La gestión de la riqueza, especialmente en el contexto de las grandes fortunas latinoamericanas, obedece a una lógica diferente a la del inversor promedio. Los millonarios, por lo general, tienen objetivos financieros distintos, una mayor tolerancia al riesgo y un acceso privilegiado a servicios y productos financieros sofisticados. Si pierden una porción de su capital, su estilo de vida no se ve comprometido, lo que les permite tomar decisiones de inversión con un horizonte temporal más amplio y una mentalidad más enfocada en la preservación de la riqueza intergeneracional y el crecimiento a largo plazo.

Reportes de instituciones financieras de la talla de Citi, a través de su división de banca privada, ofrecen una ventana invaluable a estas estrategias. Conocer dónde dirigen su capital los latinoamericanos con alto patrimonio es útil, no necesariamente para imitar sus movimientos, sino para identificar las tendencias dominantes del mercado, los temores prevalentes y las clases de activos que se perciben como refugio o motor de crecimiento a futuro.

El patrón de inversión de la riqueza latinoamericana está históricamente marcado por la aversión al riesgo político y económico local. A diferencia de sus contrapartes en regiones con mayor estabilidad institucional, una gran proporción de la riqueza de los latinoamericanos se invierte en activos fuera de sus países de origen. Citi ha señalado que existe una fuerte preferencia por los activos offshore (extranjeros), un reflejo directo del alto grado de incertidumbre en las políticas económicas de la región.

Dentro de sus portafolios, la diversificación es la palabra clave. Se observa una inclinación robusta hacia las acciones globales, que constituyen una parte significativa de su riqueza líquida. El uso de Fondos Cotizados en Bolsa (ETF), especialmente aquellos listados en mercados con alta liquidez como Nueva York, es particularmente popular. Estos vehículos permiten una exposición diversificada y de fácil negociación a los principales índices bursátiles y sectores tecnológicos del mundo.

Más allá de las acciones y bonos tradicionales, el capital latinoamericano muestra un fuerte apetito por las inversiones alternativas, siendo el sector inmobiliario un activo clave. Las inversiones en bienes raíces, especialmente en mercados desarrollados o en jurisdicciones con programas de residencia por inversión (como las 'Golden Visa'), cumplen una doble función: ofrecen una renta estable y actúan como una reserva de valor físico desvinculada de la volatilidad política local. Adquirir propiedades en el extranjero no solo es una inversión, sino un plan de contingencia familiar.

Otro pilar fundamental es la inversión en capital privado (Private Equity) y deuda privada (Private Debt). Estas clases de activos se caracterizan por su ilíquidez y su horizonte a largo plazo (a menudo de varios años), lo que es perfectamente compatible con los objetivos de los millonarios. Al invertir en capital privado, las oficinas familiares y los individuos de alto patrimonio inyectan dinero en empresas no cotizadas, buscando un rendimiento superior (alfa) que compense la falta de liquidez. Esta estrategia subraya la capacidad de estas fortunas para inmovilizar capital con la expectativa de crecimiento exponencial en el futuro.

En los últimos años, el portafolio de los inversores latinoamericanos ha comenzado a incorporar elementos de la nueva economía digital. La Inteligencia Artificial (IA), por ejemplo, ha ganado terreno como un sector en el que los millonarios buscan exponerse, ya sea a través de acciones de las empresas de infraestructura o mediante fondos temáticos especializados. Esta tendencia no es regional, sino global, pero el capital latinoamericano la adopta como un motor de crecimiento futuro.

Simultáneamente, los activos tradicionales de refugio también mantienen su relevancia. El oro, por ejemplo, ha ganado espacio en las carteras como un seguro contra la incertidumbre geopolítica, la inflación y la devaluación del dólar estadounidense a largo plazo.

Un desarrollo notable es el creciente interés por las criptomonedas. Aunque todavía pueden constituir una pequeña porción del total de la riqueza, su adopción es un indicador de la voluntad de estos inversores de tomar riesgos calculados en activos con un potencial de apreciación disruptivo. Su inclusión no es un movimiento especulativo masivo, sino una táctica de diversificación de activos digitales en un entorno de rendimientos bajos y alta incertidumbre global.

Es relevante destacar que las decisiones de inversión no son puramente financieras; están intrínsecamente ligadas a la migración de la riqueza. El flujo de salida de millonarios de grandes economías latinoamericanas (como Brasil, México y Argentina) hacia jurisdicciones percibidas como más seguras (incluyendo Panamá, Costa Rica o países europeos) es una tendencia marcada.

Esta migración tiene un efecto directo: las fortunas se trasladan físicamente, y con ellas, el foco de la inversión. El capital que sale de la región se invierte en el nuevo país de residencia, buscando no solo seguridad financiera, sino también una mejor calidad de vida y una menor exposición a la burocracia. Esto refuerza la estrategia de inversión offshore y subraya que el riesgo geopolítico es, para el millonario latinoamericano, una variable de inversión tan importante como la tasa de interés o la rentabilidad de una acción.

El análisis de Citi ofrece, por lo tanto, un mapa de cómo la riqueza busca maximizar el crecimiento al mismo tiempo que minimiza la exposición a la inestabilidad. La clave de esta estrategia es la flexibilidad para moverse rápidamente entre jurisdicciones y clases de activos, manteniendo siempre una base de liquidez para aprovechar las oportunidades que surgen en un mundo volátil.

A pesar del claro énfasis en la inversión offshore y la diversificación global, una lectura más profunda de la estrategia de los millonarios latinoamericanos revela un aspecto fundamental de compromiso con la región que a menudo se pasa por alto.

Si bien la mayoría de su capital líquido de fácil negociación se invierte fuera para fines de seguridad y preservación, una parte significativa de su riqueza no líquida y su capital emprendedor permanece anclada en la región. Muchos de estos individuos y oficinas familiares son dueños de los negocios, las empresas y las startups que forman el núcleo de la actividad económica latinoamericana. Su inversión en capital privado local, en infraestructura, y en empresas familiares, a menudo financiada indirectamente por los rendimientos de sus inversiones globales, constituye la verdadera inversión de impacto en el crecimiento y el empleo de sus países. Por lo tanto, el flujo de capital hacia el exterior es una estrategia de blindaje, mientras que la retención de sus empresas y la inversión activa en el ecosistema emprendedor local son la verdadera apuesta a largo plazo por el futuro de América Latina, una que no se refleja fácilmente en los simples datos de asignación de activos de portafolio.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.