Hasta hace poco, la posibilidad de una recesión no estaba planteada. Se hablaba de una muy necesaria desaceleración para enfriar una economía sobrecalentada. Pero hablar de una recesión era ir demasiado lejos. Pese a las nuevas medidas monetarias, un crecimiento moderado aún estaba entre las expectativas. Esto ha cambiado. Hoy el panorama es, definitivamente, mucho más incierto. La incertidumbre es el pan nuestro de todos los días para los inversores. En consecuencia, el mercado se ha vuelto más conservador. El dólar sube, los bonos-T suben y los activos de riesgo bajan. El precio de Bitcoin se ha visto perjudicado por esta dinámica.

Muchos economistas esperaban una recuperación similar a la vivida después de la crisis inmobiliaria del 2008. Pero me temo que este ya no es el caso. En muchos sentidos, el asunto se ha salido de las manos. Y las autoridades se encuentran en un meollo mucho más complejo. Para colmo de males, las respuestas han sido bastante tardías. El mercado laboral, la inflación, y el suministro de materias primas. Esos son los grandes dolores de cabeza. Por supuesto que la situación se complica aún más debido al momento histórico que nos ha tocado vivir en esta oportunidad. Conflicto bélico en Europa, tensiones geopolíticas, crisis logística, una sociedad cada vez más fragmentada, etc. Estamos caminando sobre hielo fino.

La corriente conservadora podría sentir la tentación de culpar a la Reserva Federal de los Estados Unidos por todos los males del mundo. Es decir, la idea de que todo se debe al aumento de la masa monetaria. Sin embargo, me temo que las cosas son más complicadas que eso. El mercado laboral, por ejemplo, no deja de emitir señales mixtas y contradictorias. El mercado laboral recibió un golpe muy duro debido a la pandemia. Se recuperó rápidamente. Y ahora tenemos escasez de mano de obra en muchísimos sectores. El sobrecalentamiento laboral, por supuesto, le echa más leña al fuego.  

Claro que la inflación es demasiada. En especial, en vehículos usados, bienes raíces, alimentos y energía. Pero no hay que ser un genio para saber que tenemos en nuestras manos serios problemas en las cadenas de distribución y producción. En este mundo globalizado, la producción se concentra en ciertos puntos. Esto es bueno, porque abarata los precios. Sin embargo, es un sistema muy vulnerable. En el momento que uno de estos puntos registre un problema, el suministro mundial corre peligro. Los puertos congestionados, la falta de contenedores, las fábricas con más pedidos de los que pueden procesar y escasez en muchos rubros. Las fallas en el suministro ejercen precios inflacionarias. 

Antes de la pandemia, el mercado del petróleo sufría de sobreproducción. Los países con mayor capacidad para la producción escogieron ganar más produciendo más. Ahora los niveles de producción están muy por debajo de lo requerido. Se frenó la producción de golpe. Y volver a niveles pre-pandemia no es tarea fácil. Por ende, el precio del crudo está por las nubes. Obvio que la situación en Ucrania y las sanciones contra Rusia no ayudan en nada a bajar el precio de la energía. Los primeros perjudicados en este caso son los europeos que dependen bastante del suministro ruso. Se buscan nuevas fuentes para compensar. Ya Biden ha hecho ciertos anuncios al respecto. Del mismo modo, algunos países del Golfo han hecho anuncios similares. Sin embargo, la producción no es algo se puede elevar de la noche a la mañana. Toma su tiempo.

Claro que la economía se puede enfriar reduciendo la masa monetaria. Al reducir la liquidez, se disminuye la demanda. De esta forma, todo se enfría. La medida ciertamente es necesaria, pero sumamente peligrosa. La Reserva Federal de los Estados Unidos ha comenzado a subir las tasas de interés. Y lo seguirá haciendo el resto del año. El crédito se va volviendo más costoso. Lo que significa que el dinero barato ya no más. Todavía será bastante barato, pero no tan barato como antes. Por otro lado, la Reserva comenzará a reducir sus libros. O sea, comenzará a vender gradualmente los bonos gubernamentales y corporativos que ha comprado. Me refiero, por supuesto, al QE.

Debemos recordar que la expansión cuantitativa (QE) es un instrumento relativamente nuevo. En muchos aspectos, se encuentra en su fase experimental. Ciertamente, ha dado muy buenos resultados. Sin embargo, no es un arma del todo dominada. Ya comenzamos a sospechar que un retiro abrupto de dichos estímulos podría causar fuertes disrupciones. En conclusión, el retiro de liquidez es un mal necesario. Sin embargo, podemos poner en peligro el crecimiento. Es decir, se sienten vientos de recesión.

Ahora bien, tenemos el planteamiento de dos escenarios. Por un lado, tenemos el escenario de un crecimiento lento. Aquí estamos hablando de un crecimiento económico moderado, caracterizado por un suministro monetario menos flexible, pero lo suficientemente flexible para poder evitar una recesión. O sea, productividad, ingresos corporativos, y prosperidad, pero a media marcha debido a una política monetaria menos laxa. Este es el escenario preferido para el mercado bursátil y el mercado cripto. Por otro lado, tenemos el escenario de la recesión. Aquí podríamos especular que el elemento clave es el petróleo y las demás materias primas. Es decir, si la máquina económica no tiene la capacidad para el crecimiento, lamentablemente, no habrá crecimiento. Además, podríamos añadir a esta ecuación los elevados niveles de endeudamiento privado.

¿Qué hacer? Bueno, no hay consenso entre los inversores. Como de costumbre, tenemos el bando de los pesimistas, por un lado, y el bando de los optimistas, por el otro. Lo que ocurre es que los días pasan, las noticias llegan, y el mercado se va alternando en lo que respecta a sus sentimientos. Durante una semana, ganan los optimistas. Durante la otra, ganan los pesimistas. Este entorno de constante duda conlleva volatilidad. Se desconoce el provenir. Y eso trae nerviosismo. No hay claridad. Y esa incertidumbre hace que los inversores no tomen muchos riesgos. En consecuencia, activos como Bitcoin sufren.

Claro que todavía es muy prematuro para realizar predicciones del precio. Sin embargo, ya está resultando bastante claro que son tiempos para cultivar la paciencia. La estrategia de comprar y esperar sigue teniendo vigencia. La fortuna favorece a los pacientes. Los mercados tienden a exagerar. Por lo general, exageran por miedo y exageran por codicia. Sin lugar a dudas, muchos inversores viven del autoengaño. Con demasiada frecuencia, se nos olvida una gran verdad: Los mercados fluctúan. Los altibajos son normales. Hoy estamos arriba. Mañana estamos abajo. Todo cambia. Debemos esperar lo inesperado. Así son los mercados.  

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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