Lamentablemente, muchos asocian el concepto de riesgo con el pesimismo. El término “riesgo” es interpretado por muchos en su sentido peyorativo. Se vincula el concepto con el miedo. Lo “riesgoso” es lo inseguro. Lo “riesgoso” es lo dudoso. Lo riesgoso, en el fondo, es una especie de engaño. Entonces, decir que Bitcoin es un “activo de riesgo” es prácticamente una blasfemia. La etiqueta se entiende como un ataque. Y, cuando hay ataque, debe haber una defensa. “El único riesgo es tener dólares”. “El verdadero riesgo es no tener Bitcoin”. Estas frases nos revelan el gran malentendido en torno al riesgo.  

Todo pronóstico racional se basa en las probabilidades. Entonces, lo prudente es pensar en probabilidades. En consecuencia, lo imprudente en pensar absolutos. O sea, no hay certezas. Eso implica que no todo sucede acorde al plan. No somos infalibles. En muchos casos, nuestros pronósticos fallan. Pero, por lo general, no fallan por incompetencia. Fallan, porque a la par de lo probable también existe lo improbable. Es decir, lo excepcional también sucede. Hay días soleados. Pero también hay días lluviosos. Lo que predomina es el sol. Pero esto no quiere decir que nunca tendríamos un día de lluvia. Por ende, es conveniente prepararse para lo excepcional. Es decir, tenemos un plan A. Pero también hay que tener un Plan B en caso de que Plan A falle. No es pesimismo. Es gestión.

Una gestión del riesgo se diseña para reducir la incertidumbre de este mundo aleatorio y para minimizar las posibles pérdidas causadas por los eventos improbables. ¿Por qué tenemos un seguro de salud? La salud es nuestro Plan A por defecto. Nadie quiere tener un problema de salud. De hecho, podemos pasar muchos años en perfecta salud. Sin embargo, el riesgo de perder esa salud existe. Y ese riesgo lo podemos calcular en valor monetario. Entonces, se recurre a una aseguradora por protección. El asegurado no compra un seguro, porque quiere tener problemas de salud. El asegurado compra un seguro para cubrir ese riesgo. Con esta cobertura, reduce la incertidumbre y minimiza posibles pérdidas. En este caso, el riesgo se está gestionando.

Cuando realizamos una inversión, asumimos un riesgo. Se trata del riesgo de perder dinero con la volatilidad. Siempre se invierte con una expectativa. La meta es comprar para ganar dinero con la apreciación. Pero los mercados fluctúan. Si el precio de compra es inferior al precio de venta, obtendremos una ganancia. De lo contrario, obtendremos una pérdida. Esta pérdida es el riesgo. Las fluctuaciones del precio abren la puerta a las oportunidades (de ganar) y los riesgos (de perder). 

Ahora bien, las oportunidades y los riesgos se agrandan con una mayor volatilidad. Un activo muy volátil ofrece mucha oportunidad y mucho riesgo. O sea, la posibilidad de ganar mucho está estrechamente relacionada con la posibilidad de perder mucho. Lo contrario a un activo volátil es un activo estable. En el caso de un activo estable, no hay mucha oportunidad. No hay mucho riesgo. Lo que se obtiene es estabilidad y predictibilidad. Si el primero es un activo de riesgo, el segundo es un activo seguro.

El riesgo en la frase “activo de riesgo”, por lo general, hace referencia al riesgo financiero. O, mejor dicho, se refiere a la volatilidad del precio. No hace referencia a otras formas de riesgo como riesgos sistémicos o riesgos geopolíticos. La persona que no compra Bitcoin, por ejemplo, no se expone a su volatilidad. Por ende, no está expuesto a perder dinero con los vaivenes del precio. No está asumiendo ningún riesgo. 

