En los últimos años, hemos visto un retroceso en el proceso de globalización. Eso no es nuevo. Sin embargo, con la llegada del este proceso evidentemente se ha acelerado bastante. Es decir, la pandemia ha servido como catalizador. Muchísimas de las cosas que compramos han sido diseñadas en o , pero seguramente han sido fabricadas en Asia. Bueno, esto podría cambiar en el futuro. Las tensiones internacionales en materia comercial están impulsando una nueva era de proteccionismo económico que podría reconfigurar la economía mundial. ¿Qué rol podría jugar en este nuevo capitalismo? 

La desglobalización es un proceso impulsado principalmente por la política. El populismo en particular ha calado en un sector muy importante de la clase obrera. Históricamente, estos sectores se han inclinado hacia la izquierda política, pero eso ha cambiado mucho últimamente. Ahora es la derecha la que se presenta como el paladín de la clase obrera. El nacionalismo político y económico es la nueva utopía. 

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Claro que debemos reconocer que no todos son ganadores con la globalización. Obviamente que hay unos sectores que se han beneficiado más que otros. El sector manufacturero, en particular, ha sufrido mucho en este periodo. Y también podemos incluir a la agricultura en esto. Muchas fábricas han cerrado sus puertas. Muchas empresas han preferido fabricar en otros países en busca de mano de obra barata. Mientras tanto en los países más desarrollados, industrias enteras han desaparecido. Eso ha afectado principalmente a la población con menos educación. Y, naturalmente, esta población no está muy satisfecha con la globalización. 

La desinversión en el sector manufacturero, la automatización de los procesos, la inmigración y el debilitamiento crónico del movimiento sindical han contribuido notablemente en el deterioro sistemático de los salarios. De hecho, los salarios no han aumentado en muchísimos años. Esto obviamente ha creado mucho resentimiento en las poblaciones más perjudicadas. 

En este periodo, la política se volcó en torno a la identidad. La derecha se enfocó en el voto religioso y la izquierda se centró en la diversidad social. Más allá de esto, ambos bandos orbitaron en el centro político, promoviendo conjuntamente la globalización y la desregulación. Este fenómeno ha traído como consecuencia que un importante sector de la población se quede sin representación política. O sea, los perdedores de la globalización se quedaron sin voz por mucho tiempo. 

El problema es que cuando los políticos excluyen a una población por mucho tiempo, eso tiene consecuencias. La sociedad puede marginar o ignorar a un sector por un tiempo, pero, tarde o temprano, eso termina siendo contraproducente. El resentimiento es una fuerza muy poderosa. Y el populismo ha podido construir una base en torno a ese resentimiento. Ahora el enemigo es la elite. Y el establishment es el origen de todos los males. 

Ahora bien, el resentimiento es una motivación muy peligrosa, porque el resentido está dispuesto a destruirlo todo para saciar su rabia. El espíritu antisistema radicaliza, polariza, y divide. En otras palabras, el resultado inevitable es el caos. Los problemas pueden ser legítimos. Y la necesidad de reforma puede ser urgente. Pero las soluciones necesitan la cooperación de todos los sectores. He ahí la gran ironía del populismo. Quieren solucionar el problema de ratas quemando el barco entero. 

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Pese a todas sus desventajas, la globalización ha tenido su lado bueno. Uno de los aspectos más favorables ha sido la presión deflacionaria que ejerce. En otras palabras, la globalización baja los precios. He ahí un detalle que debemos destacar. Si los países comienzan a colocar barreras en la forma de aranceles y restricciones, eso tendrá consecuencias. Todo será más costoso, porque los costes de producción serán más elevados. El puede subir artificialmente los sueldos y se pueden restringir las importaciones. Pero el incremento de los precios será inevitable. En otras palabras, el peligro de la desglobalización es la inflación en un contexto de poco crecimiento económico. El riesgo de estanflación es inmenso. El mundo entraría en una crisis al estilo latinoamericano. 

Claro que no estoy insinuando que debemos mantener la globalización a toda costa. Los perdedores de la globalización tienen razón en sus demandas. Pero frenar el proceso radicalmente, promoviendo un nacionalismo económico motivado por el resentimiento no será bonito. La globalización tiene muchas fallas, pero la medicina que se está planteando podría ser peor que la enfermedad. 

Uno de los grandes problemas será el flujo de capitales. El nacionalismo económico siempre quiere mantener los capitales dentro de las fronteras nacionales. Lo que quiere decir que un mundo desglobalizado es un mundo repleto de fricciones. Las fricciones son fatales para el crecimiento económico y fomentan la proliferación de mercados negros. 

En medio del caos monetario que incentivaría la desglobalización, Bitcoin podría tener mucha utilidad. Y eso es algo que la comunidad Bitcoin subestima muchísimo. Siempre se habla de Bitcoin como un reemplazo del .  Y cualquiera podría llegar a creer que Bitcoin es un movimiento que plantea un cambio radical en materia monetaria. Sin embargo, en la práctica, el asunto es ligeramente diferente. En realidad, las están sirviendo como puentes en la eliminación de fricciones. En países con muchas restricciones monetarias, Bitcoin tiende a prosperar. No es un sustituto de la moneda, sino un complemento de la moneda. 

Si nos guiamos por lo que leemos en , se podría llegar a pensar que la meta final es poder comprar cosas con Bitcoin. El famoso café. Es decir, la adopción en el comercio minorista. Sin embargo, si nos vamos a la realidad, la demanda no proviene del comercio minorista. Bitcoin es importante en el mercado de divisas y en mercados expuestos a muchas restricciones regulatorias. 

El caso argentino es particularmente interesante en este aspecto. Por varios años, ha registrado grandes volúmenes de transacciones en los mercados OTC. Muchos atribuyen eso a la inflación en el país. Sin embargo, luego, , de un día para otro, comenzó a competir con los volúmenes de Venezuela. ¿Por qué? ¿La inflación también? 

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Es evidente que la implementación de un control de cambio es el factor determinante aquí. Es decir, existe una relación entre el mercado negro del dólar y Bitcoin. Lo que tenemos es un triángulo amoroso. Peso, Bitcoin, dólar. En el caso argentino. Y bolívar, Bitcoin, dólar. En el caso venezolano. Lo que se presenta aquí no es la hipótesis del sustituto, sino la del complemento o puente. El fenómeno se repite en , en , y en , por ejemplo. Esto no es casual. De hecho, tenemos una tendencia. 

Ahora bien, en un mundo fragmentado, Bitcoin podría ser un gran puente. Seguramente, el fenómeno se dará en algunos países más que otros. Todo depende del grado de fricción. En Asia, las monedas estables han crecido muchísimo últimamente y es muy posible que este incremento esté relacionado con el movimiento de capitales. No me sorprendería que esta tendencia se acentúe en el futuro en medio de un mundo cada vez más desglobalizado.