Escuchar al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), hablar de economía no es una tarea para cualquiera. Su ignorancia sobre la materia es simplemente abismal. No se trata de que defiende una política económica radical o una escuela de pensamiento heterodoxa. Es simple y vulgar ignorancia. El sujeto es un dinosaurio. 

Se jacta de no haber tenido nunca una cuenta bancaria ni una tarjeta de crédito. Nunca trabajó en el sector privado. Y su esposa le administra su sueldo. Tardó 14 años en graduarse en ciencias políticas y ha sido un funcionario público desde su graduación. No solo es un ignorante, con mucho orgullo, en economía. También ejerce. La economía mexicana se ha desplomado con la crisis del coronavirus y la reacción del Gobierno ha sido espectacularmente inadecuada. He ahí los datos como evidencia. ¿Podrá la “economía moral” de AMLO funcionar? ¿Fintech tiene el apoyo que requiere para prosperar?

Este artículo no es político. Hablaremos simplemente de una política económica y sus posibles consecuencias. Hablemos del presente y del posible futuro basándonos concretamente en las medidas implementadas y la narrativa económica usada. El concepto central es la confianza. El México de hoy da miedo. Para ser más específico, podríamos decir que da miedo invertir en México, porque las condiciones no están dadas para el crecimiento empresarial. Al ser los empresarios los villanos de la película, el inversor podría perder la fe en el futuro. 

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La economía mexicana gira en torno a 4 sectores principales: Petróleo, Manufactura, Turismo y Remesas. De plano, podemos concluir dos cosas. México depende del precio del petróleo y de su relación comercial con los Estados Unidos. Entonces, no es una sorpresa la dramática caída de la economía mexicana. Con los precios del petróleo por el piso, el turismo paralizado, las remesas reducidas y el comercio interrumpido, el coronavirus fue una bomba nuclear para México. 

La dependencia es un mal muy latinoamericano. Los países latinoamericanos dependen de la colocación de materias primas en el mercado internacional. La cuestión con las mercancías (commodities) es que son fungibles. Entonces, la producción en cualquier parte del mundo afecta el precio. Por ejemplo, si Rusia y Arabia Saudita deciden aumentar sus cuotas de producción, el precio del petróleo mexicano baja y se convierte en una víctima de la sobreproducción mundial. Apple, por ejemplo, no tiene ese problema. Si una compañía china aumenta su producción de teléfonos inteligentes, las ventas del iPhone no se ven automáticamente perjudicadas. Un producto diferenciado y sofisticado ofrece más ventajas que una materia prima. 

En Latinoamérica, necesitamos inversión, talento e innovación. Los inversores necesitan confianza y eso se logra de varias maneras. En realidad, no es física cuántica. Se trata de sentido común. Las inversiones requieren garantías. Es decir, el menor grado de incertidumbre posible. Toda inversión es una apuesta al futuro. Entonces, los inversores necesitan una narrativa clara, una visión de progreso y un marco jurídico serio. El inversor que siente que el Gobierno está ahí para apoyarlo, invierte. 

Luego, para hablar del talento y la innovación, debemos hablar de la educación. Y no me refiero a estar 14 años siendo dirigente estudiantil en una universidad nacional. Estamos hablando del presupuesto. O sea, las asignaciones a la educación y a la investigación. Me refiero a incentivar startups. Trabajar de la mano con compañías tecnológicas. Promover becas en el extranjero e intercambios académicos. Conceder incentivos fiscales para las grandes compañías tecnológicas. México, por ejemplo, tiene la ley FinTech. Además, cuenta con un vibrante y creciente sector Fintech. ¿Tiene apoyo gubernamental?  

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Ahora bien, ¿en qué consiste la “economía moral” de AMLO? Exploremos un poco esta narrativa espanta capitales. Aquí estamos ante la típica narrativa de la víctima. Es decir, todo es culpa de los demás. El Imperio, los gobiernos anteriores, los “Neo Liberales”, y la oposición. El principal problema con la narrativa de la víctima es que divide al país. Los malos y los buenos. Eso radicaliza y polariza a la sociedad. La cultura del reproche genera una crisis de gobernabilidad permanente, porque se deja de reconocer al otro. Todo se vuelve ideología. La misión ya no es construir juntos un país sino destruir al adversario. La economía requiere mucha colaboración y entendimiento. Y la política de los populistas fractura la sociedad porque pone a pelear a todos entre sí. 

La economía moral de AMLO promueve un culto romántico a la austeridad, un analfabetismo económico, un desprecio al sector privado, indiferencia a la educación y asistencias directas a los más pobres. Durante esta crisis, López Obrador, el hombre que no tiene dinero en los bancos, se ha negado a dar préstamos a las grandes empresas, no han bajado las tasas de interés, y no se ha incrementado el déficit para combatir la crisis. Es la idealización de la pasividad. Rico en palabras, pobre en acciones. Lo único que se ha hecho realmente es otorgar microcréditos y subsidios directos en efectivo a los pobres. Esta postura ultraconservadora/populista mantendrá al mexicano en una crisis por mucho tiempo. 

Mientras los países del Golfo Pérsico están utilizando los recursos provenientes del petróleo para diversificar sus economías y los principales países del mundo están entrando en una carrera tecnológica, la “economía social hecha en México” ve a la Estatal Petrolera Pemex como su futuro. Solo se requieren 10 minutos escuchando a López Obrador para saber que ciertamente está administrado la economía mexicana como si se tratara de una pequeña tienda de pueblo. 

La falta de inversión y la fuga de capitales podrían intensificarse en el futuro cercano debido a la desconfianza que AMLO inspira. En reiteradas ocasiones, López ha manifestado su intención de fortalecer al peso mexicano con recortes fiscales y disminución de la deuda. Eso suena muy bonito en teoría. Pero no estamos hablando de un hogar o una tienda de pueblo. Se trata de un país. Cualquier estudiante de economía del primer año sabría que estas medidas, en el contexto económico y geopolítico mundial actual, profundizarán la crisis. 

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No hay que ser un genio para saber que México necesita un paquete de medidas para apoyar al sector privado. Una agresiva política fiscal, un generoso fondo de emergencia, programas sociales más completos, etc. Se debe trabajar junto a la iniciativa privada para enfrentar la crisis. El enfrentamiento permanente Gobierno/empresario no trae nada bueno. 

Los capitales ya están huyendo de México debido a los temores que despierta tener a alguien como AMLO al timón del barco. En cualquier momento, se desata una estampida. Y no me sorprendería para nada la implementación de estrictos controles cambiarios para detener la fuga de capitales. Con AMLO todo es posible. Si el dinero comienza a salir de México como río crecido y el Gobierno trata de impedirlo a la fuerza, el volumen de transacciones de Bitcoin se disiparía. En este caso, México se ubicaría por encima de Venezuela, Argentina y Colombia

Claro que no todo es malo. La empresa privada en México está trabajando duro. Hay mucho talento y mucha innovación. La crisis ha golpeado a México muy fuerte. Pero México es un gran país y podrían superarla, si trabajan juntos. Trabajando duro las crisis son menos fuertes. ¡Arriba México! ¡Fuerza y fe que sí se puede!