Con deudas hasta el cuello, Argentina entró en default. ¿Qué significa esto? Bueno, que una parte de su deuda externa quedó impaga. El país entró en cesación de pagos el viernes 22 de mayo mientras todos comíamos pizza por el Bitcoin Pizza Day. Claro que el gobierno argentino desestimó el meollo como algo “anecdótico”. Según el Gobierno, solo se trata de un “default blando” de poco impacto.
Ese “default selectivo” es algo así como estar medio embarazado. Es decir, no se pagó, pero no dramaticemos el asunto. Es algo meramente “técnico”. Claro que, al no pagar (técnicamente) y tampoco estar avanzando mucho en las negaciones con sus acreedores para reestructurar la deuda, se podría asumir que el asunto es algo delicado, pero, al parecer, la situación está controlada. Incluso, aunque nos resulte increíble, se respira un aire de optimismo. El dólar se ha podido controlar, por fin. La mayoría piensa que el default es solo temporal y que, tarde o temprano, se podrá llegar un acuerdo con los bonistas.
La buena noticia para el nuevo presidente, Alberto Fernández, que a pesar de heredar una deuda pública que en total supera los 320.000 millones de dólares, cerca del 90% de su Producto Interno Bruto, sus acreedores, entre ellos el Fondo Monetario Internacional, todavía no están comparando a Argentina con Ecuador o Venezuela, los reyes de los impagos en la región. Claro, los argentinos en estos momentos le están poniendo velitas a papá Dios para que los acreedores que no vieron su dinero el pasado viernes no comiencen una batalla judicial en los tribunales internacionales. De hecho, es posible que este impago acelere las negociaciones de reestructuración. En medio de una pandemia y con problemas por todas partes, dudo mucho que los grandes fondos, que son los que han invertido en la deuda argentina, quieran entrar en una pesadilla legal en estos momentos.
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Y, ojalá, que no se activen los “seguros contra default” (CDS) que son una herramienta de los “buitres” para hacer desastres y hacer leña del árbol caído. Esperemos que estas aves carroñeras no entren en acción. De lo contrario, el caldo se puede volver morado.
Pese a la tregua entre los acreedores y el Gobierno, y pese a que las conversiones seguirán en una fecha futura, la oferta temeraria del Gobierno ha sido rechazada ampliamente. Alberto Fernández lo que quiere es pan dulce. O, como dirían en mi pueblo, pura “golilla”. Según el diccionario de la Real Academia Española, golilla es un adorno hecho de cartón que circulaba el cuello. En Argentina y Uruguay, es un pañuelo que usan los campesinos alrededor del cuello. En Venezuela, sin embargo, golilla significa cosa apreciable que se adquiere a un coste bajo o se logra con facilidad. Entonces, cuando digo que Alberto Fernández quiere pura golilla en las negociaciones de reestructuración estoy usando la connotación venezolana. El hombre evidentemente exageró. Pidió tres años de gracia y varias golosinas más de este estilo. Los bonistas obviamente que dijeron: No te vistas que para esa fiesta no vas.
En torno a este default, la buena noticia es que el asunto no se ha tomado como una tragedia. El golpe se toma con algo muy puntual. No te pago hoy porque estoy corto, pero mañana sí. No hay problema. Todo cool. La mala noticia es que se crea un precedente. Es decir, la cosa se puede poner de moda. Se hace costumbre y ahí sí se enreda nuestra cometa en el árbol. Si la película es un éxito, es posible que se animen a producir una secuela. El asunto se podría convertir en una serie. Y en menos que canta un gallo podríamos tener toda una franquicia al estilo de universo Marvel. Al latinoamericano le encanta pedir dinero prestado. El problema se presenta después, cuando el acreedor toca la puerta a cobrar. Ahí se convierte en el villano de la obra. Ok, pero si los impagos se vuelven el pan nuestro de todos los días, eso será un duro golpe para la reputación del país en los mercados financieros. Y tocará buscar financiamiento en Marte.
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Argentina no posee un mercado financiero interno consolidado, y su única opción es endeudarse en moneda extranjera. El país es adicto a endeudarse. Y su adicción siempre se remonta al Gobierno anterior en un ciclo vicioso que posiblemente comenzó durante la dictadura militar. La deuda externa siempre se vuelve impagable debido a que la moneda nacional, el peso argentino, se devalúa constantemente. El déficit fiscal casi nunca se controla. Se importa más de lo que se exporta y se gasta más de lo que se tiene. Un mal muy latinoamericano. Mientras tanto los ciudadanos se protegen comprando dólares. Pero no hay dólares para todos, porque el país no produce los suficientes. La trágica ironía de una economía que se sostiene con dólares, pero no tiene dólares.
Argentina esencialmente exporta productos con poco valor añadido y eso no basta para producir las divisas extranjeras que se necesitan. De vez en cuando, las cosas mejoran cuando los precios de las materias primas suben en el mercado internacional. Pero, este momento, en tiempos del coronavirus, la cosa se está poniendo color de hormiga.
Mientras la mayoría de los criptoanalistas en el mundo ven lo que quieren ver en el caso Argentino, cegados por la narrativa libertaria cripto vs fiat que se repite más que un niño viendo una película de Disney, el gobierno argentino ya se dio cuenta que en Argentina no existe una pelea entre Bitcoin y el dólar. De hecho, lo que hay es un matrimonio. El Gobierno ha implantado un control cambiario para evitar la fuga de capitales durante su crisis. Entonces, como siempre, ha surgido un mercado paralelo del dólar, el famoso dólar blue. En el contexto del dólar blue, mercados como Localbitcoins han visto su volumen irse al cielo. Bitcoin se está moviendo mucho en Argentina, no como una moción en contra del dólar sino por el dólar. El dólar blue y Bitcoin bailan el tango.
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El Gobierno ya lo sabe y está frunciendo el ceño. La Unidad de Información Financiera (UIF), una de las autoridades gubernamentales que rigen sobre estos asuntos en Argentina, ha emitido un comunicado a los bancos, a casas de cambio y a medio mundo solicitando compartir toda información que involucre el uso de criptomonedas por parte de sus clientes. Esto no es un ataque del sistema opresor a la gloriosa revolución de Satoshi. Es una medida contra el dólar blue en la lucha contra la fuga de capitales. El Gobierno quiere tener el control de las capitales para que no se complique aún más el asunto en el país sureño. Si el peso pierde más valor, las deudas no se podrán pagar y el default dejará de ser blando para volverse en algo tan duro como la cabeza de un terco.
Esperamos que no se desate una cacería de brujas. En las crisis, las pasiones se desatan y nos volvemos muy irracionales. Se buscan culpables hasta debajo de las piedras y aquí Bitcoin puede pagar los platos rotos por ser el más chiquito del grupo. Bueno, esperemos lo mejor y confiemos en la “temporalidad “de todo esto.