente. ¿Qué es el crédito? El crédito es pasivo para el deudor y activo para el acreedor. Lo que implica que las fallas del deudor son las pérdidas del acreedor. Aquí hubo excesos por todos lados. Se asumieron demasiados riesgos. Nadie, sin embargo, asumió la responsabilidad de lo ocurrido. La gente culpó a los banqueros. 

¿Y ahora? La inflación se salió de control. Y la Reserva Federal de los Estados Unidos se vio en la obligación de subir las tasas de interés para endurecer la moneda. Lo que se pretende es retirar liquidez del sistema, aumentando los costos de crédito. De esta forma, se reduce la demanda. Y, finalmente, restaurar el equilibrio entre el suministro y la demanda. En otras palabras, retornar al antiguo 2% de inflación anual.

Este “aumento de los costos del crédito” (en teoría) aumenta los beneficios de los bancos. Sin embargo, el aumento de los costos del crédito desacelera la economía. ¿Por qué? Porque la gente evita endeudarse. Para muchas empresas, debido a la disminución de la demanda, bajan los ingresos. Aumentan los despidos. El efectivo se acumula. La inversión baja. El gasto cae.

Esa situación afecta mucho a los bancos. En particular, la situación pone a prueba la relación entre los pasivos, los activos y la liquidez. Si los clientes de un banco retiran su dinero al mismo tiempo, eso se puede convertir en un problema de liquidez. Porque la gran mayoría de los bancos tienen su dinero en activos ilíquidos. Los bancos más pequeños en los Estados Unidos, debido a una regulación más laxa, son más débiles en este sentido. Eso los expone más a las corridas bancarias. En este momento, el dinero está saliendo de los bancos más pequeños para ir a los más grandes.

Varios bancos han caído. Pero las autoridades han respondido de manera rápida y contundente. Los mecanismos de protección se activaron. Y la situación, al parecer, se ha logrado contener. Sin embargo, todavía estamos caminando en territorio muy peligroso. La quiebra de un banco, por lo general, produce un efecto dominó. 

Además, tenemos otro fenómeno. La quiebra de varios bancos tiene un efecto en todo el sistema bancario. Los bancos se vuelven más conservadores. Por su propia seguridad y su propia tranquilidad, ante una crisis de este tipo, los bancos comienzan a acumular capital. Se vuelven un poco paranoicos al respecto. Después de todo, nadie quiere quedarse sin liquidez en medio de una crisis de liquidez.

La escasez de dinero es fatal para la economía. Y, precisamente, ese es el efecto de una crisis bancaria. Si la gente pierde la confianza en la banca y la banca como medida de protección se vuelve más conservadora y temerosa, el dinero deja de circular. El dinero se acapara y sube de valor. Esto hay que evitarlo a toda costa.

Lo que necesitamos es liderazgo. La respuesta rápida y contundente por parte de las autoridades ha calmado bastante a los mercados. Es decir, en ese sentido, esta crisis comenzó con mejor pie que la anterior. Por una parte, las autoridades cuentan con más herramientas y ahora tienen más experiencia. Por otra parte, no se trata del colapso del importantísimo mercado inmobiliario. En este caso, se trata (aparentemente) de una crisis de liquidez un poco más sencilla y se puede solucionar con inyecciones de liquidez. Dedos cruzados. 

No hay que ser un genio para saber que los verdaderos beneficiados de todo esto serán los grandes bancos. ¿Y el oro? ¿Y Bitcoin? Los alcistas de ambos activos han logrado aprovecharse de la situación para captar compradores. Cierto. Sin embargo, sería ir muy lejos pretender que estamos ante el fin de los bancos. ¿Los promotores de la autocustodia tendré su utopía a raíz de esta coyuntura? Francamente, no lo creo. Para mí, más que el oro y Bitcoin, los vencedores de esta crisis serán los grandes bancos.

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