El sector de las tecnologías financieras ha madurado notablemente en América Latina. Tras un período inicial de crecimiento desordenado y una fase de formulación legislativa, la región se adentra ahora en la etapa crucial de la implementación normativa. Esta fase implica pasar del texto de la ley a su aplicación práctica, y es aquí donde la teoría se encuentra con la complejidad operativa, especialmente en lo que respecta al dinámico ecosistema de los criptoactivos y la tecnología blockchain.

El objetivo principal detrás de la creación de estos marcos regulatorios ha sido, y sigue siendo, proteger al usuario financiero. El espíritu de la ley busca reducir el riesgo de fraude, garantizar la solidez de las operaciones y asegurar que exista una protección adecuada para los fondos y los datos de las personas. Sin embargo, llevar a cabo esta protección con éxito en un entorno tecnológico que evoluciona constantemente es un desafío considerable para los entes reguladores de la región.

La regulación del sector de las tecnologías financieras y, por extensión, de los criptoactivos, actúa como una moneda de dos caras, presentando tanto ventajas claras como desventajas inevitables.

Por un lado, una normativa bien diseñada tiene el potencial de fortalecer la industria. Cuando los usuarios, los inversores institucionales y los socios comerciales perciben un entorno legal claro y seguro, la confianza aumenta. Esta seguridad jurídica fomenta la adopción masiva de servicios basados en criptoactivos y blockchain, atrayendo capital y talento. La formalización del sector le confiere legitimidad y le permite integrarse de manera más fluida con el sistema financiero tradicional. Las empresas que cumplen con altos estándares de cumplimiento regulatorio (compliance) se distinguen, ganando credibilidad.

Por otro lado, una implementación normativa deficiente o excesivamente restrictiva puede entorpecer la innovación y paralizar el crecimiento. Si los procesos de licenciamiento son demasiado lentos, costosos o ambiguos, las empresas de criptoactivos, a menudo ágiles y con recursos limitados, pueden verse obligadas a ralentizar su desarrollo o incluso a migrar a jurisdicciones con marcos más flexibles. Las regulaciones que imponen requisitos de capital excesivamente altos o que exigen tecnologías de cumplimiento desproporcionadas para pequeñas startups pueden actuar como una barrera de entrada, concentrando el mercado en pocas manos y limitando la competencia.

La falta total de regulación, aunque a primera vista pueda parecer sinónimo de libertad, se ha demostrado ser un caos que, a largo plazo, perjudica a la propia industria. Un vacío legal atrae actores malintencionados, aumenta el riesgo de estafas y provoca la desconfianza generalizada del público y de las instituciones, obstaculizando la inversión seria y el desarrollo sostenible.

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La implementación de las leyes Fintech y su impacto en el sector de los criptoactivos presentan varios desafíos operativos y conceptuales en la región:

Uno de los mayores retos es la clasificación de los criptoactivos. Los reguladores deben decidir si una determinada emisión es un token de pago, un valor (como una acción o un bono), o un activo con utilidad específica. La interpretación de esta clasificación impacta directamente el marco legal aplicable: ¿se rige por la ley de valores, por la ley bancaria o por una nueva normativa especializada? Una interpretación inconsistente entre distintos países o incluso entre distintas agencias dentro de un mismo país genera incertidumbre legal y dificulta las operaciones transfronterizas.

La normativa exige a las plataformas de intercambio y a las custodias de criptoactivos la implementación de rigurosos procesos de conocimiento del cliente (KYC) y de prevención del lavado de dinero (AML). Esto requiere que las empresas inviertan en sofisticadas soluciones tecnológicas para monitorear transacciones en la blockchain y reportar actividades sospechosas. Si bien esto eleva los estándares de seguridad, la carga financiera y operativa puede ser significativa para las empresas emergentes, desviando recursos que podrían dedicarse a la innovación.

Proteger a los usuarios de servicios cripto va más allá de los mecanismos tradicionales. La custodia de claves privadas, la recuperación de activos en caso de pérdida o hackeo, y la seguridad cibernética de las plataformas son aspectos únicos que requieren una supervisión especializada. Los reguladores tienen que diseñar reglas que aborden la naturaleza inmutable e irreversible de las transacciones en blockchain, algo que no aplica a las reversiones y protecciones del sistema bancario tradicional.

La fase de implementación también está delimitando la relación entre las empresas de criptoactivos y la banca tradicional. Una regulación clara y aplicada coherentemente facilita que los bancos abran cuentas a las empresas de criptoactivos (un servicio esencial para la operación), reduciendo el riesgo de exclusión financiera (de-risking) que la banca impuso previamente por miedo a las sanciones regulatorias.

Cuando una ley Fintech establece reglas de juego claras, los bancos pueden realizar la diligencia debida con mayor confianza, sabiendo exactamente qué requisitos debe cumplir una plataforma de criptoactivos para ser considerada un cliente de bajo riesgo. Esta interacción, mediada por la claridad regulatoria, es vital para la madurez del sector, ya que permite la entrada y salida de fondos fiat al ecosistema cripto.

El desarrollo de mecanismos de interoperabilidad, como las licencias para Proveedores de Servicios de Activos Virtuales (VASP), está permitiendo que estas entidades se integren formalmente en los sistemas de pagos nacionales. Esto significa que las transferencias entre cuentas bancarias y billeteras de criptoactivos se vuelven más rápidas, más baratas y, lo que es más importante, totalmente transparentes para los supervisores.

Mientras la narrativa predominante se centra en cómo la regulación debe proteger al sistema financiero tradicional de los riesgos inherentes a los criptoactivos, existe una perspectiva que ofrece un matiz importante.

Es cierto que el boom de los criptoactivos introdujo nuevas formas de riesgo que los reguladores se apresuraron a contener. Sin embargo, la implementación rigurosa de marcos normativos en esta área está, de manera involuntaria, preparando a las instituciones financieras tradicionales para el futuro digital. Las regulaciones de blockchain y cripto fuerzan a los supervisores y a los bancos a desarrollar competencias técnicas avanzadas en ciberseguridad, en análisis de datos de transacciones en cadena y en protocolos de identificación digital.

Al obligar a la banca tradicional y a los reguladores a entender y a prepararse para la naturaleza descentralizada y el alto nivel de transparencia de blockchain, el proceso de implementación normativa de los criptoactivos está actuando como un programa de modernización forzosa. Este proceso, impulsado por la necesidad de supervisar un sector disruptivo, termina por dotar a todo el sistema financiero de las herramientas y el conocimiento necesarios para operar con mayor resiliencia y eficiencia en una economía digitalizada, independientemente de la evolución futura de los propios criptoactivos. El resultado es que la regulación, aunque percibida inicialmente como un freno, termina por ser un motor para la adaptación tecnológica de todo el ecosistema.

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