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Gustavo GodoyGustavo Godoy

Bolivia y cripto: ¿Es el crecimiento masivo una señal de evolución o de emergencia?

¿Es el auge cripto en Bolivia una evolución tecnológica o el ingenio ante la urgencia financiera?

Bolivia y cripto: ¿Es el crecimiento masivo una señal de evolución o de emergencia?
Opinión

Bolivia es un país de mirada profunda y manos curtidas que camina sobre una fortuna incalculable mientras viste con la humildad del barro. Este país, que habita entre cumbres andinas y selvas amazónicas, posee un deseo ferviente: el reconocimiento de su soberanía y el control de sus riquezas naturales para alcanzar una prosperidad que le ha sido esquiva. 

Sin embargo, su trama se ha visto marcada por una herida histórica y un aislamiento que no solo es geográfico, sino que a veces parece ser financiero. En este escenario, la reciente apertura hacia los activos digitales no parece ser un simple cambio, sino una respuesta vital de un actor que busca nuevas herramientas para sobrevivir y conectarse con el mundo.

La adopción de activos digitales en el territorio boliviano ha experimentado un incremento extraordinario en el último periodo. Tras años de restricciones normativas que mantenían a la nación al margen del ecosistema financiero digital, el levantamiento de las prohibiciones por parte del ente regulador ha desatado una actividad sin precedentes. 

No obstante, para entender si este fenómeno representa un avance tecnológico genuino o una medida de auxilio, es necesario observar el contexto de las calles y los mercados. El murmullo en las ferias de El Alto o en los centros empresariales de Santa Cruz ya no solo trata sobre el precio de las materias primas, sino sobre la adquisición de stablecoins, especialmente aquellas vinculadas al valor del dólar estadounidense.

El ingenio boliviano ha sido siempre una herramienta de adaptación ante la adversidad. Históricamente, el ciudadano ha sabido navegar entre la escasez y la abundancia, desarrollando mecanismos de comercio informal y solidaridad comunitaria que suplen las deficiencias del sistema institucional. En el panorama actual, marcado por una disponibilidad limitada de divisas físicas y una presión constante sobre la estabilidad económica nacional, ese mismo ingenio ha encontrado en la tecnología de cadena de bloques un puerto seguro. La adopción masiva no se percibe necesariamente como una búsqueda de innovación por el puro placer del progreso técnico, sino como una solución práctica y urgente a problemas cotidianos de transferencia y preservación del valor.

Ahora bien, Bolivia suele enfocarse en la explotación de sus recursos naturales, desde la plata colonial hasta el gas y el litio contemporáneos. Es un drama de riqueza potencial frente a una realidad económica compleja. En esta narrativa, el uso de activos digitales aparece como una nueva forma de soberanía individual. El ciudadano, al convertir sus ahorros en representaciones digitales de valor, intenta sanar esa sensación de enclaustramiento que ha marcado la psicología del país. Es una salida al océano financiero global que no requiere de fronteras físicas ni de tratados internacionales. La tecnología permite que el comerciante boliviano se conecte con proveedores externos sin depender exclusivamente de la ventanilla de un banco local que presenta restricciones.

Sin embargo, es la búsqueda de equilibrio entre la cosmovisión tradicional y una modernidad globalizada que avanza sin tregua. Bolivia es un país de contrastes brutales donde la modernidad más avanzada convive con tradiciones que tienen siglos de antigüedad. La ironía reside en que una nación que celebra la Pachamama y protege sus raíces ancestrales se vea empujada a adoptar las herramientas más abstractas y desmaterializadas de la economía moderna para proteger su sustento. Esta contradicción es la esencia boliviana: la necesidad de integrar su identidad fragmentada mientras intenta no quedar rezagado en la competencia económica externa.

Mientras en algunas zonas el uso de estas herramientas se vincula a la protección del pequeño ahorro familiar, en los polos de desarrollo industrial se utilizan para agilizar el comercio exterior y la logística. Pero en ambos casos, es el mismo: una falta de confianza en las estructuras rígidas y una herencia de inestabilidad que ha enseñado a la población a buscar alternativas fuera de los canales oficiales. La adopción no es un acto de rebeldía organizada, sino una suma de decisiones individuales guiadas por la necesidad de certidumbre en un entorno incierto.

El auge de las stablecoin, como el USDT, funciona como un termómetro de la salud económica. Cuando el acceso al dólar físico se vuelve dificultoso, el ingenio popular se traslada al entorno digital. Los mercados informales, que siempre han sido el motor de la economía boliviana, están integrando estas herramientas con una velocidad pasmosa. Esto demuestra que la población posee una capacidad de aprendizaje y adaptación superior a la de sus propias instituciones. No es extraño ver transacciones de gran escala cerrarse mediante códigos QR en dispositivos móviles en lugares donde la infraestructura bancaria tradicional apenas llega. El ciudadano boliviano ha comprendido que, en el siglo veintiuno, la información es tan valiosa como el mineral que yace bajo sus pies.

La transición hacia lo digital también pone de manifiesto la herida histórica de la nación. Bolivia siempre ha luchado contra las potencias que codician sus materias primas, y en el ámbito digital, el riesgo de una nueva forma de dependencia tecnológica está presente. No obstante, el enfoque actual parece centrarse más en el empoderamiento. Al dominar estas herramientas, el boliviano deja de ser un espectador pasivo de las crisis financieras y se convierte en un agente activo que decide cómo y dónde resguardar el fruto de su trabajo. Esta es la verdadera búsqueda de libertad de un personaje que se sabe poseedor de un tesoro, pero que ha tenido dificultades para administrarlo en sus propios términos.

Para concluir este análisis, es fundamental proponer una visión que se aleje del optimismo tecnológico absoluto. Una lectura alternativa sugiere que el crecimiento explosivo en el uso de criptoactivos en Bolivia, lejos de ser un indicador de modernización o de una madurez digital de la sociedad, podría interpretarse como un síntoma de fragilidad institucional extrema. Bajo esta perspectiva, el hecho de que una población recurra masivamente a activos digitales no controlados por su banco central no sería un éxito de la innovación, sino el reflejo de un sistema financiero tradicional que ha fallado en cumplir su promesa básica de estabilidad y acceso.

Ahora bien, el auge digital en Bolivia evidencia la astucia de un pueblo que convierte la adversidad en oportunidad. Más que tecnología, es el ingenio colectivo sorteando barreras financieras para hallar libertad. Esta capacidad de adaptación transforma la escasez en soluciones prácticas, demostrando que la verdadera riqueza reside en su invencible determinación.

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