Escribir para la prensa en esta época no es una tarea sencilla. Si escribes un artículo crítico, te acusan de esparcir FUD. Y si escribes un artículo positivo, te acusan de promover el FOMO. No es raro que la persona ya tenga sus opiniones bien formadas y solo lea las noticias en busca de confirmación. Eso implica que todo lo que no sea una confirmación se rechaza automáticamente. En muchos casos, los analistas juegan el papel de cajas de resonancia para públicos con ideas preconcebidas. En periodos de codicia, todo es optimismo. En períodos de pánico, todo es catástrofe. Las vistas y los me gusta se obtienen dándole al público lo que quiere. ¿Y la objetividad? Adios y gracias. 

En este mundo posmoderno, la popularidad es más importante que la objetividad. La gente desconfía de CNN o la BBC. Pero, curiosamente, confía ciegamente en una fuente anónima en Twitter. Forma sus opiniones de Youtube. Cree en los rumores. Escucha las teorías de conspiración. Pero desestima todas las fuentes oficiales y formales. Al parecer, un par de documentales es suficiente para comprender cualquier cosa. Entonces, las redes sociales están repletas de expertos. 

Hablemos de las predicciones del precio de Bitcoin. Hace unos meses, todo era optimismo. Y la codicia estaba por las nubes. Naturalmente, la mayoría de las predicciones hablaban de, por lo menos, USD 100K para fin de año. En primer lugar, todo este positivismo era un reflejo directo del ambiente que se respiraba. Es decir, las predicciones hablan más del presente que del futuro. Si leemos en todos partes que el precio se dirige hacia determinado objetivo, eso no necesariamente significa que el precio en efecto se dirigirá a ese objetivo. Lo que en realidad significa es que hay mucha codicia (o miedo) en el ambiente. Lamentablemente, el consenso entre los analistas no siempre significa los resultados esperados. En la mayoría de los casos, es señal de sobrecompra (o sobreventa). O sea, la tendencia está próxima a cambiar. 

Obvio que resulta sumamente paradójico. Todos dicen que el precio va a subir. Y, de pronto, el precio se va en picada. ¿Cómo se explica esto? Bueno, los mercados son sumamente emotivos. Y, para un analista, la tendencia de decir lo que la gente quiere escuchar es simplemente demasiado. Subirse a la ola te da visitas, seguidores y me gustas. Decir lo que la gente no quiere escuchar genera un profundo rechazo. Por otro lado, digamos que eres el CEO de un exchange o el administrador de un fondo de criptomonedas. Claro que no es conveniente para el negocio hablar de un venidero ciclo bajista. Si la idea es captar clientes, lo mejor es mantener el entusiasmo. 

En muchos casos, las predicciones son campañas de promoción. Se presenta un objetivo para elevar los ánimos. Con la esperanza de que esa predicción se convierta en una profecía autocumplida. Sin embargo, cuando la predicción sale de una figura tan carismática como Elon Musk o una firma como PlanB, muchos minoristas sí piensan que existe una bola de cristal en algún rincón del planeta. Y estos elegidos tienen acceso a ella. 

Por supuesto que no todas las predicciones son mentiras piadosas. Muchos analistas sí realizan predicciones serias con el apoyo de proyecciones estadísticas. O sea, el estudio de las probabilidades. Por lo general, se toman una serie de indicadores. Y se identifican patrones de la línea histórica. Con estos patrones, se pueden hacer proyecciones del futuro. ¿Cuál es el problema aquí? Bueno, el futuro no siempre es como el pasado. Y los indicadores tomados en consideración no siempre son los únicos indicadores de la ecuación. 

Los grandes enemigos de las predicciones son los eventos excepcionales y la complejidad del sistema. La excepción contradice la probabilidad. Y la complejidad hace que los indicadores emitan señales falsas. Hablemos por unos instantes sobre el modelo Stock/Flow. Ese modelo se apoya en el suministro y el flujo de Bitcoin. Gira en torno a la escasez como fuente principal de valor. En teoría, todo es muy claro y sencillo. De hecho, me atrevo a decir que su popularidad nace de esa sencillez. Pero falla bastante debido a que no toma en cuenta la demanda. Ignora por completo las realidades macroeconómicas y monetarias. Una pandemia, una política monetaria excepcional, y una macroeconomía cambiante y sumamente compleja desafían los viejos patrones. Sin embargo, muchos todavía insisten en usar las gráficas del 2016-2017 para predecir el futuro. 

Ahora bien, en el mundo de las inversiones, no es muy buena idea estar con el consenso. Pensar como los demás normalmente significa, tarde o temprano, perder dinero. En este sentido, hay que tener mucho cuidado con las opiniones colectivas. “Los mercados alcistas nacen del pesimismo, crecen en el escepticismo, maduran en el optimismo y mueren en la euforia”. Esto quiere decir que la masa por lo general es torpe. Por ende, lo mejor es moverse en sentido contrario. Por ejemplo. Hay que vender a los optimistas y comprar a los pesimistas. 

La euforia colectiva suele ser señal de sobrecompra. Todas las predicciones son optimistas porque eso es lo que el mercado quiere escuchar. Si un analista se atreve a sugerir la posibilidad de un colapso del precio, por lo general, es duramente troleado por medio internet. La masa eufórica es ciega. No obstante, una masa eufórica ya compró. Todos están todos hasta el cuello. Y el que iba a comprar ya lo hizo. De pronto, alguien decide vender. Pero el dinero para comprar se acabó. Ahí comienza la caída. Y, con la caída, viene el pánico. Pese a las predicciones optimistas por parte de los analistas, el precio se desploma. Y la confusión y desconcierto invaden el mercado. 

Por último, la ideología es en gran parte responsable por los malos análisis. Los libertarios representan a Bitcoin como una moneda dura (escasa, segura, y no confiscable). Eso la convierte en un “refugio seguro” en tiempos de crisis. Una cobertura ante la inflación. Sin embargo, eso es más aspiración ideológica que realidad. La mayoría de los inversores ven a Bitcoin como un activo especulativo sumamente volátil. Muy rentable, pero sumamente inestable. Eso implica que sube como la espuma durante una política monetaria laxa. Pero puede colapsar en un entorno conservador. Es decir, un cambio sorpresa en la política monetaria tendrá un gran efecto en el futuro del precio. Ciertamente, podría significar un cambio de tendencia. En este caso, la macroeconomía y la percepción de los inversores tienen más peso que la ideología. 

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