Wall Street cierra su peor semana desde el 2008 por el coronavirus. Todo cayó en picado. Pero el oro subió. Bitcoin se alineó esta vez con los mercados bursátiles, lanzado por la borda la teoría de Bitcoin como refugio de valor seguro en tiempos de miedo (por lo menos a corto plazo). El pánico es más contagioso que el virus mismo y se ha propagado con mayor rapidez. En las redes sociales, podemos ver mucho miedo irracional, pero no todo es locura. Muchas de las medidas que se están tomando son necesarias para impedir más contagios. Eso es sumamente sensato, pero terriblemente antieconómico. La economía lleva tiempo en un proceso de desaceleración muy preocupante. Los estímulos macroeconómicos no están funcionando como antes y los expertos temen una posible recesión. ¿Podría una pandemia servir de catalizador? ¿Acaso es posible? ¿Qué pasaría con Bitcoin? 

Desde la caída de Lehman Brothers en octubre del 2008, Wall Street no había visto tanta sangre rodando por las calles. La preocupación en torno al coronavirus y sus posibles repercusiones en la economía mundial ha golpeado a los principales índices bursátiles de nuestra pequeña nave azul. En la última semana del mes de febrero, los tres principales índices de Wall Street, Dow Jones, S&P 100 y Nasdaq, cayeron en un histórico 10% (promedio). Las bolsas llevaban semanas recuperándose y se respiraba cierto aire de optimismo debido a las señales emitidas por la Reserva Federal (Fed). Me refiero, por supuesto, a las reducciones de las tasas de interés. La Fed redujo el precio del dinero tres veces el año pasado y su presidente, Jerome Powell, emitió recientemente un comunicado advirtiendo que está preparado en seguir con las reducciones en caso de ser necesario. Wall Street siempre recibe muy calurosamente este tipo de noticias. Pero llegó el coronavirus y arruinó la fiesta. 

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El coronavirus, hasta ahora, ha afectado principalmente a los mercados financieros y no a la economía real. Claro que ya algunos sectores sí se han visto afectados directamente. Por ejemplo, el sector turismo en España e Italia. El sector manufactura en China. Pero los reportes todavía no han llevado y por los momentos es muy temprano para determinar a ciencia cierta las pérdidas reales de todo esto. Lo que sí hemos podido medir ha sido el claro efecto negativo del coronavirus en los mercados financieros. Claramente, son las dudas, los miedos y las incertidumbres que trae esta situación tan compleja. Esto se podría salir de control y es muy difícil conocer el final de esta historia en estos momentos. El virus nos ha sorprendido a todos con su gran capacidad de propagación y lo que comenzó como un simple brote en una desconocida ciudad en la China hoy está en su camino para convertirse en una verdadera pandemia. 

Ahora bien, hablemos un poco de Europa. Las cosas no han estado muy bien para el viejo continente últimamente. Las incertidumbres por el Brexit, las tensiones comerciales, los problemas con las industrias, la ralentización china y las dificultades del sector automotriz han creado un escenario complicado desde el punto de vista económico. Los estímulos monetarios no han podido reanimar la economía. Y las opciones se están agotando porque las tasas de intereses están por el subsuelo. Sin embargo, el enfermo nada que mejora. Y ahora viene el coronavirus para terminar de ponerle la cereza al pastel. Se asumía que el 2020 sería el año de la recuperación para Europa. Pero, lamentablemente, el coronavirus ha empañado esta expectativa. 

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De momento, la propagación del virus en China parece que ha podido frenarse con relativa efectividad. Por ahí tenemos una buena noticia. Pero el virus ha llegado a Europa que no es bueno. Surge la esperanza que con la llegada del verano las altas temperaturas logren sofocar al virus. Ojo, los científicos todavía no han avalado esta suposición, pero ahí hay una esperanza. Claro que si el virus no logra frenarse a tiempo y el verano no nos ayuda, los efectos en la economía real podrían profundizarse. Las cadenas de producción ya están siendo afectadas y eso obviamente tendría sus implicaciones en el producto interno bruto. Mayores brotes en el norte de Italia y en Alemania podrían causar estragos porque ahí tenemos el corazón industrial de Europa. Entonces, estamos en una carrera contra el tiempo. Si el virus se logra frenar a tiempo, una recuperación es perfectamente posible. Se podría repetir un escenario similar al que vivimos con el SARS. Pero si, por lo contrario, la situación se alarga, ciertamente que el virus podría ser un catalizador para una crisis. Porque la economía ya está lo suficientemente débil como para una recesión.

Los datos nos confirman que Bitcoin es un activo no correlacionado. Esto quiere decir que vive en su propio mundo y según sus propias reglas. Al parecer, los comportamientos de otros mercados no producen una reacción demasiado palpable en Bitcoin. Eso puede resultar sumamente confuso para el ojo no entrenado, porque los datos pueden presentarse tan caóticamente que nos dicen lo que queremos ver. En algunos casos, Bitcoin se mueve a la par del S&P 500 y esto podría crear la ilusión que tener una relación positiva con este índice. En otros casos, sin embargo, Bitcoin se comporta como el oro y se podría asumir que su relación como los mercados bursátiles es negativa. Eso es común que suceda con los activos no correlaciones porque en realidad son ambidiestros. A veces se parecen a una cosa y a veces a otra. Son como las nubes en el cielo. Tan arbitrarias que podemos ver cualquier cosa en ellas. Bueno, con Bitcoin pasa lo mismo. 

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La llegada del coronavirus a principios de año coincidió con un alza en el precio de Bitcoin. Eso alimentó la teoría de la correlación negativa de Bitcoin. Según esta teoría, los inversionistas consideran Bitcoin un activo refugio durante una crisis. Algo así como que en caso de incendio rompa el cristal. En este caso, Bitcoin sería muy similar al oro ante los ojos de los inversionistas. Para el inversionista común esta noción podría parecer extremadamente absurda debido a la intimidante volatilidad de Bitcoin y a la inmadurez de su joven mercado. Sin embargo, dentro de la comunidad Bitcoin esta idea es prácticamente un credo incuestionable. Es más, es una especie de blasfemia contradecir esta sagrada creencia. Si quieres ver a un bitcoiner molesto, dile que Bitcoin no es como el oro (correlación negativa). Y si quieres que no te dirija la palabra nunca jamás, dile que no existen evidencias que durante una crisis económica mundial el precio de Bitcoin se beneficiaría (como lo hace normalmente el oro). Bueno, hasta ahí llegó esa amistad.  

La comunidad toda se llenó de júbilo en enero cuando el mundo ardía en llamas y el precio de Bitcoin subía como la espuma. Y, como el enamorado que siente a su amada en todas las canciones, esos dos eventos unieron el dogma y la realidad de manera sublime. ¡Por fin! El milagro. Y surgió la fe. He ahí la prueba final. Bitcoin es un refugio seguro en tiempos de crisis. Sin embargo, la ilusión duró muy poco, porque la reciente caída de Bitcoin claramente contradice nuestra suposición del “oro digital”. Pero la fe es algo sumamente curiosa y no muere así de fácil. La evidencia rara vez cambia un dogma. Si la evidencia contradice a un dogma, la reacción por lo general no es la rectificación sino la negación o la indiferencia. Y en este caso muchos optaron por la indiferencia. Los mercados bursátiles cayeron por el coronavirus y Bitcoin cayó con ellos. El oro, sin embargo, subió. ¿Y la teoría de la correlación negativa de Bitcoin? Bueno, mejor no hablemos de eso más. Es mejor no caer en blasfemias.