Según el Banco Mundial, la pandemia y la guerra en Ucrania han tenido un efecto considerable sobre el crecimiento económico (potencial). Y esto se dice por varias razones. Al parecer, casi todos los factores económicos que impulsaron el progreso y la prosperidad en las últimas tres décadas se están disipando. En consecuencia, los pronósticos para la próxima década están comenzando a reconocer estos cambios impuestos por la nueva realidad. De acuerdo a un informe de Banco Mundial publicado recientemente, se estima que, entre 2022 y 2030, el crecimiento potencial promedio del producto interno bruto (PIB) mundial disminuya aproximadamente un tercio respecto de la tasa de la primera década de este siglo y se ubique en torno al 2.2 % anual. ¿“Una década perdida”?

La tecnología y la globalización lograron bajar los precios con un aumento de la producción. El capital “barato” encontró a los lugares con la mano de obra más barata para invadir al mundo con productos más económicos. La producción se centralizó en unos pocos lugares. Y las cadenas de distribución se volvieron más complejas. El sistema funcionó muy bien por mucho tiempo. Pero el riesgo sistémico se incrementó significativamente.

La pandemia y la guerra en Ucrania expusieron las vulnerabilidades del sistema que se ha venido gestado durante las últimas décadas. Ahora los países, para reducir el riesgo sistémico, quieren retornar a una producción más cercana a casa. Me refiero a volver al nacionalismo económico. Lo que obviamente incrementará los precios debido al aumento en los costos de producción. 

Debemos reconocer varias cosas. En primer lugar, la población está envejeciendo. Y eso tiene dos consecuencias. Por un lado, el mercado laboral se verá afectado con una reducción en sus números. Adicionalmente, las políticas antimigratorias que han calado últimamente en los países más desarrollados añaden más presiones al mercado laboral.

Por otro lado, los inversores se vuelven más conservadores con la edad. Esto significa que los capitales, a la hora de invertir, seguramente, se inclinarán más por instrumentos de renta fija que por los activos más riesgosos. Esto, obviamente, tiene un efecto en los ingresos, en la inversión y en los salarios.

Si las últimas tres décadas se caracterizaron por las presiones deflacionarias, la próxima década se podría caracterizar por las presiones inflacionarias. Estas presiones se relacionan estrechamente con los problemas en el suministro. Los desafíos demográficos, geopolíticos, ambientales, logísticos y laborales se encuentran en tope de la lista de preocupaciones.

El problema energético es particularmente preocupante y lo podemos usar aquí como un ejemplo de la situción actual. Para nadie es un secreto que tenemos un problema de producción. Es decir, la capacidad para aumentar la producción mundial es bastante limitada debido a limitaciones en la infraestructura. Por mucho tiempo, no se ha invertido lo suficiente. Y ahora estamos pagando las consecuencias. Debemos recordar que las petroleras son los malos de la película. Y, en estos momentos, no es fácil encontrar financiamiento para la construcción de nuevas refinerías.

Este proceso de desglobalización es esencialmente inflacionario. Con una capacidad productiva mucho más limitada, no podemos esperar el mismo nivel de producción que antes. Durante la última década, la prioridad ha sido encontrar lo más económico. Si lo más “económico” era una fábrica china, esa fábrica china era la solución. Ahora, de pronto, lo más “económico” pasa a un segundo plano. Debido a la pandemia y a la guerra en Ucrania, hay otros factores que se deben tomar en cuenta. ¿Es conveniente depender tanto de la producción china? ¿Es conveniente depender tanto del petróleo ruso? ¿Es conveniente depender tanto del trigo ucraniano?

El endeudamiento, la inflación, el envejecimiento de la población, el aumento del costo del crédito, la escasez de capitales para la inversión, las tensiones geopolíticas, los desafíos logísticos, la caída de los inventarios, el populismo, el radicalismo, las sanciones, los conflictos bélicos, la imposición de aranceles, las políticas antimigratorias, y las fallas en la infraestructura, entre otras variables, colocan un techo a nuestro crecimiento (potencial) por un asunto de capacidad.

¿Y la crisis bancaria? ¿Y una recesión? Por supuesto que siempre es posible ir de mal en peor. Claro que una crisis bancaria de mayor magnitud reduciría la productividad aún más. Y, por supuesto, una recesión salida de control intensificaría todavía más nuestro problema de crecimiento. Muchas más cosas pueden salir mal. Y, normalmente, cuando muchas cosas pueden salir mal, muchas cosas salen mal.

No obstante, siempre hay un espacio para la esperanza. En este sentido, en el tope de la lista, se encuentra la tecnología. La tecnología es, en esencia, deflacionaria. Después de todo, la tecnología nos hace más productivos. Los avances en el campo de las energías alternativas, por ejemplo, tienen el potencial de solventar el problema energético. La inteligencia artificial, la robótica y la automatización pueden bajar los costos en muchas áreas. Y así. La tecnología es uno de los factores pueden llegar para salvar el día en esta nueva etapa. 

Ahora bien, la tecnología no es algo que avanza por sí sola. Se requiere inversión. Y, con un sector tecnológico tan golpeado, no se podría decir que el dinero está cayendo del cielo. Tanto startups como grandes tecnológicas están pasando por una mala racha en estos momentos. Debido a la caída de los ingresos, hay recortes de todo tipo. O sea, ahora hay menos dinero para la investigación, la innovación y el desarrollo, porque ahora la mayoría de las empresas del sector están en modo supervivencia. 

“Una década perdida” es un periodo caracterizado por el estancamiento económico prolongado. El Banco Mundial nos advierte de esta posibilidad de una década perdida para el periodo 2022-2030. O sea, el crecimiento anual promedio podría ser la mitad o menos al promedio de las últimas décadas. 

¿Qué significa una “década perdida” para los mercados? Por lo general, un eterno movimiento lateral. En el corto plazo, los precios suben. Los precios bajan. Pero siempre respetando la tendencia lateral en el largo plazo. La primera reacción es la negación. Porque ya estamos acostumbrados al crecimiento sostenido con ciclos bajistas relativamente cortos. Es decir, no es fácil desacostumbrarse. 

¿Tendremos una “década perdida”? No lo sabemos. Sin embargo, la posibilidad es real porque las condiciones están dadas. No es una certeza. Pero sí hay señales preocupantes. 

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión. 

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