Los Gobiernos nunca han sido muy amigos del dinero privado. En el mundo de hoy, la relación entre el Gobierno y la economía es sumamente estrecha. Y el control del dinero es una parte esencial de la política monetaria de todo país. Este control se ejerce de muchas maneras. Tiene que ver con la producción de bienes y servicios, el gasto público, la cantidad de dinero circulante, los impuestos, la deuda pública, el crédito privado y el movimiento de capitales. Toda forma de dinero distinta al dinero oficial es, en cierto modo, una molestia. ¿Es Bitcoin una amenaza para los Gobiernos? ¿Pueden los Gobiernos acabar con Bitcoin? 

Las monedas ciudadanas normalmente nacen por conveniencia. Es decir, ofrecen algo que la moneda de curso legal no ofrece. En la mayoría de los casos, una moneda ciudadana ofrece una ventaja, porque no está sujeta a los límites técnicos o legales de la moneda estatal. Comunidades y compañías han emitido su propio dinero en el pasado. Debemos recordar que el dinero es una forma de organización. Y, mediante el uso de una moneda ciudadana propia, una comunidad puede organizarse a su gusto, escogiendo el modo de organización de su preferencia.  Hay monedas que estimulan el gasto. Hay monedas que estiman el trabajo. Y hay otras que estimulan el ahorro. En el mundo, hay muchísimas monedas ciudadanas y privadas. Bitcoin es solo una. 

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Bitcoin nace como una moneda privada en Internet. Es una moneda que estimula el acaparamiento por el hecho de ser de suministro limitado. Es decir, es una moneda escasa. Entonces, se comporta como un coleccionable. Lo que quiere decir que lo mejor es comprar y conservar, esperando su apreciación. Por otro lado, es una moneda sumamente portable y pseudo anónima. Lo que la hace muy conveniente para evadir controles gubernamentales. Lo curioso de Bitcoin, más allá de los elementos antes mencionados, es su tamaño actual. Si bien es cierto que hay muchísimas monedas ciudadanas en el mundo, casi todas son demasiado pequeñas como para poder distorsionar el dinero estatal. Sin embargo, Bitcoin es un fenómeno del Internet. Y en Internet las cosas pueden escalar de manera sorprendente. 

Claro que también debemos mencionar el espíritu de la comunidad Bitcoin. Bitcoin es esencialmente un movimiento contracultural inspirado por los cypherpunks, los libertarios y los anarcocapitalistas. Estas son facciones de la ultraderecha política que abogan un conservadurismo económico muy radical y un rechazo profundo a toda autoridad gubernamental. Bitcoin es rebelde por nacimiento. Y naturalmente las autoridades no reaccionan muy bien ante desafíos tan directos. Es decir, la narrativa rebelde y antisistema de Bitcoin es en parte de responsable por el rechazo que aún tiene entre las autoridades. Muchos bitcoiners quieren el fin del dólar, el fin de la banca privada y el fin de los bancos centrales. No podemos esperar que los entes afectados reciban esta narrativa con una sonrisa. 

Por supuesto que Bitcoin es muy difícil de controlar. Para comenzar, Bitcoin es un fenómeno global. Los mineros se concentran en China y en Asia Central. La mayoría de los inversores se encuentran en los Estados Unidos y Europa. Los desarrolladores y nodos están distribuidos a lo largo y ancho del planeta. Y hay empresas y mercados en todas partes del mundo. No hay cabeza. El mercado está fragmentado. Y casi todo ocurre en distintas jurisdicciones por actores pseudo anónimos. La única motivación que nos une a todos es la siguiente: El éxito de Bitcoin. 

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Técnicamente hablando, Bitcoin es casi imposible de regular. Redactar una regulación es posible. Ese no es el problema. El problema es poder implementar esa regulación efectivamente. Todo ataque a Bitcoin por parte del Gobierno solo podría hacer un daño parcial. Sin embargo, lo mejor para Bitcoin es lograr una regulación adecuada. Una prohibición de Bitcoin en los Estados Unidos y Europa, por ejemplo, podría perjudicar a Bitcoin de varias maneras. Primero, afectaría su prestigio en los ojos del público. Segundo, se incrementaría notablemente la fricción entre Bitcoin y los sistemas tradicionales. Debemos recordar que muchos criptoempresas tienen oficinas en Estados Unidos y Europa. Los servicios que prestan estas empresas se verían comprometidos en el caso de una prohibición en estos lugares. Tercero, debemos recordar que las grandes instituciones están sujetas a las reglas de sus respectivas jurisdicciones. Si Bitcoin se vuelve ilegal, los grandes fondos no podrían invertir con la misma libertad. ¿Dónde están los grandes fondos? En Estados Unidos y Europa. 

Los Gobiernos pueden atacar Bitcoin mediante un ataque a sus compradores. Pueden ir por PayPal, por Tesla, por GrayScale, por MicroStrategy o por MasterCard. El tío Sam no puede atacar a un minero chino desconocido, pero puede ir por Tesla. Es difícil acabar con Bitcoin. Pero es posible perjudicar su precio impidiendo la entrada del capital institucional. Podemos hablar de la imposibilidad de controlar a Bitcoin debido a sus múltiples características. Sin embargo, una condena global por parte de los principales gobiernos del mundo ciertamente perjudicaría bastante su precio. Como inversores de Bitcoin, esto es muy importante. Un Bitcoin todavía sería un Bitcoin. Pero, ¿a qué tasa? A muchos de nosotros sí nos interesa la tasa. Más que ideología, nos interesa la rentabilidad del activo como inversión. 

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El tamaño de Bitcoin lo convierte en una amenaza para la política monetaria de las principales economías del mundo. Sin embargo, su tamaño también es el mejor aliado de Bitcoin. En la medida que crezca de tamaño, la posibilidad de una prohibición se vuelve cada vez más remota. Cada comprador es un activista que defenderá a Bitcoin ante las autoridades. Todas estas instituciones que los bitcoiners más radicales tanto critican serán las primeras en defender a Bitcoin ante un ataque gubernamental. Es decir, hay muchos intereses en juego. Tesla, PayPal, GrayScale, Square, MicroStrategy, BNY Mellon, capitalistas de riesgo, oficinas familiares y muchos fondos de cobertura ahora son parte de la comunidad. 

Cuando Bitcoin era un movimiento pequeño y desconocido, era muy fácil para un Gobierno emitir un decreto de prohibición. Sin embargo, ahora esa prohibición no es viable. No hay el consenso para una prohibición total de Bitcoin. Pero sí hay consenso para una regulación. La regulación no solo es inevitable. De hecho, es conveniente. Y hará maravillas por el precio. Los radicales no quieren regulación alguna. Pero, afortunadamente, los radicales son minoría. Bitcoin necesita madurar. Y el madurar requiere cierto orden y legalidad. 

Este artículo no contiene consejos o recomendaciones de inversión. Todas las inversiones y operaciones implican un riesgo, y los lectores deben realizar su propia investigación a la hora de tomar una decisión.

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