Los seres humanos se han involucrado durante mucho tiempo en pedir prestado y prestar. Siempre hay personas queriendo comprar lo que no pueden comprar. Y siempre hay personas con el capital extra dispuestas a solucionar ese problema. Se trata del viejo arte de hacer dinero con el dinero.

La economía requiere de financiamiento constante. El crédito es la base de la actividad económica moderna. Lo que implica que hay mucho endeudamiento. El crédito es un instrumento peculiar. Es pasivo para el deudor. Y es activo para el acreedor. En muchos sentidos, estamos hablando de una promesa. Se trata de la promesa de pagar mañana. En esta dinámica, se aumenta el gasto de hoy, pero se reduce el gasto de mañana. El crédito es capacidad de gasto durante la etapa alcista y ese mismo crédito se convierte en un peso durante la etapa bajista. Y he ahí el origen de los ciclos financieros.

Los bancos funcionan como un lugar de encuentro entre los prestamistas y los prestatarios. Esa relación nunca ha sido perfecta. De hecho, se torna tóxica con demasiada frecuencia. Y, por supuesto, no todas las historias han tenido un final feliz. Sin embargo, el mundo es más bonito y productivo cuando la relación logra funcionar a niveles aceptables.

Ahora bien, hablemos del Gobierno. En la mayoría de las jurisdicciones, el Gobierno es el deudor más grande, el acreedor más grande, el consumidor más grande, proveedor más grande y el empleador más grande. El Gobierno es el proveedor de muchos servicios esenciales para la sociedad. Y la sociedad debe pagar por esos servicios con impuestos. O sea, la relación económica ya existe. Y por un asunto de tamaño, nos guste o no, la influencia es considerable. En otras palabras, la intervención del Estado en la economía no es opcional. Lo que sí se ha tratado de conseguir con el tiempo es que esa intervención sea lo más oportuna y beneficiosa posible.

Pensemos en la alcaldía de un pequeño pueblo hipotético. Supongamos que el alcalde del pueblo necesita hacer reparaciones en la escuela local. Emite un pagaré que usa para pagarle al albañil. El señor albañil, a su vez, se dirige a la ferretería a comprar los insumos necesarios para realizar el trabajo. ¿Con qué paga? Puede pagar con el pagaré que le dio el alcalde. Luego, el tendero puede utilizar ese mismo pagaré para pagarle a sus proveedores. Y así va la cosa. Para efectos prácticos, el pueblo está utilizando los pagarés del alcalde con dinero (medio de intercambio). Y fue la alcaldía con ese pago inicial el agente que activó la economía.

¿Por qué el alcalde puede emitir “dinero de la nada”? El alcalde puede asumir deudas con el pueblo. Porque el pueblo tiene deudas con la alcaldía. Tarde o temprano, el pueblo debe pagar sus impuestos. ¿Con qué pagan? Bueno, con los pagarés del alcalde. La alcaldía acepta su propio crédito como forma de pago. Deuda se cancela con deuda. La economía prospera. Todos tienen trabajo. Y el hijo del alcalde, el hijo del albañil, el hijo del tendero y los hijos de los demás obtienen una escuela reparada y funcional. 

Claro que, cuando hay crédito, hay riesgo de impago. Entonces, los bancos pueden irse a la quiebra. Un banco puede irse a la quiebra por fraude, mal manejo o impagos generalizados. El sistema bancario se basa en depósitos a corto largo y préstamos a largo plazo. Lo que implica una gran vulnerabilidad. De hecho, en algunos casos, un banco puede quebrar por un rumor. Un fenómeno que se conoce como “bank run”. Si todos los depositarios retiran su dinero al mismo tiempo, eso puede causar el colapso de un banco en cuestión de días. He ahí la importancia de tener “un prestamista de última instancia”. Esta institución se estableció (en parte) para frenar los “bank runs”. Un banco central es una cobertura ante ese riesgo. Entonces, el depositario sabe que su dinero está a salvo. Porque, en el peor de los casos, el “prestamista de última instancia” llegará a salvar el día. Y eso incrementa el nivel de confianza del sistema bancario. 

En el caso de los Estados Unidos, la Reserva Federal (su banco central) tiene la responsabilidad de regular el costo del crédito. Además, tiene la capacidad de comprar instrumentos financieros como bonos públicos y privados a discreción. Y estos poderes han sido dados para que la institución pueda cumplir con su doble mandato: Estabilidad monetaria y empleo pleno.  

Se inyecta liquidez para que la economía crezca. Si la Reserva Federal compra muchos bonos, no hay mucho incentivo para comprar bonos porque el rendimiento se reduce debido a la alta demanda. Los particulares, entonces, venden esos bonos y compran activos de renta variable en busca de mayores retornos. El dinero se vuelve más asequible. Y eso incrementa el apetito por el riesgo. En consecuencia, se forma un boom especulativo que beneficia mucho a activos de riesgo como Bitcoin.

O, dicho de otro modo, la Reserva Federal no es nuestra rival. En el fondo, es nuestra Hada Madrina. Durante un ciclo alcista, la política monetaria se diseña especialmente para que la gente gaste. Y este gasto sube los precios de los activos financieros. En el proceso, el par USD-BTC prospera. El precio de Bitcoin sube. Y los compradores tempranos se benefician.

Lo contrario sucede durante una política monetaria de endurecimiento. Si la política monetaria se diseña para reducir el gasto, esto por lo general fortalece al dólar y baja la cotización de los activos de riesgo. Lo que no es muy bueno para Bitcoin.

Ahora bien, las inyecciones de liquidez son muy buenas para el precio de Bitcoin. ¿Por qué, entonces, la práctica es tan criticada por el bitcoiner militante? ¿Por qué la Reserva Federal se presenta como el gran rival? ¿Por qué es el enemigo a vencer? ¿Por qué los bancos son tan malos? La respuesta corta: Por un asunto de identidad política. La idiosincrasia del bitcoiner militante. 

Muchos libertarios, anarco-capitalistas y conservadores ven a Bitcoin como un oro digital en una especie de insurrección monetaria contra el Estado. Si el inversor (como yo) está en esto por el crecimiento financiero (cochino dinero), el bitcoiner idiosincrático y revolucionario está en esto para luchar por una separación entre la economía y el Estado a través de una moneda ciudadana independiente y emancipada. “El precio no importa”, aseguran muchos en Twitter. “Lo único que importa es la libertad”. Claro que por “libertad” se entiende la doctrina libertaria, una doctrina muy arraigada en el liberalismo clásico.

¿El precio importa? De pronto, hay muchas personas allá afuera que están dispuestas a perder sus ahorros por un ideal. No es mi caso. A mí sí me importa el precio de Bitcoin. Y mucho. Mis metas son meramente financieras. Las medidas de la Reserva Federal son claves para la realización de pronósticos. El odio por el rival y el amor por el aliado nos nublan la visión. Crean un sesgo. Pero, para invertir con éxito, necesitamos una visión clara y objetiva.

¿Rival o aliado? Un banco central, para el inversor pragmático, simplemente es. Así nómas. Sin adjetivos. Se trata de un actor de alto impacto cuyas decisiones se deben tomar muy en cuenta a la hora de hacer pronósticos financieros. Así de sencillo. 

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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