América Latina es una región con un gran potencial de crecimiento, pero también con importantes desafíos que deben ser superados para lograr un desarrollo sostenible e inclusivo. Los inversores que quieran aprovechar las oportunidades que ofrecen los mercados emergentes como Bitcoin y las criptomonedas deben estar preparados para enfrentar una serie de dificultades. Es decir, no es fácil. ¿Cómo podremos sobrevivir al intento?
Uno de los principales retos que enfrenta el inversor latinoamericano es la volatilidad económica de la región, que se refleja en frecuentes cambios en las políticas gubernamentales, los tipos de cambio y la inflación. Estos factores generan un clima de incertidumbre que dificulta la planificación y la ejecución de proyectos. Además, la volatilidad económica puede afectar negativamente el valor de las inversiones y el poder adquisitivo de los ahorros. Este es un problema que requiere solución.
Para enfrentar este reto, el inversor latinoamericano (promedio) suele buscar estabilidad y diversificación en el dólar y en el extranjero. Así, se protege de las fluctuaciones de su moneda local y de los riesgos políticos y regulatorios de su país. Sin embargo, esta estrategia también tiene sus inconvenientes, como el costo de las comisiones, las restricciones cambiarias y la falta de acceso a servicios financieros de calidad.
Algunas personas tienen el talento de ganar dinero. Pero cuando lo consiguen, no saben cómo mantenerlo y multiplicarlo. Es decir, son buenos empresarios, pero malos inversores. Les falta experiencia o conocimiento para hacer crecer su capital. No todos somos buenos en todo. Y es de sabios reconocerlo.
Ahora bien, Latinoamérica es una de las regiones más desiguales y pobres del mundo. El entorno no es fácil para las personas que quieren crecer financieramente. Los pobres son muy pobres, y su lucha es sobrevivir. Por otro lado, los ricos son muy ricos. No hay un punto medio. La clase media existe, pero, por lo general, le cuesta mucho trabajo acumular capital para invertir.
Para invertir se requiere capital. Los pobres no lo tienen. La clase media no lo tiene. Los ricos tienen el capital, pero no lo quieren perder asumiendo riesgos innecesarios. Ya vivir y trabajar en la región acarrea suficientes riesgos. En la mayoría de los casos, el empresario latinoamericano opera apoyándose mucho en las relaciones personales, con otros empresarios y con el gobierno. De hecho, el empresario con recursos y relaciones tiene una gran ventaja en Latinoamérica, porque las oportunidades y los márgenes de ganancia suelen ser mucho más altos que en países como Estados Unidos, España, Alemania o Reino Unido.
La eficiencia es clave en los países desarrollados, donde hay mucha regulación, competencia y márgenes reducidos. En cambio, en Latinoamérica hay más facilidades para los que tienen capital. Por eso, este empresario que ha sabido aprovechar su país es exitoso en su región, pero no tiene garantizado el éxito en el ámbito internacional.
En este contexto, el latinoamericano se vuelve muy conservador. No le gustan los riesgos, y se aferra a lo que conoce: los depósitos bancarios y los ladrillos. Pero, al mismo tiempo, es cortoplacista. Irónicamente, quiere ganar dinero rápido, y se deja llevar por sus emociones. Otras veces, se emociona y compra más de lo que puede. No tiene mucha idea de finanzas, y se fía de lo que le dicen sus amigos o familiares. Evita los impuestos, las regulaciones y los controles. Es más empírico que teórico.
El inversor latinoamericano no es “sofisticado” en el sentido que un inversor en Nueva York o Londres sí lo es. Tiende a ser mucho más intuitivo e impulsivo. Porque se mueve en entornos más informales, donde las cosas dependen más de las amistades y viveza local. Cuando sale de sus países de origen, prefiere inversiones tradicionales como dólares y bienes raíces, porque no tiene el conocimiento ni la experiencia para invertir en activos más riesgosos y complejos. No todos son así. Pero se podría decir que la mayoría es así. Esto implica, sobre todo, para las generaciones más viejas.
Los jóvenes están cambiando eso. Ellos son más curiosos, abiertos y educados. Están más conectados con el mundo y con las nuevas tecnologías. Están más dispuestos a aprender y a experimentar. Están más conscientes de las últimas tendencias. Están más interesados en las criptomonedas, porque ven en ellas una oportunidad de democratizar el acceso al dinero, de proteger su patrimonio, de diversificar sus inversiones y de participar en una economía global e innovadora. Su ambición juvenil por triunfar los lleva a tomar más riesgos.
El problema con la juventud latinoamericana es que no tienen tantas posibilidades como sus padres. El sistema financiero tradicional les pone muchas barreras y limitaciones. Los bancos les cobran altas comisiones, les exigen requisitos difíciles de cumplir, les ofrecen productos poco atractivos y les niegan el crédito. Los gobiernos les imponen controles cambiarios, les restringen la libertad financiera y les dificultan el emprendimiento. Los mercados presentan escenarios volátiles, inciertos y competitivos.
¿La moraleja? Hay que educarse. Hay que informarse, capacitarse y actualizarse. Hay que buscar fuentes confiables, contrastar opiniones y analizar datos. Hay que desarrollar el pensamiento crítico y objetivo. Hay que tener una visión global y estratégica. Hay que ser prudentes, responsables y diversificados. Hay que buscar una mayor sofisticación como inversor. Dejar lo ingenio.
El mercado de las criptomonedas ofrece muchas oportunidades, pero también presenta muchos riesgos. Esto implica que se puede perder mucho dinero si no se sabe lo que se está haciendo. Un supuesto experto puede aconsejar mal a una persona que compra con mucha ilusión, y luego el precio cae en picado cuando ya ha invertido sus ahorros. La educación es el remedio contra estas torpezas.
Las criptomonedas son una herramienta poderosa. Pero no son una varita mágica. No son una solución mágica a todos los problemas. No son una garantía de éxito. Son una oportunidad, pero también un desafío. Requieren de conocimiento, de experiencia, de disciplina, de paciencia, de pasión.
Sobre los riesgos, no hay que irse a los extremos. No hay que escapar de los riesgos, pero tampoco hay que enfrentarlos sin estar listos. La educación es la clave.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.

