El año 2023 fue un año sorprendente para la economía mundial. Contra todo pronóstico, no hubo una recesión global, ni siquiera en Estados Unidos, el país que muchos auguraban que entraría en una crisis profunda. ¿Cómo se explica este fenómeno? ¿Fue el mercado más inteligente que los economistas? ¿O fue solo una cuestión de suerte?

En el contexto de la predicción, un análisis sensato no tiene más opción que hacer sus pronósticos basándose en patrones y modelos del pasado. Predecimos en memoria. Confiando que las cosas irán como de costumbre. Claro que en la mayoría de los casos todo marcha sobre los rieles. Y nuestras teorías del mundo basadas en la experiencia cumplen con los patrones conocidos de causa y efecto. Los seres humanos se orientan el mundo de esta manera. Y estos es verdad para todo. Incluyendo en materia de economía y finanzas.

Sin embargo, con frecuencia, nuestros pronósticos no se cumplen. Pero eso no significa que nuestros análisis fueron malos o defectuosos. Tampoco significa que los expertos no saben de lo que hablan. Por lo general, lo que significa es que los modelos basados en el pasado no funcionan muy bien al predecir tiempos muy atípicos. En otras palabras, el modelo determina lo probable. Pero si lo improbable sucede, los modelos fallan. Y los pronósticos de los expertos no se cumplen.

Entonces, sí. Los economistas se equivocaron al predecir una recesión para el 2023. ¿Quiere decir que el mercado acertó? No, quiere decir que el mercado tuvo suerte. La mayoría de los economistas y expertos se equivocaron al pronosticar una recesión en Estados Unidos para el año 2023. La economía estadounidense se mantuvo fuerte y resistió la presión inflacionaria y las subidas de tipos de interés de la Reserva Federal. Los beneficios de las empresas no cayeron, el mercado laboral se enfrió un poco, pero siguió sólido. Definitivamente, la narrativa y la expectativa jugaron un papel importante en el comportamiento de los inversores.

¿Qué pasó? ¿Qué factores explican este resultado inesperado? Pues bien, hay varias posibles respuestas, pero ninguna es definitiva ni excluyente. Lo que pasó fue que la gente siguió gastando, a pesar de un crédito más costoso. Lo que pasó fue que las empresas siguieron trabajando, innovando y adaptándose a los cambios. Lo que pasó fue que las cadenas de producción y distribución lograron recuperarse más de lo esperado de los efectos de la pandemia y las tensiones comerciales. En fin, una serie de elementos que se unieron de un modo muy particular para mantener la demanda relativamente alta. Pero, al mismo tiempo, bajar la presión inflacionaria con mayor productividad.

Pero no todo fue color de rosa. También hubo riesgos y desafíos que no se pueden ignorar. La desigualdad social se agravó, el cambio climático se aceleró, y la geopolítica se complicó. Además, la batalla contra la inflación no está ganada, y hay que tener una visión crítica y objetiva de lo que ocurre en el mercado de Bitcoin, donde los mineros han perdido poder e influencia.

Ahora queda la gran pregunta: ¿Tendremos la misma suerte en el 2024? ¿Podremos evitar una recesión que parece inevitable a largo plazo? ¿O será el momento de enfrentar las consecuencias de nuestros excesos y desequilibrios? No lo sé. Nadie lo sabe. Lo único que sé es que debemos estar preparados para lo que venga. Y que debemos educarnos y promover el pensamiento crítico y objetivo. Solo así podremos tomar las mejores decisiones para nuestro futuro.

Ahora bien, ¿es el optimismo actual justificado? ¿Es el soft-landing una realidad o una ilusión? ¿Qué riesgos y oportunidades se presentan para el mercado de las criptomonedas en este escenario?

Para responder a estas preguntas, hay que analizar con más detalle los factores que han permitido evitar la recesión en el 2023. Y también los que podrían provocarla en el 2024.

Uno de los factores clave ha sido la política monetaria de la Reserva Federal. La Fed ha subido los tipos de interés de forma gradual y moderada, tratando de equilibrar el crecimiento y la inflación. Ha evitado así un shock en el mercado de deuda, que podría haber desencadenado una crisis financiera. También ha mantenido un nivel de liquidez suficiente para apoyar la actividad económica.

Sin embargo, esta política no está exenta de riesgos. Por un lado, la Fed podría verse obligada a subir los tipos más rápido de lo previsto, si la inflación se dispara o si el dólar se debilita. Por otro lado, la Fed podría quedarse sin margen de maniobra, si la economía se ralentiza. En cualquiera de estos casos, el mercado podría entrar en pánico y provocar una caída de las acciones, los bonos y las criptomonedas.

Otro factor importante ha sido el comportamiento de los consumidores y las empresas. A pesar del aumento del coste del crédito, la gente ha seguido gastando y las empresas han seguido invirtiendo. Esto se debe en parte a la confianza en el futuro, alimentada por la vacunación masiva y la recuperación de los sectores más afectados por la pandemia. También se debe en parte a la innovación y la adaptación, que han permitido mejorar la eficiencia y la competitividad.

No obstante, este comportamiento también tiene sus límites. Por un lado, el consumo y la inversión podrían frenarse si el poder adquisitivo se reduce o si las expectativas se deterioran. Por otro lado, la innovación y la adaptación podrían generar desafíos sociales y regulatorios, que podrían afectar negativamente al mercado de las criptomonedas. Por ejemplo, la transición energética, la digitalización, la ciberseguridad o la protección de la privacidad.

En conclusión, el 2023 ha sido un año sorprendente, pero no necesariamente un año milagroso. La economía mundial ha evitado la recesión, pero no ha resuelto sus problemas estructurales. El mercado de las criptomonedas ha seguido creciendo, pero no ha escapado a la volatilidad y la incertidumbre. El 2024 será un año decisivo, que pondrá a prueba la resistencia y la adaptabilidad de los agentes económicos. Y también la educación y el pensamiento crítico de los inversores.

No hay forma de saber lo que nos depara el futuro. El futuro es un misterio que nadie puede descifrar. Solo podemos vivir el presente y esperar lo mejor.

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