La discusión sobre el futuro del sector financiero a menudo se presenta como una batalla entre lo tradicional y lo innovador. Se suele pensar que un sistema eventualmente suplantará al otro, con las finanzas descentralizadas (DeFi) emergiendo como el retador definitivo de la banca tradicional. Sin embargo, una mirada más cercana a la evolución del panorama financiero sugiere un camino menos conflictivo y más interconectado: la colaboración se están convirtiendo en la norma.

Históricamente, la aparición de las Fintech fue un presagio de esta dinámica. Al principio, se las percibió como una amenaza directa para los bancos establecidos. Estas nuevas empresas ofrecían soluciones ágiles y a menudo más económicas, como pagos digitales, préstamos en línea y herramientas de gestión financiera personal. Su agilidad y su enfoque en la experiencia del usuario desafiaron a los bancos a reconsiderar sus modelos operativos y a modernizarse a un ritmo acelerado.

Sin embargo, a medida que el sector maduraba, tanto los bancos como las Fintech comenzaron a reconocer las fortalezas intrínsecas del otro. Los bancos aportaban una base de clientes masiva, una confianza arraigada durante décadas y una experiencia invaluable en el complejo entramado regulatorio. 

Las Fintech, por su parte, ofrecían una agilidad tecnológica sin igual, una capacidad de innovación constante y un enfoque obsesivo en la personalización y la conveniencia para el cliente. Esta comprensión mutua condujo a una transición hacia la colaboración estratégica. Vimos alianzas, inversiones de bancos en startups Fintech, el surgimiento de incubadoras corporativas y el uso creciente de interfaces de programación de aplicaciones (APIs) abiertas para co-crear productos y servicios que benefician a ambos. Esta simbiosis demostró que la suma de sus partes podía ser mayor que las partes individuales, ofreciendo soluciones financieras más completas y accesibles.

De manera similar, la relación entre DeFi y la banca tradicional se encuentra en una encrucijada parecida, oscilando entre la competencia y la oportunidad de alianza. Las finanzas descentralizadas, construidas sobre la tecnología blockchain, proponen un paradigma donde los intermediarios financieros tradicionales son eliminados o minimizados. DeFi permite a los usuarios acceder a servicios financieros como préstamos, seguros y operaciones de intercambio de activos de forma directa, sin necesidad de un banco o una institución centralizada. Estos servicios a menudo se jactan de costos más bajos, disponibilidad las veinticuatro horas del día, todos los días de la semana, y la posibilidad de ofrecer tasas de interés o rendimientos potencialmente más altos debido a la eliminación de las comisiones de los intermediarios. En este sentido, DeFi representa una competencia directa y disruptiva.

No obstante, DeFi también presenta una oportunidad considerable para los bancos. La tecnología subyacente de DeFi, la blockchain, puede ser un catalizador para la eficiencia operativa y la reducción de costos dentro de las instituciones financieras tradicionales. La automatización inherente a los contratos inteligentes puede agilizar procesos, desde la liquidación de transacciones hasta la gestión de activos, lo que resulta en ahorros significativos y una mayor velocidad. Además, la blockchain abre la puerta a la tokenización de activos, permitiendo a los bancos crear y comerciar con representaciones digitales de activos del mundo real, desde bienes raíces hasta obras de arte, lo que podría desbloquear liquidez y crear nuevos mercados.

La capacidad de DeFi para expandir el acceso a servicios financieros es otro punto de interés para los bancos. Al operar sin fronteras geográficas y con requisitos de entrada potencialmente más bajos, DeFi puede llegar a poblaciones no bancarizadas o sub-bancarizadas, un segmento de mercado que los bancos podrían explorar mediante la integración de ciertas funcionalidades descentralizadas. 

Finalmente, la seguridad y la transparencia inherentes a la tecnología blockchain, fundamentales para DeFi, pueden fortalecer los sistemas bancarios existentes. La inmutabilidad de los registros en la cadena de bloques y la transparencia de las operaciones, aunque con desafíos en términos de privacidad en entornos comerciales tradicionales, ofrecen un potencial para mejorar la confianza y reducir el fraude.

En resumen, la narrativa de la sustitución de un sistema por otro, ya sea con Fintech o con DeFi, parece ser una simplificación excesiva de una realidad mucho más matizada. La tendencia emergente es un modelo donde la competencia y la colaboración coexisten y se retroalimentan. Los bancos que demuestren la capacidad de adaptarse, integrar y aprovechar las ventajas de la innovación de las Fintech y los principios de DeFi son los que tienen la mayor oportunidad de transformar sus operaciones, ofrecer servicios mejorados y, en última instancia, mantener su relevancia y competitividad en un ecosistema financiero en constante evolución. No se trata de qué sistema prevalecerá, sino de cómo se entrelazarán para formar un modelo híbrido que redefina el panorama financiero.

Si bien la retórica de DeFi se centra en la eliminación de intermediarios y la democratización del acceso financiero, DeFi podría estar creando nuevos centros de poder, paradójicamente similares a los que busca reemplazar. La ilusión de descentralización total a menudo esconde concentraciones significativas de poder en manos de unos pocos. 

Por ejemplo, el desarrollo y la gobernanza de muchos protocolos DeFi dependen en gran medida de un número limitado de desarrolladores, grandes inversores o fondos de capital de riesgo que poseen una cantidad desproporcionada de tokens de gobernanza. Esto les otorga una influencia considerable sobre las decisiones clave, desde actualizaciones de protocolo hasta la asignación de fondos.

Además, la infraestructura subyacente de muchas aplicaciones DeFi, aunque distribuida, a menudo depende de puntos centralizados como los oráculos de datos, que proporcionan información del mundo real a los contratos inteligentes, o las pasarelas que conectan el mundo fiat con las criptomonedas. 

Si estos puntos se ven comprometidos o controlados por unos pocos actores, la supuesta resistencia a la censura y la descentralización de todo el sistema podrían verse mermadas. En este sentido, lejos de eliminar la necesidad de confianza, DeFi podría estar simplemente trasladando esa confianza a un nuevo conjunto de actores tecnológicos o a un código que, aunque inmutable, fue escrito y mantenido por humanos con sus propias agendas y vulnerabilidades. La verdadera descentralización, entonces, no es un estado alcanzado, sino un ideal perpetuamente en busca de una implementación verdaderamente resistente y equitativa.

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