La promesa fundamental de la Web3 es la descentralización del poder digital. Se aspira a construir una Internet donde el control resida en las manos de los usuarios y desarrolladores, no en las grandes corporaciones centralizadas. Este ideal, impulsado por tecnologías como blockchain, busca redefinir la infraestructura digital, pasando de una arquitectura dominada por unos pocos gigantes tecnológicos a un ecosistema distribuido. 

Sin embargo, toda transformación, ya sea social o tecnológica, conlleva riesgos y consecuencias no deseadas. En el camino hacia esta utopía de descentralización, surge un factor poderoso y aparentemente ineludible que amenaza con introducir una nueva forma de concentración de poder: la dominancia de Nvidia en el hardware esencial para la Inteligencia Artificial (IA).

La Web3, en su esencia, busca desmantelar la concentración de poder que caracteriza a la Internet actual, donde unas pocas empresas controlan los datos, las plataformas y, en última instancia, el acceso a la economía digital. Pero esta ambición choca con una realidad material: la producción de hardware de alto rendimiento es un proceso altamente concentrado. La fabricación de los chips más avanzados es intensiva en capital, conocimiento y patentes, lo que crea barreras de entrada casi insuperables para nuevos competidores.

La dependencia de la Web3 de las GPUs de Nvidia se manifiesta en varios frentes. Por ejemplo, la minería de criptomonedas (particularmente aquellas basadas en algoritmos Proof-of-Work compatibles con GPU) ha dependido históricamente de sus tarjetas. Más allá de la minería, los proyectos de computación descentralizada y las redes de infraestructura física descentralizada (DePIN), que ofrecen servicios de computación o almacenamiento distribuido, a menudo utilizan hardware acelerador de la compañía para asegurar su eficiencia y competitividad.

El problema radica en que, si bien la capa de software (los protocolos y las blockchains) es abierta y descentralizada, la capa de hardware subyacente que la ejecuta está sujeta al control, la estrategia de precios y las decisiones de diseño de una sola empresa dominante.

El exceso de confianza en una solución, como la Web3, a menudo lleva a subestimar los riesgos sistémicos. El riesgo aquí no es una conspiración malintencionada, sino una concentración económica natural que se convierte en una vulnerabilidad sistémica.

Primero, la escasez o el precio de las GPUs puede actuar como un filtro de entrada. Si solo los actores mejor capitalizados pueden acceder al hardware necesario para operar nodos o ejecutar servicios de IA en la Web3, la red resultante no será verdaderamente distribuida. Esto podría llevar a una centralización económica disfrazada: las redes descentralizadas se operarían, en la práctica, solo por un pequeño grupo de "dueños de hardware", desvirtuando el principio de participación abierta.

Segundo, existe el riesgo de un punto único de fallo tecnológico. Si el desarrollo futuro de la Web3, especialmente en el ámbito de la IA descentralizada, se basa enteramente en una arquitectura de hardware propietario, cualquier cambio unilateral en esa arquitectura, en las licencias de software de apoyo (como CUDA, que facilita la programación de las GPUs) o en la cadena de suministro de Nvidia, podría tener un impacto desestabilizador en vastas porciones del ecosistema descentralizado.

Tercero, la dependencia puede influir en las decisiones de diseño de protocolos. Los desarrolladores de la Web3 podrían verse inconscientemente inclinados a favorecer soluciones que funcionen mejor en el hardware dominante, incluso si existen alternativas técnicamente superiores que se ejecutan en otras plataformas. Esto limitaría la diversidad de la infraestructura y cimentaría la dependencia tecnológica.

El riesgo latente es que la Web3 se convierta en una descentralización superficial. El código es abierto, los datos son transparentes y el control formal se distribuye en el blockchain, pero la concentración de la potencia de cómputo en manos de quienes pueden costear o acceder a los chips más avanzados introduce una nueva forma de oligopolio en el fondo.

En la Web3, la potencia de cómputo no es solo un medio; a menudo es sinónimo de poder de validación y de gobernanza. Si la infraestructura de cómputo necesaria para asegurar la red y ejecutar aplicaciones sofisticadas se encuentra geográficamente o corporativamente concentrada debido a la escasez del hardware de un solo proveedor, la tan anhelada descentralización podría transformarse en una nueva distopía de control centralizado por el hardware, bajo la ilusión de la descentralización del software.

Este escenario representa un desafío fundamental para la ideología de la Web3. Las ideologías, cuando se implementan de manera ingenua, a menudo subestiman la inercia y el poder de las fuerzas económicas y tecnológicas existentes. La solución de descentralización propuesta por los visionarios podría inadvertidamente convertirse en una nueva concentración de poder económico, con Nvidia en una posición de influencia decisiva sobre el futuro desarrollo de la Internet.

Si bien la dominancia de un solo proveedor de hardware presenta innegables riesgos de centralización, es fundamental considerar la fuerza impulsora de la competencia y la innovación de código abierto como un poderoso contrapeso.

El ecosistema de la Web3 y la comunidad de IA no están pasivamente aceptando esta concentración. Se está invirtiendo un esfuerzo considerable en el desarrollo de alternativas de software y hardware que buscan desvincularse de la dependencia de la arquitectura dominante. Existen iniciativas de software de código abierto que están diseñando frameworks de IA agnósticos al hardware, permitiendo que los modelos se ejecuten eficientemente en una gama más amplia de chips, incluyendo CPUs de propósito general, chips de competidores como AMD e Intel, o incluso hardware especializado de bajo consumo.

Además, la presión económica de la alta demanda está impulsando a la innovación en el diseño de chips personalizados (ASICs) dedicados a tareas específicas de criptografía o IA. Estos ASICs, si bien requieren una inversión inicial significativa, a largo plazo ofrecen una ruta para romper el monopolio de la eficiencia de las GPUs, permitiendo que nuevos actores diversifiquen la cadena de suministro de cómputo. En este sentido, la existencia de una fuente de hardware poderosa no es solo un punto de vulnerabilidad, sino también un poderoso incentivo para que el sector descentralizado invierta en soluciones abiertas y diversificadas que aseguren la independencia tecnológica a largo plazo. La propia amenaza de la centralización por hardware se convierte en el catalizador para la creación de una infraestructura de cómputo verdaderamente resistente y plural.

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