La Inteligencia Artificial (IA), lejos de ser una entidad etérea, requiere una base física robusta: una vasta red de centros de datos que sirven como su cerebro y sistema nervioso. En el panorama global de la IA, la atención se ha centrado históricamente en núcleos como Silicon Valley o China. Sin embargo, en Latinoamérica, tres naciones —México, Brasil y Chile— están emergiendo silenciosamente como pilares esenciales, no solo como mercados de consumo, sino como hubs de infraestructura que sustentan la expansión global de esta tecnología.

El papel de estos países no es necesariamente el de generar el software disruptivo a la escala de los líderes mundiales, sino el de ser satélites auxiliares cruciales, proporcionando la base de hardware y las condiciones operativas que atraen la inversión extranjera masiva y facilitan la latencia mínima indispensable para las aplicaciones de IA.

Brasil, dada su vasta extensión territorial y su estatus como la economía más grande de la región, ha sido tradicionalmente un destino primario. Las grandes plataformas tecnológicas globales han invertido significativamente para atender a un mercado interno considerable. La inversión se enfoca en crear hubs de cloud computing que no solo sirven al país, sino que también actúan como puertas de enlace para el resto de Sudamérica. Esto asegura que los servicios de IA, desde la traducción automática hasta los asistentes virtuales avanzados, se ejecuten con la velocidad requerida para ser útiles a millones de usuarios.

México, por su proximidad geográfica con Estados Unidos, se beneficia de la estrategia de redundancia y cercanía. La necesidad de procesar datos con baja latencia para los servicios dirigidos al mercado norteamericano y la manufactura avanzada (Industria Cuatro Punto Cero) ha convertido al país en un punto logístico de gran valor. Los centros de datos en México funcionan como extensiones naturales del backbone de internet estadounidense, haciendo posible que las herramientas de IA operen casi en tiempo real a ambos lados de la frontera.

Chile, aunque geográficamente más distante, ha sabido capitalizar su estabilidad macroeconómica y su conectividad única con el Pacífico, incluyendo el futuro cable submarino que lo unirá con Asia. Más importante aún, Chile ha destacado por ofrecer energía renovable en condiciones favorables y una matriz energética más limpia. Para la IA, que consume cantidades ingentes de electricidad, un suministro de energía estable y sostenible se convierte en un factor de atracción de capital de inversión de primer orden.

La atracción de capital extranjero para la infraestructura de IA no es un fenómeno aleatorio; es el resultado de la creación deliberada de un entorno propicio por parte de estos estados. Estos países han priorizado cuatro pilares fundamentales: la infraestructura, la estabilidad regulatoria, las condiciones económicas y el marco jurídico.

En términos de infraestructura física, la inversión en fibra óptica de alta velocidad y la expansión de la capacidad de la red eléctrica son cruciales. Un centro de datos de IA requiere no solo una conexión rápida a la red global, sino también una fuente de energía confiable y abundante, que minimice el riesgo de interrupciones. La planificación de la red troncal de internet y la promoción de la competencia en el sector de telecomunicaciones han sido determinantes para reducir la latencia.

Las condiciones económicas se refieren a incentivos fiscales, la disponibilidad de terrenos y, en particular, la gestión de la energía. La energía es el mayor coste operativo a largo plazo de un centro de datos. Los acuerdos que garantizan precios competitivos y acceso preferencial a energía limpia, como se observa en Chile, son un gran imán. Adicionalmente, la existencia de una masa crítica de talento técnico capaz de operar y mantener estas infraestructuras complejas es un factor que consolida estos hubs.

El concepto de que México, Brasil y Chile funcionen como satélites auxiliares es clave para entender su posición en la geografía global de la IA. No necesitan competir directamente con los grandes centros de innovación en el desarrollo de los algoritmos más avanzados o en la investigación pura, como lo hace Silicon Valley. Su valor reside en ser el soporte fundamental de la operación de esos mismos algoritmos a escala mundial.

Además, estos satélites ofrecen un entorno único para la localización y adaptación de modelos de IA. Los datos generados en la región, en español y portugués, con sus particularidades culturales y dialectales, son mejor procesados y refinados por la infraestructura local. Las empresas globales aprovechan la infraestructura local para "ajustar" sus modelos de IA a los contextos específicos, lo que aumenta la precisión y relevancia de sus productos.

En esencia, la inversión masiva en infraestructura de datos en estos países solidifica su posición como la "plataforma de lanzamiento" para la adopción masiva y operativa de la IA en América Latina, convirtiendo la capacidad de cómputo en una commodity accesible y rápida.

Claro que es que la concentración de la inversión en la infraestructura (los centros de datos) sin una inversión concomitante y equivalente en el desarrollo de software y talento propios de IA puede conducir a una forma de dependencia tecnológica. Estos países podrían convertirse en excelentes arrendadores de espacio y energía para el cómputo global, pero seguir dependiendo del know-how y las patentes de las grandes corporaciones extranjeras que controlan los algoritmos y los modelos de IA más avanzados.

Este punto de vista sugiere que, aunque la infraestructura es esencial, el verdadero valor económico y la soberanía tecnológica residen en la capacidad de crear, entrenar y poseer los modelos de IA que se ejecutan en esos centros de datos. Si la mayor parte de la innovación y la propiedad intelectual se mantiene fuera de la región, estos países corren el riesgo de convertirse en "maquiladoras de datos": proveedores eficientes de potencia de cálculo sin capturar el valor más alto que reside en la propiedad intelectual de la IA. La tarea pendiente, por lo tanto, no es solo la de seguir atrayendo cables y servidores, sino la de fomentar un ecosistema de startups, investigación y desarrollo local que garantice que la IA no sea solo consumida, sino también diseñada y controlada desde América Latina.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.