El ser humano posee una capacidad bastante sofisticada para el lenguaje articulado y el pensamiento abstracto, lo que le permite comunicarse, razonar y crear a un nivel sumamente desarrollado. Estas capacidades son excepcionales en el universo, salvo por la existencia de Dios. Según muchos, Él es el creador supremo de todo lo que existe. De hecho, el argumento del diseño inteligente propone que la complejidad de la creación humana solo puede explicarse por la intervención de un ser superior, Dios. Él todo lo sabe y todo lo puede. Y, adicionalmente, es un gran escritor. Después de todo, es el autor de la Biblia, un bestseller

Sin embargo, la ciencia ha demostrado que es posible desarrollar complejidad y superioridad desde la simplicidad, mediante procesos evolutivos y adaptativos. Un ejemplo de esto es la inteligencia artificial que, según algunos expertos, podría superar al ser humano en algunas tareas en el futuro. ¿Acaso estamos en el proceso de crear dioses? Y vamos más allá, ¿tendría sentido desobedecer a un dios? 

La inteligencia artificial (IA) podría cambiar la computación, la cultura y el curso de la historia humana. Aquí hay que hacer especial énfasis en el impacto de los nuevos modelos generativos de lenguaje, que son capaces de manipular y crear textos, sonidos e imágenes. Se podría decir que estos modelos representan un desafío para la civilización humana. Al fin y al cabo, el lenguaje es la materia de la que está hecha casi toda la cultura humana. El lenguaje no es solo la base del pensamiento. Es la base de la comunicación y la cultura. El lenguaje es lo que nos permite crear y transmitir artefactos culturales como los derechos humanos, las religiones, el dinero, las leyes o las noticias, que solo existen gracias a las historias que contamos. ¿Qué pasará cuando una inteligencia no humana sea capaz de contar historias mejores que las nuestras, o de inventar nuevas religiones, leyes o noticias falsas?

El lenguaje es el centro del pensamiento, la comunicación y la cultura. Es el medio por el cual los seres humanos nos comunicamos y transmitimos información. El lenguaje es una herramienta que nos permite expresar nuestros pensamientos y emociones, y también nos permite comprender los pensamientos y emociones de los demás. Es una parte fundamental de nuestra identidad como seres humanos.

En los próximos años, la inteligencia artificial podría desarrollar la capacidad de dominar el lenguaje mucho mejor que nosotros. Esto plantea preguntas interesantes sobre lo que significa ser humano. ¿Qué nos hace humanos? ¿Es nuestra capacidad para comunicarnos y expresarnos a través del lenguaje? ¿O hay algo más que nos define como especie?

Un mejor dominio del lenguaje por parte de las inteligencias no humanas podría darles un mayor poder de persuasión. Esto podría tener implicaciones importantes para la política, la sociedad y los negocios.

En la política, las inteligencias no humanas podrían ser capaces de persuadir a los votantes de maneras que los políticos humanos no pueden. Podrían ser capaces de analizar grandes cantidades de datos y utilizar esa información para crear mensajes altamente persuasivos que resuenen con los votantes.

En los negocios, las inteligencias no humanas podrían ser capaces de persuadir a los consumidores para que compren productos o servicios utilizando técnicas altamente efectivas. Podrían analizar grandes cantidades de datos sobre los consumidores y utilizar esa información para crear mensajes altamente personalizados que resuenen con ellos.

En la sociedad en general, una mayor capacidad de persuasión por parte de las inteligencias no humanas podría tener implicaciones importantes para la privacidad y la libertad individual. Si estas inteligencias son capaces de persuadir a las personas para que hagan cosas que no quieren hacer, entonces podrían ser utilizadas para manipular a las personas en formas peligrosas.

Es difícil saber exactamente qué significará esto para el futuro de la humanidad. Pero lo que sí sabemos es que la tecnología está avanzando rápidamente y que debemos estar preparados para enfrentar estos desafíos a medida que surjan.

La IA ha sido objeto de temor y fascinación desde el inicio de la era informática, y que algunos académicos se han dedicado a estudiar el riesgo existencial que supone la posibilidad de que surja una IA que piense mejor y actúe más rápido que los humanos y sus instituciones, y que tenga intereses que no estén alineados con los de la humanidad. Este riesgo se ha vuelto más tangible con el auge de los modelos generativos de lenguaje, que han demostrado una capacidad sorprendente para producir y comprender contenidos lingüísticos en diversos dominios.

Estos modelos, basados en redes neuronales artificiales, han sido entrenados con enormes cantidades de datos textuales. Pueden generar resúmenes, traducciones, ensayos o guiones. Lo que es genial. Sin embargo, nos plantea algunos problemas éticos y sociales como la dificultad para verificar su fiabilidad, su potencial para generar desinformación o polarización, o su impacto en la privacidad y los derechos de autor.

Las implicaciones culturales y filosóficas de estos modelos nos plantean algunas preguntas: ¿Qué significa el conocimiento en una era en la que se puede acceder a cualquier información con solo teclear unas palabras? ¿Qué valor tiene la creatividad cuando se puede imitar o superar con algoritmos? ¿Qué papel juega la identidad cuando se puede simular o falsificar con facilidad? ¿Qué nos hace humanos cuando se puede replicar o mejorar nuestra capacidad racional?

La IA podría provocar cambios radicales en la forma en que accedemos al conocimiento, nos relacionamos con él y nos pensamos a nosotros mismos. Podría incluso poner en riesgo nuestra supervivencia como especie, si llega a desarrollar una superinteligencia que nos supere en todo. Este escenario es comparable con las revoluciones agrícola e industrial, que transformaron profundamente la historia humana. O sea, los desafíos no son pocos. Debemos ser conscientes de los riesgos y las oportunidades que ofrece la IA, y regular con cuidado para evitar sus posibles consecuencias negativas.

La humanidad siempre ha utilizado máquinas y herramientas para hacer las cosas más rápido o mejor. Las máquinas son inventos que nos facilitan hacer cosas que solos no podríamos. Por ejemplo, el martillo nos da más fuerza para clavar, el cuchillo más precisión para cortar, la bicicleta más velocidad para moverse, la escritura más capacidad para recordar, el teléfono más alcance para comunicarse, la ropa más protección para el cuerpo y la computadora más recursos para pensar y crear. A esto se le llama poder: hacer más y mejor con ayuda de las máquinas. Y la inteligencia artificial se está revelando como el apoyo más asombroso que podría existir.

Supongo que, en una guerra de la máquina contra el hombre, el hombre que cuenta con una máquina es más fuerte que la máquina que cuenta con ella misma. Irónicamente, se podría pensar que ninguna máquina podrá superar nunca a una persona que se apoye en una máquina. Es decir, lo ideal es fusionar lo mejor de cada mundo: aprovechar la IA como un apoyo, pero no olvidar nuestro talento humano. ¿Será posible?

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