La historia financiera está llena de episodios de exuberancia irracional y colapsos dramáticos. De todos ellos, quizás ninguno es tan frecuentemente citado, a menudo con una connotación despectiva, como la fiebre de los tulipanes holandeses del siglo XVII. Para los críticos de Bitcoin, esta analogía es la herramienta predilecta para describir un activo que, supuestamente, carece de valor intrínseco y cuyo precio es impulsado únicamente por la especulación colectiva, condenado a descender hasta la irrelevancia. 

Sin embargo, para realizar un análisis objetivo sobre la validez de esta comparación, es fundamental trascender la interpretación extrema y simplista y examinar las diferencias estructurales y las similitudes superficiales entre ambos fenómenos.

Es normal que cualquier clase de activo experimente ciclos de sobrevaloración e infravaloración. La propia naturaleza de los mercados de libre comercio implica que las expectativas de los inversores, influenciadas por el miedo y la codicia, a menudo superen la realidad económica fundamental en un momento dado. Además, no es inusual que existan activos sumamente volátiles y especulativos, especialmente en las etapas iniciales de desarrollo o adopción. Por lo tanto, el hecho de que Bitcoin haya tenido períodos de crecimiento vertiginoso seguidos de correcciones bruscas no es, por sí solo, prueba de que sea idéntico a una burbuja histórica condenada a desaparecer.

La principal similitud entre Bitcoin y la fiebre de los tulipanes reside en la psicología del mercado. En ambos casos, el motor de la apreciación del precio fue la creencia generalizada, rayana en la certeza, de que el valor seguiría subiendo indefinidamente. En la Holanda del siglo XVII, la posesión de bulbos de tulipán, especialmente las variedades raras, se convirtió en un símbolo de estatus y riqueza, impulsando la demanda mucho más allá de su valor ornamental o de costo de producción.

Donde la analogía comienza a romperse es en la estructura fundamental del activo y su utilidad.

Primero, la escasez. Si bien algunos bulbos de tulipán eran raros debido a virus o mutaciones, la producción de tulipanes es, a fin de cuentas, un proceso orgánico que puede replicarse. Cuando los precios colapsaron, la oferta de bulbos siguió siendo abundante. Bitcoin, en contraste, tiene una escasez programada y verificable codificada en su protocolo. La cantidad máxima que existirá está fijada desde el principio, y el ritmo de su emisión disminuye con el tiempo. Esta escasez artificial crea una propuesta de valor diferente a la de un bien perecedero o replicable.

Segundo, la utilidad. Los tulipanes son un bien de consumo estético. Una vez que la moda o el simbolismo social desaparecen, su valor intrínseco se reduce a ser una flor. Bitcoin, aunque su valor de precio es debatible, ofrece una función tecnológica y social. Es una red de transferencia de valor global, descentralizada y sin permisos. Es utilizado como potencial activo de reserva, como medio de pago en ciertas jurisdicciones y como una herramienta para eludir el control de capitales en regiones inestables. Esta funcionalidad tecnológica proporciona una base de demanda que va más allá de la moda o la mera especulación.

La analogía del tulipán se utiliza a menudo para referirse a un activo que "se convierte en nada". Sin embargo, Bitcoin ha demostrado ser un activo que no va a morir fácilmente. Ya no estamos en los días iniciales donde el activo era puramente experimental. La creciente participación de instituciones financieras de renombre mundial, la creación de productos de inversión regulados y la adopción por parte de naciones soberanas señalan un compromiso estructural que no se vio en la fiebre holandesa.

Es cierto que Bitcoin tiene sus ciclos de euforia y pánico, y que su precio a menudo se desvía dramáticamente de cualquier estimación de valor razonable. Pero esta característica es compartida con muchos activos en la fase temprana de adopción masiva. La historia bursátil, desde las acciones de ferrocarriles hasta las empresas de tecnología de internet, ha visto burbujas impulsadas por la especulación que, al estallar, dejaron atrás empresas o tecnologías con valor duradero. La diferencia clave es que, después del colapso de la burbuja, los ferrocarriles y el internet siguieron siendo utilizados. De manera similar, la red de Bitcoin sigue procesando transacciones y asegurando el valor.

El riesgo real para Bitcoin no es que se convierta en un tulipán, sino la incertidumbre regulatoria. Los tulipanes colapsaron por la simple saturación de la oferta y la retirada de la confianza especulativa. Bitcoin, por ser un activo digital global y desregulado, enfrenta el desafío de ser potencialmente estrangulado o limitado por la intervención de grandes gobiernos preocupados por el control monetario o la evasión de capitales. Este tipo de riesgo externo, político o regulatorio, es mucho más complejo y potencialmente dañino que la simple dinámica interna de una burbuja.

La analogía del tulipán, aunque exagerada, sirve para recordar el peligro de la codicia desenfrenada. No obstante, al debatir su validez, se suele pasar por alto el hecho de que la comparación, en el fondo, podría ser un factor de estabilidad para el propio Bitcoin.

El pensamiento predominante es que la analogía del tulipán es destructiva porque asusta a los inversores. Sin embargo, se podría argumentar que el uso constante de esta comparación, especialmente por parte de los medios de comunicación y los críticos, actúa como un mecanismo de purga continua en el mercado. Cada vez que el precio de Bitcoin sube demasiado rápido, la inevitable comparación con los tulipanes reaparece, sirviendo como una advertencia social y mediática que modera la exuberancia.

Esta advertencia constante evita que el mercado caiga en un estado de euforia totalmente ciega y, por lo tanto, reduce la probabilidad de que se forme una burbuja con las características de locura extrema e inercia incontrolable. La sombra del tulipán mantiene un nivel de escepticismo saludable que obliga a los inversores a ser más cautelosos, limitando el apalancamiento excesivo y los precios irracionales. La constante presencia del fantasma de la burbuja, paradójicamente, ayuda a que las correcciones sean dolorosas pero no fatales, forzando al ecosistema a construir una base de valor más sólida, basada en la utilidad y la adopción real, en lugar de la especulación desenfrenada.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.