El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha lanzado una advertencia que resuena con fuerza en los pasillos financieros de todo el planeta: los riesgos para la estabilidad financiera global han escalado de manera significativa desde el otoño pasado. Y la razón, según los expertos del Fondo, no es un secreto oculto bajo siete llaves, sino más bien la creciente incertidumbre económica que emana de las políticas comerciales y la siempre volátil geopolítica mundial.
El FMI habla porque es su trabajo velar por la estabilidad global, con data y expertos de peso. Los bancos centrales, aunque a veces tercos, escuchan porque el Fondo tiene credibilidad, visión global y hasta puede dar una mano cuando las papas queman. Es un tira y afloja necesario para evitar que la economía mundial se nos vaya de las manos. Al final, todos jugamos en el mismo tablero.
¡Por supuesto que el FMI no tiene la bola de cristal! Se equivoca, como cualquiera. Y claro, sus recetas a veces amargan a más de uno. Pero ojo, sus informes son como el parte meteorológico de las finanzas globales. No siempre aciertan, pero ignorarlos sería como salir a la calle sin paraguas en plena tormenta. Siempre vale la pena echarles un ojo para tantear el ambiente.
En su más reciente radiografía semestral de la salud financiera del planeta, el FMI no se anda con rodeos. El cóctel de condiciones financieras más restrictivas, sazonado con una dosis extra de incertidumbre, está elevando la temperatura de los riesgos financieros en cada rincón del globo. Tobias Adrian, el hombre al mando del departamento de mercados monetarios y de capital del FMI, lo dejó meridianamente claro: la incertidumbre política general ha pegado un salto, y las perspectivas de crecimiento económico futuro se han revisado a la baja.
Esta alerta roja financiera llega justo cuando el propio FMI ha tenido que ajustar sus pronósticos de crecimiento para la mayoría de las naciones, señalando directamente al impacto de los aranceles impuestos por Estados Unidos como el principal culpable. Una política que, como vemos, tiene ramificaciones mucho más allá de los números del comercio internacional.
Pero, ¿dónde aprieta más el zapato? El FMI ha puesto la lupa sobre tres puntos críticos que podrían desestabilizar el tinglado financiero en el futuro cercano:
Primero, las valoraciones en algunos mercados de acciones y deuda corporativa siguen navegando en aguas peligrosamente altas. A pesar de las correcciones recientes, todavía hay margen para caídas significativas. Es como si el barco financiero estuviera navegando con la bodega llena hasta el tope, listo para zozobrar ante la primera ola fuerte.
Segundo, algunas instituciones financieras altamente apalancadas, como esos lobos solitarios de los fondos de cobertura, podrían verse en serios aprietos en mercados turbulentos. Y cuando estos gigantes tropiezan, la onda expansiva puede desencadenar ventas masivas y agravar la situación para todos. Es el clásico dominó financiero.
Tercero, la turbulencia podría sacudir los mercados de deuda soberana, especialmente para aquellos países que ya cargan con pesadas mochilas de deuda. Un escenario de incertidumbre global no es el mejor amigo de la solvencia de las naciones.
Y aquí es donde la figura de Donald Trump y su política arancelaria entran en el cuadro. El informe del FMI llega precisamente después de su elección y sus esfuerzos por imponer aranceles a diestra y siniestra a sus socios comerciales. Una estrategia que, a juicio del Fondo, está sembrando las semillas de la inestabilidad.
El FMI no se limita a señalar los problemas; también ofrece un diagnóstico sobre cómo esta turbulencia comercial podría golpear directamente a los bancos. Un shock en el comercio podría obligar a las entidades bancarias a reservar más capital para cubrir posibles pérdidas, ver cómo se reducen sus ingresos si los mercados de capitales se enfrían, o incluso sufrir una interrupción en la financiación del comercio, una actividad que genera la friolera de 18 billones de dólares en ingresos bancarios a nivel mundial.
La financiación del comercio, como bien apunta el informe, depende de flujos de efectivo estables, cadenas de suministro fluidas y marcos regulatorios predecibles. Cualquier cambio brusco en los aranceles puede dinamitar estos pilares fundamentales.
Ante este panorama sombrío, el FMI insiste con vehemencia en su llamado a los reguladores de todo el mundo: es crucial garantizar que los bancos cuenten con suficiente capital y liquidez. Y la receta para esto tiene nombre propio: la implementación completa y sin fisuras del acuerdo global "Basilea III", con sus estándares de capital más exigentes.
La ironía no pasa desapercibida cuando el FMI pide una implementación "plena, oportuna y consistente" de estos estándares, justo cuando los reguladores estadounidenses parecen haber abandonado intentos previos de imponer estas reglas y se inclinan por crear un nuevo estándar con una carga mínima de capital para sus bancos. Un movimiento que va a contracorriente de la recomendación del organismo internacional.
El FMI también aboga por una supervisión "independiente e intensiva" de los bancos, con una lupa especial sobre cómo interactúan los bancos tradicionales con las instituciones no bancarias, que a menudo escapan a la misma rigurosidad regulatoria. La creciente interconexión entre diferentes países significa que un problema en una jurisdicción puede tener un efecto dominó global, lo que subraya la importancia de la supervisión multilateral y una red de seguridad financiera global robusta para mitigar los riesgos de manera rápida y efectiva.
Finalmente, el FMI lanza una advertencia específica sobre los bancos no estadounidenses con actividad internacional, que podrían enfrentar presiones para obtener financiación en dólares debido a la mayor volatilidad y los eventos geopolíticos. Incluso se menciona que algunos funcionarios europeos de banca central y supervisión están cuestionando si aún pueden confiar en la Reserva Federal de Estados Unidos para proporcionarles dólares en momentos de tensión en el mercado. Una señal de que la confianza en el sistema financiero global no es inquebrantable.
En definitiva, el mensaje del FMI es claro y contundente: los bancos centrales y los reguladores deben tomar cartas en el asunto y prepararse para un escenario de crecientes riesgos financieros. La incertidumbre en el comercio y la geopolítica son nubarrones que amenazan con desatar una tormenta financiera, y la prevención, con bancos bien capitalizados y supervisados, es la mejor póliza de seguro para evitar una crisis de gran magnitud. El tiempo, como siempre en estos casos, apremia.
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