No todos los grupos cuentan con representación política. El sistema democrático es sumamente imperfecto en este sentido. En la mayoría de los casos, el ciudadano se ve obligado a escoger el menor de los dos males, porque nadie defiende sus intereses particulares. Entonces, se busca una aproximación. En las elecciones, lo que obtenemos en realidad es la victoria de la coalición más grande de minorías. Esta crisis de representatividad es en gran parte la responsable de nuestro descontento político. La antipolítica es, en el fondo, un sentimiento de desarticulación por parte del individuo alienado. La comunidad cripto se integra con muchos de estos no-representados. Pero no somos una fuerza política, porque no estamos muy organizados. Nos hace falta organización y visibilidad. Somos demasiado anarquistas y distintos para poder crear un bloque unitario. ¿Es tiempo de cambiar? 

Obvio que esta comunidad necesita un mejor lobby. Tenemos un grave problema de Relaciones Públicas. Para convertirnos en una fuerza política necesitamos una agenda común. Las redes sociales son prueba viviente de nuestra fragmentación como cuerpo social y político. Cualquier cosa que uno escriba, siempre surge un miembro de la comunidad refutando esa idea violentamente. No me refiero al sano debate que debe existir en todo grupo. Me refiero a una oposición cargada de agresividad. “No sabes nada”. “No entiendes nada”. “Eres un idiota”. Ni siquiera nos podemos poner de acuerdo en una definición común para Bitcoin. La fundación Bitcoin no representa a nadie. Y la desconfianza en el otro es muy elevada. 

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La cultura estadounidense es esencialmente individualista. El individuo es más importante que el grupo. Eso entra en conflicto con las culturas latinas, asiáticas y europeas del Sur. Si nos vamos a la historia, los orígenes de este individualismo se podrían atribuir a la reforma protestante. El capitalismo, el pensamiento independiente, y la democracia liberal están muy unidos al mundo anglosajón. Claro que también debemos incluir a todo el Norte europeo. Pero se podría decir que el mundo moderno le debe mucho a la Inglaterra protestante. Los colonos ingleses en el Nuevo Continente construyeron un país sobre los valores de un individualismo fuera de lo común. De lo individualista, lo más individualista. Entonces, tenemos a la democracia jeffersoniana que coloca al granjero autosuficiente como su gran héroe. 

En las zonas rurales de Estados Unidos, aún se respira mucho de este espíritu de autonomía extrema heredada de los pioneros. La relación con Dios es personal. Mi propiedad es mi reino. Mi defensa son mis armas. Y mi dinero se encuentra seguro solo en mis manos. No necesito a nadie. No depende de nadie. Y todo límite a mi libertad personal es opresión. ¿Por qué pagar impuestos? ¿Por qué cumplir las leyes de una institución creada por los hombres? Solo existe Dios, mi propiedad, mi trabajo y mi familia. Se trata de un pensamiento que deposita toda la confianza en el individuo y desconfía de todo lo demás.

El antiestatismo y el conservadurismo económico es una tradición de larga data en los Estados Unidos. En muchos sentidos, ha perdido representación con el sistema bipartidista. Con el tiempo, los partidos se concentraron en el centro político. La batalla comenzó a girar en el campo social en el eterno debate entre los religiosos y los justicieros de lo social. Pero en todo lo demás, ambos partidos se parecen mucho. En el trayecto, muchos de los valores jeffersonianos quedaron sin representación. 

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Los libertarios son demasiado liberales en social para simpatizar demasiado con los Republicanos, pero demasiado individualistas y antiestatistas como para simpatizar demasiado con los Demócratas. ¿Dónde están los libertarios? Curiosamente, tienden a concretarse bastante en dos lugares: En Silicon Valley y en Wall Street. El libertario tiende a ser educado y capaz. Jóvenes profesionales y capitalistas. Debido a sus tendencias individualistas, no son muy dados a organizarse de manera formal. Eso implica que es un movimiento disperso y poco coherente. En cuanto al voto, algunos votan por los republicanos. Otros por los demócratas. Otros por los libertarios. Y otros voten por el candidato y no por el partido. 

Ahora bien, Bitcoin nace en Los Estados Unidos bajo la influencia de los cypherpunks (libertarios con una computadora). La comunidad cripto ha tenido sus representantes en el pasado. Pero me temo que hemos sufrido de una riqueza excesiva de excéntricos. Roger Ver, John McAfee, Max Keiser, Andreas Antonopoulos, etc. Para esas personas el encuentro con Bitcoin significó una especie de experiencia mística-religiosa y comenzaron su misión de evangelización a modo individual. Adoptaron la vieja narrativa libertaria y añadieron un fuerte optimismo tecnológico debido al código digital. Gracias a las redes sociales, se forma una tribu posmoderna de jóvenes conversos. Lo que se podría llamar la iglesia primitiva. Un grupo de anarquistas, programadores, y libertarios reanimados en furia debido al manejo de la crisis del 2008. 

En los últimos años, se han sumado especuladores, inversores minoristas, compañías cripto, capitalistas de riesgo, oficinas familiares, compañías del S&P 500 y el capital institucional. Este último grupo forma un lote mucho más pragmático que los criptoentusiastas de la vieja guardia. Aquí priva mucho más el interés financiero que el ideológico. Esta gran diversidad dificulta mucho la creación de un polo político cohesionado. Sin embargo, la unión de un grupo altamente diverso es posible en la presencia de un enemigo común. En este caso, la posibilidad de una mala regulación puede unirnos. 

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La pretensión de imponer impuestos a las criptomonedas en el contexto de la ley de infraestructura de Biden creó una coalición informal de nuevos representantes de la comunidad cripto: Ashton Kutcher, Elon Musk, Jack Dorsey, Cathie Wood, Mike Novogratz, Michael Saylor. Lo que tenemos es una coalición cargada de pragmatismo y credibilidad proveniente de Silicon Valley, Wall Street y Hollywood. Por supuesto que en lo personal tengo mis reservas con algunos de estos individuos. Pero hay que reconocer que hoy tenemos una mejor representación. Sin lugar a dudas, este nuevo criptorepresentante puede hacer un mejor lobby para nosotros que un Roger Ver o un Max Keiser.

El youtuber o tuitero promoviendo ideas radicales para ganar más seguidores o venderte un curso no es una solución. El radicalismo vende, pero el fondo es una fantasía. Tarde o temprano, el radicalismo es contraproducente. No funciona. Ofrece un gran show. Pero no es sostenible. Es muy difícil que un movimiento tan diverso, global y anárquico como la comunidad cripto adquiera una verdadera fuerza política. Sin embargo, es perfectamente posible obtener cierta influencia con una mejor representación. De hecho, es sumamente importante que la comunidad tenga una voz en su propia regulación. Nos guste o no, eso requiere de cierta organización. Alguna figura que haga lobby por nosotros. No podemos caer en el error de confundir la libertad por el caos. Ciertamente, es posible trabajar juntos y, al mismo tiempo, ser libres.