El joven presidente de Colombia, Iván Duque, desde su paso por el Banco Interamericano de Desarrollo, ha estado hablando de una tal “economía naranja”. Ha utilizado en varias ocasiones la frase “Silicon Valley de Latinoamérica” para referirse a la Colombia del futuro. Sus críticos se burlan de la idea y la tildan de ridícula. Y muchos de sus seguidores no entienden de lo que habla. En este momento, los colombianos parecen no tener tiempo para hablar del futuro. Tienen su atención puesta en las viejas peleas del pasado y en la crisis del coronavirus. Pero, ¿Es en realidad la “economía naranja” una locura? 

Primero lo primero. ¿Qué es la “economía naranja”? Este colorido término hace referencia a la economía creativa. Es decir, el arte de hacer dinero con ideas. Abarca básicamente la industria cultural y la economía del conocimiento. Por ejemplo: Arquitectura, artes visuales y escénicas, artesanías, cine, diseño, investigación y desarrollo, juegos, moda, música, publicidad, TV y radio, educación, informática, alta tecnología, telecomunicaciones, robótica, nanotecnología, blockchain, fintech, etc. 

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La idea detrás de la economía creativa es el desarrollo económico mediante la generación de ideas. O, para usar las mismas palabras de John Howkins, autor en Creative Industries y promotor de muchos de estos conceptos, se trata de transformar ideas en beneficios. En el libro “Economía Naranja: Oportunidades infinitas” escrito por Iván Duque y Felipe Buitrago, y editado por el Banco Interamericano de Desarrollo, se presenta a la economía creativa como un eje de desarrollo para Latinoamérica.

Los bienes y servicios basados en propiedad intelectual no son tan volátiles como el mercado de mercancías y materias primas. Los escépticos argumentan que esto de ser el “Silicon Valley de Latinoamérica” requiere educación y tecnología de primer nivel. Es decir, inviable para los latinoamericanos. Sin embargo, se ignora que la economía creativa ya es más grande que muchos sectores considerados como tradicionales. Por ejemplo, en Colombia la economía creativa supera al café en el Producto Interno Bruto. 

El mercado creativo mundial es enorme. Y casi todo se está desarrollando con la ayuda del Internet. Es más, si el mercado creativo fuera un país, sería la cuarta economía más grande del mundo, detrás de los Estados Unidos, China y Japón, con una fuerza laboral mundial de más de 144 millones de personas. Y esos productos tienen una ventaja que no tienen el petróleo, el café o las materias primeras. En tiempos de bonanzas, se desempeñan muy bien y en tiempos de crisis son mucho más resistentes. Además, mientras la automatización y la inteligencia artificial son una amenaza a la manufactura y a los trabajos mecánicos, la creatividad no es fácil de sustituir. 

La creatividad no requiere tanto capital, pero sí requiere acceso y contacto. Es decir, integración (física o virtual) entre audiencias, contenidos, creativos, desarrolladores, emprendedores y tecnologías. La innovación siempre es un esfuerzo articulado. O sea, es una cadena de valor. 

¿Es posible la “economía naranja” de Duque? Yo creo que sí. Ya hay 600 mil colombianos trabajando en la economía creativa. Eso es tres veces el número de trabajadores de la minería. Las industrias creativas en Colombia ya representan un 1.8% del PIB. En comparación, el café, la exportación tradicional, representa el 0.8% del PIB. Colombia es rica en talentos creativos. Y cuenta con muchos de los elementos necesarios para la innovación. No creo que Duque sea un iluso. Es más, me parece que está dando en el clavo. 

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La comunidad Ethereum escogió a la ciudad de Bogotá como sede de la Devcon 6, Bogotá 2021. Nos vemos allá, por cierto. JPMorgan, Nubank, Lulo Bank, Finsocial, BTG Pactual, y muchos otros quieren entrar en Colombia y fomentar la revolución FinTech desde allá. Esto no es casual. Las autoridades están creando las condiciones. Y no solo es el discurso. En Colombia, hay fondos, incentivos fiscales, eventos, encuentros, planes educativos, becas y una política de Estado en apoyo a la economía naranja. Claro que todavía hay mucho camino por recorrer. Obviamente que necesitan una mejor legislación Fintech y Cripto. Pero están dando los primeros pasos y eso es digno de admiración. Mis aplausos para Colombia. 

Ahora bien, hablemos un poco de los desafíos por delante. Las ideas de Duque son buenas. Sin lugar a dudas, es un hombre preparado. El hombre tiene razón, pero le falta fuerza. Y en estos casos no basta con tener la razón. Hay que tener razón y fuerza. Y por fuerza me refiero al apoyo político. 

Duque está en la mitad de su mandato y han sido dos años muy duros. No tuvo luna de miel ni un día. Enfrenta una pandemia con un sistema de salud ineficiente, la violencia ha escalado y el Acuerdo de Paz tambalea, los venezolanos siguen llegando en estampida, el escándalo con el supuesto financiamiento “ilícito” de su campaña no desaparece y su mentor Álvaro Uribe fue puesto en arresto domiciliario por el Tribunal Supremo de Justicia. Rayos y Centellas. ¡Santas economías naranjas! 

La oposición no lo ha dejado respirar y le han declarado una guerra sin cuartel. Muchos se ríen de su economía naranja. Y los que no se ríen no le dan mucha importancia. En otras palabras, no podemos decir que Colombia está toda unida trabajando en su futuro común bajo la economía naranja. Lo que tenemos es un ring de boxeo. El entusiasmo en torno a la economía naranja, por ahora, se limita a una selecta minoría.

Duque es más tecnócrata que estadista. No ha logrado unir todas las facciones políticas. Y no ha podido enamorar a la nación con su brillante plan. La llegada del coronavirus lo ha favorecido un poco en lo que a su popularidad se refiere. Pero a finales del año pasado y a principios de este, su popularidad estaba por el suelo. 7 de cada 10 colombianos desaprobaban su gestión. Se organizaron protestas y un paro nacional en rechazo. Pero luego llegó el coronavirus. La cuarentena lo salvó. Pero el descontento aún está ahí. 

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Ahora bien, Fintech, Bitcoin y la economía naranja en Colombia. Más allá de los desafíos, esta política del Gobierno de promover la economía naranja nos presenta un mundo de oportunidades. No importa que sea un plan incomprendido por el colombiano promedio. Al fin y al cabo, Silicon Valley no abarca a todo el país. La innovación no requiere a millones de personas. Una minoría talentosa con las herramientas adecuadas y los contactos adecuados puede lograr mucho. 

Bogotá se puede convertir en la capital Fintech/Blockchain de Latinoamérica. La comunidad internacional de Ethereum, por ejemplo, realizará su evento más importante, el Devcon, en Bogotá el próximo año. Entre todas las ciudades posibles, la Fundación Ethereum escogió Bogotá, Colombia. Uno se pregunta por qué Bogotá en específico y no otra ciudad latinoamericana. Bueno, la respuesta es obvia. Bogotá ofrece las condiciones idóneas para eventos de esta naturaleza. Y eso es precisamente lo que necesitamos para innovar y crecer: Las condiciones. He ahí el secreto.