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Gustavo GodoyGustavo Godoy

Por qué las decisiones de los bancos centrales siguen siendo el foco principal

¿Las decisiones de los bancos centrales impactan Bitcoin y los activos de riesgo? No siempre estuvo claro

Por qué las decisiones de los bancos centrales siguen siendo el foco principal
Opinión

Hubo un tiempo, no hace mucho, en el que sugerir que los bancos centrales ejercían algún tipo de influencia sobre el precio de Bitcoin era poco menos que una herejía. No se interpretaba como una simple observación económica, sino casi como una declaración política, una afrenta a la esencia misma de lo que Bitcoin representaba. En los foros especializados, bastaba con insinuar que las tasas de interés podían tener un impacto en el sentimiento de los activos de riesgo, incluido Bitcoin, para que uno fuera tildado inmediatamente de keynesiano o, peor aún, de estatista.

Esta postura intransigente provenía en gran medida de la herencia libertaria que permeó los primeros días de la criptomoneda. Se creía firmemente que Bitcoin era una especie de planeta alternativo, inmune a las fuerzas gravitacionales del sistema financiero tradicional. En ese universo, el mundo entero latía al ritmo del espíritu libertario, y el dólar, junto con otras monedas fiat, era visto como un trozo de papel inservible, la creación fraudulenta de bancos centrales dedicados a la “impresión infinita”. La idea de que estas instituciones, tan despreciadas, pudieran influir en el precio de un activo diseñado para subvertir su dominio, era impensable.

Sin embargo, con el paso del tiempo, y a medida que la comunidad de Bitcoin ha madurado, estas posturas se han ido moderando. Lo que antes era un dogma inquebrantable ha dado paso a una comprensión más matizada de la realidad. Ahora, cuando se habla de los bancos centrales, y principalmente de la Reserva Federal de Estados Unidos, el bitcoiner promedio escucha. Ha llegado a comprender que la gran mayoría de los inversores no guían sus decisiones al compás de una revolución ideológica, sino por aspiraciones mucho más prosaicas: ganar dinero. En el mundo real. Y la liquidez, esa capacidad de comprar y vender Bitcoin con facilidad, es un factor que innegablemente influye.

Se ha comprendido que Bitcoin es, en muchos sentidos, un juego de dos. Es el código, sí, pero también es el dólar, o cualquier otra moneda fiduciaria con la que se empareje. Es un par. Y la abundancia o escasez de uno de los elementos de ese par influye de manera notable en el precio del otro. En el plano anecdótico y subjetivo, es decir, en mi opinión, la comunidad comenzó a entender esta dinámica una vez que presenció cómo Bitcoin se disparó con las inyecciones masivas de liquidez durante la pandemia. Y, de la misma manera, comenzó a caer una vez que la inflación se convirtió en un problema ineludible y la Fed anunció la primera subida de tasas después de una década de tipos prácticamente por los suelos.

La evidencia de que la Fed ejercía una influencia era ya abrumadora. Por muy libertario, antiestatista o antikeynesiano que uno fuera, negarlo se había vuelto una locura. La ilusión de que los bancos centrales no tenían nada que ver con el precio de Bitcoin pudo mantenerse en el contexto de tasas de interés relativamente estables y bajas durante mucho tiempo. Era un período de calma, donde el flujo de capital no se veía tan directamente afectado por las decisiones monetarias. Pero una vez que ese contexto se tornó mucho más complejo, con una inflación galopante y la necesidad de acciones drásticas por parte de los bancos centrales, esa ilusión se volvió insostenible.

Ahora, todos estamos atentos. Las ruedas de prensa de la Fed, las actas de sus reuniones y los discursos de sus presidentes son seguidos con una atención que antes se reservaba solo para los anuncios de Elon Musk o los desarrollos del protocolo. Las ideas de un mundo sin bancos centrales, aunque siguen siendo temas válidos en los debates políticos y en las esferas de la economía teórica y especulativa, han quedado relegadas a ese ámbito. En el plano de la realidad operativa, en el sistema financiero actual, su influencia es innegable. Y reconocerla no es una declaración política, sino simplemente la aceptación de un hecho.

En la actualidad, las expectativas de una bajada de tasas de interés son, sin lugar a dudas, alcistas para Bitcoin y otros activos de riesgo. Por el contrario, la perspectiva de tasas altas es bajista. Esto era relevante antes, es relevante ahora y, con toda seguridad, seguirá siendo relevante por mucho tiempo más. Los mercados, incluidos los de criptomonedas, se mueven en gran medida por la liquidez y el apetito por el riesgo. Y ambos factores están intrínsecamente ligados a las políticas monetarias de los bancos centrales. Negar esta conexión sería ignorar una fuerza fundamental que moldea los flujos de capital globales y, por extensión, el valor percibido de los activos, independientemente de su naturaleza o su promesa de una futura independencia. La madurez implica reconocer las complejidades, no aferrarse a idealismos que no resisten el escrutinio de la realidad. La influencia de los bancos centrales es una de esas realidades que, aunque no encaje con la visión utópica inicial de Bitcoin, no puede ser ignorada.

Sin embargo, sería un error caer en el extremo opuesto, concediendo a los bancos centrales una influencia absoluta e incontestable. Si bien la correlación entre sus decisiones y el precio de Bitcoin es innegable en ciertos contextos, es crucial mantener un escepticismo sano. Bitcoin, a diferencia de los activos financieros tradicionales, posee una escasez programada que lo distingue fundamentalmente. Su oferta máxima es finita y predecible, una característica que ningún banco central puede replicar o manipular. Esta cualidad intrínseca le otorga una resiliencia a largo plazo frente a la devaluación inherente a las monedas fiduciarias, que están sujetas a la impresión ilimitada.

Además, el atractivo de Bitcoin no reside únicamente en su potencial de apreciación monetaria. Para muchos, sigue siendo un refugio contra la inflación, una herramienta de empoderamiento financiero en economías inestables, y un símbolo de soberanía individual. Estos factores ideológicos y fundamentales, aunque no siempre se reflejen en la volatilidad diaria, son pilares que sostienen su valor subyacente. Reducir Bitcoin a una mera extensión del sistema fiduciario sería ignorar su propuesta de valor única y su potencial disruptivo. La atención que hoy prestamos a la Fed es una adaptación pragmática, no una capitulación. Es reconocer el tablero de juego actual, sin olvidar que Bitcoin aspira a redefinir las reglas del juego a largo plazo, trascendiendo las fluctuaciones dictadas por los ciclos de política monetaria. Su resistencia fundamental, su código inmutable, sigue siendo el contrapeso definitivo a la variabilidad de la política centralizada.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.