El Fondo Monetario Internacional (FMI), organización financiera multilateral, ha realizado duras advertencias en sus últimos reportes. En resumen: “Lo peor está por venir”. Esta frase en particular ha sido pronunciada el pasado martes por el economista jefe del Fondo, Pierre-Olivier Gourinchas. Aquí estamos hablando, por supuesto, de las proyecciones económicas para el año próximo. En muchos sentidos, estaremos peor que ahora. De hecho, el organismo pronostica que, para el año que viene, al menos un tercio de las economías del mundo corre el riesgo de caer en una recesión.  

El FMI no siempre acierta al detalle con sus pronósticos. Sin embargo, los principales actores en la escena política y económica mundial, con frecuencia, leen sus reportes. Y, con frecuencia, toman muy en cuenta esos reportes a la hora de tomar decisiones. Por ende, los reportes no solo son un asunto del futuro. En realidad, esto tiene mucho que ver con el presente, porque esas “opiniones” y estimados influyen en el sentimiento y en las expectativas de los inversores de hoy. 

Para este año 2022, según datos del FMI, se estima un crecimiento económico mundial de 3,2% y para el siguiente de solo 2,7%. En otras palabras, el crecimiento será menor. Lo que normalmente significa menos ingresos. Esto es perjudicial en más de un sentido. Por un lado, golpea los ingresos corporativos. Por ende, presiona a los inversores a reajustar sus valoraciones. Por otro lado, debido a la caída de los ingresos, el desempleo tiende a aumentar. O sea, el dinero no es tan abundante como antes. Y esta caída de la demanda tiene sus consecuencias para el consumo y las inversiones.

Ahora bien, este “pesimismo” no es una conspiración. Observar, describir y pronosticar no es crear FUD. O sea, no es cuestión de ser un “bajista” empedernido. Si hay nubes grises en el horizonte, decir que el día es bello y soleado no ayuda en mucho. Con estas advertencias, no se busca desanimar. Lo que se busca es informar para que la tormenta no nos agarre desprevenidos y sin paraguas.

En realidad, no es el fin del mundo. Bien sabemos que la economía tiene sus ciclos. Hemos tenido un largo periodo de prosperidad y optimismo. Y ahora viene un periodo menos boyante, causado por los excesos de la bonanza, pero muy necesario para sanar el sistema. Ahora tenemos que ajustarnos el cinturón y pagar con sudor los abusos del pasado. Asi de sencillo. 

¿Cuál es la causa de esta desaceleración económica? Debido a la inflación, los bancos centrales se han visto en la obligación de reducir sus compras y aumentar los costos del crédito. Y, debido a las muy modestas victorias de estas medidas en esta lucha, seguramente, en los próximos meses, los bancos centrales no tendrán más opción que seguir incrementando en intensidad. O sea, no es muy descabellado asumir que el próximo año 2023 habrá más frenos monetarios que los implementados hasta ahora.

Como bien nos señala el FMI a través de su vocero (Pierre-Olivier Gourinchas), la invasión rusa de Ucrania sigue "desestabilizando poderosamente" la economía mundial y ha llevado a Europa a una "crisis energética severa". El conflicto, por supuesto, se relaciona directamente con las distorsiones a nivel mundial en el suministro del petróleo, el gas, el trigo, y otros rubros. Lo que genera fuertes presiones inflacionarias y grandes trabas para el crecimiento.

La desaceleración de la economía china es, por supuesto, nuestro otro gran dolor de cabeza. Las restricciones debido a la política Covid-cero en China están causando aún más problemas en las cadenas de producción y distribución. Lo que también genera fuertes presiones inflacionarias y grandes trabas para el crecimiento.

Este gigante asiático en apuros significa que Latinoamérica también se verá en apuros gracias a una posible caída en el precio de las materias primas debido a una baja demanda. Por otro lado, la fortaleza del dólar, para unos mercados que cotizan sus ventas en dólares, reduce los beneficios. Y, para colmo de males, el peso de las deudas en dólares, ahora es mayor con este dólar más caro. Entonces, con menos ingresos y más deudas, los pronósticos y argumentos de una desaceleración económica para el próximo año encuentran su justificación.

¿Qué significa todo esto para el inversor? Bueno, significa que el efectivo ahora es una de las opciones más atractivas. Si, durante una racha alcista, el grito de guerra es “Cash is Trash”, durante una racha bajista, el grito de guerra es “Cash is King. Los inversores, en tiempos de volatilidad e incertidumbre, normalmente buscan refugio en el efectivo y en los bonos debido a la estabilidad y predictibilidad que añaden a los portafolios. Además, el efectivo tiene una gran ventaja durante un ciclo bajista. Nos da una mayor capacidad de compra durante su fin. O sea, el inversor con los bolsillos llenos podrá aprovechar más las oportunidades que normalmente surgen al comienzo de la recuperación.  

Claro que el inversor ingenuo, por lo general, compra muy temprano en el ciclo bajista. Eso quiere decir que, por comprar en las primeras caídas, con frecuencia, compra demasiado caro. Se queda sin efectivo muy pronto en el ciclo. Y, luego, por terquedad, ceguera o fanatismo idiosincrático, tiende a alargar sus pérdidas no realizadas mintiéndose a sí mismo con la excusa de ser un “inversor a largo plazo”. En el fondo, no es un inversor a largo plazo. En el fondo, es un inversor (sin gestión de riesgo) que compró muy caro y está perdiendo muchas oportunidades por insistir en alargar sus pérdidas no realizadas. El inversor a largo plazo (inteligente), por otro lado, compra barato y alarga las ganancias por mucho tiempo. Lo más sensato es alargar las ganancias y cortar las pérdidas. No al revés. Esto es cierto para todos los marcos temporales. Aplica tanto para los traders de un día como para los inversores con horizontes de 20 años o más.

Por muy extraña que parezca, los mercados no son un reflejo literal de la economía. Lo que normalmente llamamos la “economía” es el mundo vista a través de distintos indicadores y reportes. Estos datos, por lo general, miran al pasado para entender el presente. Lo que normalmente llamamos los “mercados financieros” es el futuro visto a través de los sentimientos y las expectativas de los inversores durante el presente. Las disonancias ocurren cuando se piensa que el futuro es muy distinto al presente. O sea, es posible ser pesimista en torno al presente y, al mismo tiempo, ser optimista en torno al futuro. Eso fue lo que ocurrió durante la pandemia. La economía real estaba mal. Pero los mercados estaban experimentando un boom.

Ahora estamos experimentando el proceso inverso a lo vivido durante el 2020. La economía real, ahora, no está del todo mal. Sin embargo, los pronósticos no son muy alentadores. Por ende, los mercados financieros se encuentran en su fase pesimista. ¿Cómo será el 2023? ¿Mejor o peor que el 2022? Con este pronóstico en mente, los inversores están tomando decisiones hoy. 

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

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