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Gustavo GodoyGustavo Godoy

CBDC: ¿La respuesta de Latam a la inestabilidad?

Ante la inestabilidad de Latam, ¿son las CBDC una solución real o un cambio superficial para sus problemas?

CBDC: ¿La respuesta de Latam a la inestabilidad?
Opinión

El persistente desafío de la inestabilidad económica y monetaria ha marcado la historia reciente de Latinoamérica. La crónica depreciación de las monedas nacionales, la alta inflación y la dificultad para acceder a sistemas financieros eficientes han llevado a muchos a buscar soluciones alternativas. En este panorama, las Monedas Digitales de Bancos Centrales (CBDC) emergen como una propuesta de los organismos emisores que merece un análisis minucioso: ¿representan una herramienta efectiva para cimentar la estabilidad o son simplemente una fachada digital para los problemas estructurales ya existentes?

Una CBDC es, en esencia, una versión digital de la moneda fiduciaria de un país, emitida y respaldada directamente por su banco central. Al igual que el efectivo que portamos, representa un pasivo directo de la autoridad monetaria, lo que en teoría le otorga el máximo nivel de seguridad y confianza. La implementación de una CBDC en la región promete varios beneficios potenciales que podrían abordar las deficiencias del sistema actual.

Primero, la inclusión financiera. Amplios segmentos de la población latinoamericana siguen fuera del sistema bancario formal. Una CBDC podría proporcionar a estos ciudadanos una cuenta o monedero digital de bajo costo, facilitando el acceso a servicios de pago seguros y eficientes sin necesidad de una infraestructura bancaria tradicional. Esto podría mitigar el riesgo de manejo de efectivo y reducir las comisiones asociadas a los intermediarios.

Segundo, la eficiencia en los pagos. Las transferencias de fondos, especialmente las transfronterizas, en Latinoamérica a menudo son lentas y costosas. Una infraestructura de pagos basada en una CBDC podría permitir liquidaciones casi instantáneas, abaratando significativamente las remesas y el comercio regional. Esto se traduciría en una mayor fluidez económica.

Tercero, una posible mejora en la política monetaria. Al tener una visión más clara y en tiempo real de la circulación del dinero, los bancos centrales podrían, en teoría, implementar medidas de política monetaria (como la transferencia directa de estímulos económicos) de manera más dirigida y rápida, mejorando su capacidad de respuesta ante crisis.

Sin embargo, la adopción de una CBDC no es una panacea automática para los problemas de la región, que en gran medida son de naturaleza fiscal y política, no meramente tecnológica. Si el principal desafío es la pérdida de valor de la moneda, causada por una gestión macroeconómica deficiente o por déficits gubernamentales crónicos, el simple hecho de digitalizar la unidad de cuenta no alterará la dinámica fundamental de la confianza.

Como bien se plantea, la CBDC podría ser un cambio de forma, pero no de fondo. Si la autoridad monetaria continúa con prácticas que erosionan el poder adquisitivo, los ciudadanos seguirán buscando refugio en activos más sólidos, sean estos divisas extranjeras, oro, o criptoactivos descentralizados. De hecho, una mala gestión podría incluso ser exacerbada: si se implementa un diseño deficiente, la CBDC podría facilitar una fuga masiva de depósitos de los bancos comerciales hacia la autoridad central en momentos de pánico financiero (fenómeno conocido como desintermediación), lo que podría desestabilizar el sector bancario.

Otro riesgo significativo radica en la privacidad y el control. Una CBDC, dependiendo de su diseño, podría otorgar al gobierno un nivel de visibilidad sin precedentes sobre las transacciones de los ciudadanos. Aunque esto se presenta como una herramienta para combatir el lavado de dinero y la evasión fiscal, también plantea serias preocupaciones sobre la vigilancia estatal. En países con historial de inestabilidad política, la posibilidad de que el Estado pueda rastrear, congelar o incluso programar la caducidad del dinero genera un temor legítimo sobre la libertad económica individual.

La justificación de una CBDC a menudo se enmarca en la necesidad de ofrecer una alternativa digital segura y centralizada frente al auge de los activos descentralizados, particularmente las criptomonedas y las llamadas stablecoins. La descentralización, que se apoya en tecnologías de registro distribuido (como blockchain), propone una solución a la inestabilidad que opera por la vía opuesta: la eliminación de la necesidad de confiar en un intermediario o autoridad central.

Las criptomonedas descentralizadas ofrecen a los latinoamericanos una reserva de valor no sujeta a la inflación local ni al control de capitales del gobierno. Este atractivo es innegable en economías donde el peso, el bolívar o el peso argentino pierden valor constante. Una stablecoin, por ejemplo, ofrece la estabilidad del dólar estadounidense junto con la eficiencia de un pago digital.

La CBDC compite con esta propuesta al ofrecer la misma eficiencia tecnológica, pero manteniendo el control y la confianza en la institución estatal. El debate central se reduce a: ¿Se prefiere una moneda eficiente, pero sujeta a la política del banco central (CBDC) o una moneda eficiente que es ajena a la política local (descentralización)?

Para que una CBDC tenga éxito en la región, no basta con la tecnología; debe ganarse la confianza que los ciudadanos han perdido en sus instituciones monetarias. Si el diseño de la CBDC incluye límites estrictos a la privacidad o se percibe como una herramienta para financiar políticas fiscales irresponsables, el público seguirá inclinándose hacia las soluciones descentralizadas que perciben como más resistentes a la manipulación política.

Ambos caminos —la centralización digital de la CBDC y la descentralización de los criptoactivos— tienen sus propios méritos y debilidades. La CBDC proporciona una moneda de curso legal, facilitando la tributación y el cumplimiento normativo. La descentralización provee una fuga de la inflación y la vigilancia, pero a costa de una mayor volatilidad y una compleja integración con el sistema financiero tradicional.

Un análisis objetivo de la situación obliga a considerar una perspectiva que a menudo se pasa por alto. El principal obstáculo para la estabilidad en Latinoamérica no es la falta de una moneda digital, sino la falta de instituciones sólidas e independientes. El argumento que introduce una nota de equilibrio, y que choca con la lógica de que la tecnología resolverá el problema, es el siguiente:

La principal limitación de la CBDC no reside en su tecnología, sino en su propia naturaleza como extensión del Estado.

Si la inestabilidad en la región se deriva de la vulnerabilidad de los bancos centrales a las presiones políticas para financiar déficits mediante la impresión monetaria, entonces una CBDC, al ser una herramienta más poderosa y eficiente en manos de la autoridad monetaria, podría potencialmente hacer que la inestabilidad fuera más difícil de gestionar y más rápida de propagar, al acelerar la velocidad con que una mala decisión se convierte en inflación. 

Al digitalizar el efectivo y otorgar a la autoridad un control granular, se amplifica tanto el potencial de beneficio como el riesgo de abuso. La verdadera estabilidad, por lo tanto, no vendrá de la plataforma en la que corre la moneda, sino de la fortaleza institucional y el compromiso político con la disciplina fiscal, sin los cuales, la CBDC es solo un nuevo motor de alta velocidad para un vehículo con fallas estructurales.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.