Entonces, la frase “el único riesgo es no invertir en Bitcoin” es una frase más política que financiera. Seguramente, se refiere al posible colapso de las demás monedas debido a las fallas y vulnerabilidades del sistema establecido. Los conservadores, en particular, son muy dados a estos sentimientos en su rechazo al estatismo y en su promoción de un sistema monetario basado en una moneda dura. Aquí, con frecuencia, se cae en una falacia de equivocación al abusar de la palabra “riesgo” en sus múltiples significados. En criptotwiter, en el calor del debate, se suele representar el “riesgo sistémico” planteado por la ideología política como intercambiable al “riesgo financiero” de la volatilidad. Se utilizan los trucos semánticos para ganar un argumento. Pero este abuso del lenguaje, con propósitos propagandísticos, lo que hacen es crear confusión y caos.

El inversor idiosincrático puede ganar todos los debates jugando con el lenguaje. Pero no todos estamos en este negocio con una agenda político. Muchos estamos en esto con objetivos más prosaicos. Para muchos, es un asunto de dinero. Se invierte con metas meramente financieras. Y necesitamos una terminología más precisa para ser más efectivos. No es cuestión de ganar argumentos en Twitter. Lo que se busca es crecer financieramente. 

Supongamos que hemos realizado un pronóstico del precio. Digamos que nuestro pronóstico dice que el precio subirá un 30% en 12 meses. Y le hemos dado a este escenario una probabilidad de 70%. Entonces, decidimos comprar al precio del mercado actual con la aspiración de obtener una ganancia del 20% durante el lapso planteado. Claro que 70% no es 100%. Lo quiere decir que existe una probabilidad de que nuestro pronóstico falle. Para protegernos de esta eventualidad, colocamos un stop-loss de 10%.

Ahora tenemos un plan A y un plan B. La inversión es X. La ganancia la estamos estimando a un 20% de X. Y el riesgo lo estamos estableciendo a 10% de X. En este movimiento, el riesgo/ganancia ratio (risk/reward rate) es de 1:2. Arriesgamos 1 para ganar 2. Claro que lo más sensato es cubrir ese riesgo de varias maneras. Ese riesgo se puede cubrir con las ganancias de nuestras inversiones en instrumentos de renta fija, por ejemplo. De este modo, estamos añadiendo estabilidad y predictibilidad a nuestro portafolio.

Una gestión de riesgo permite que disfrutemos de las oportunidades, pero, al mismo tiempo, nos protege de los riesgos. Eso se logra alargando las ganancias y recortando las pérdidas. Se logra cuantificando el riesgo. Y se logra diseñando un portafolio diversificado y balanceado que sopese muy bien los riesgos y las oportunidades. Esto requiere un equilibrio inteligente entre los activos estables y los activos volátiles. La renta de lo estable debe poder cubrir el riesgo de lo volátil.

La palabra “riesgo” despierta muchas emociones. Los bitcoiners más fanáticos no quieren escuchar la palabra muy cerca de Bitcoin, porque pareciera que perjudica la reputación de la criptomoneda como reserva de valor y refugio seguro. Esto, al parecer, desarmoniza con la quimera de una moneda dura como panacea económica y utopía libertaria. Para la narrativa de los criptolibertarios, es muy importante presentar al oro digital como algo 100% seguro para poder vender al código como el arca de salvación para los conservadores.

Entiendo perfectamente que las idiosincrasias tienen mucho peso dentro de la comunidad cripto. Sin embargo, no podemos tapar el sol con un dedo. Invertir en Bitcoin implica un riesgo. Se trata de un activo sumamente volátil. Y lo más responsable es ser lo más transparente posible con estos riesgos. Con esto, no se pretende espantar a los inversores. Hablar del riesgo no es desalentar la inversión. En realidad, lo que se está fomentando es una inversión prudente y estratégica. Lo que se requiere es mayor educación en la gestión del riesgo. No es el fin del mundo. Gestión de riesgo. El llamado es a indagar más sobre el tema. 

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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