La irrupción de las criptomonedas y la tecnología blockchain ha puesto de manifiesto la necesidad de que los reguladores financieros de todo el mundo se adapten a un paisaje en constante evolución. En España, el Banco de España, como autoridad supervisora, no es ajeno a este desafío. 

La pregunta clave es cómo aborda las complejidades de los activos digitales, y una de las vías que se explora es la adaptación de marcos regulatorios preexistentes. Entre ellos, la Directiva de Servicios de Pago Revisada (PSD2) emerge como una herramienta potencial, generando un debate sobre si su uso fomenta la innovación o, por el contrario, impone un control excesivo.

La PSD2, implementada en Europa, tiene como objetivo principal modernizar los servicios de pago, fomentar la competencia y mejorar la seguridad de las transacciones electrónicas. Al hacerlo, obliga a los bancos a abrir sus datos de cuentas a terceros proveedores de servicios de pago (TPP) autorizados, siempre con el consentimiento del usuario. Esto ha permitido el surgimiento de nuevas empresas y modelos de negocio en el sector financiero, desde aplicaciones de agregación de cuentas hasta servicios de iniciación de pagos. 

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La esencia de la PSD2 reside en la idea de la "banca abierta", donde la información financiera fluye de manera más libre y segura, empoderando al consumidor y estimulando la competencia.

Cuando se analiza la relación entre la PSD2 y las criptomonedas, es importante entender que la directiva no fue diseñada específicamente para regular los activos digitales. Sin embargo, su marco de "servicios de pago" y "dinero electrónico" ofrece ciertos puntos de conexión que el Banco de España y otros reguladores podrían utilizar. 

Por ejemplo, algunas operaciones con criptomonedas, como la compraventa a través de un exchange que opere con moneda fiduciaria, o el uso de tarjetas cripto que convierten activos digitales en moneda tradicional para realizar pagos, podrían interpretarse como servicios de pago o de dinero electrónico, lo que los haría caer bajo el paraguas de la PSD2 o normativas similares.

El Banco de España, en su rol de supervisor, ha expresado una postura de cautela ante la rápida evolución del sector cripto. Su principal preocupación se centra en la protección de los consumidores e inversores, la estabilidad financiera y la prevención del lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo. Ante la ausencia de una legislación específica y exhaustiva para las criptomonedas en España, la adaptación de marcos existentes como la PSD2 se presenta como una vía para cubrir ciertos vacíos regulatorios y asegurar que las actividades relacionadas con criptoactivos no operen en un "limbo legal".

Para el Banco de España, aplicar principios de la PSD2 a ciertos proveedores de servicios de criptoactivos podría significar exigirles cumplir con requisitos de autorización, capital mínimo, gobernanza y seguridad de la información similares a los que se piden a los proveedores de servicios de pago tradicionales. Esto se traduce en una mayor supervisión sobre cómo estas empresas gestionan los fondos de los clientes, cómo protegen sus datos y cómo previenen actividades ilícitas. Desde la perspectiva del regulador, esta adaptación busca mitigar riesgos y nivelar el campo de juego entre los actores financieros tradicionales y los nuevos entrantes en el espacio cripto.

Sin embargo, esta aproximación no está exenta de críticas y desafíos. Los partidarios de la innovación argumentan que intentar "encajar" las criptomonedas en marcos regulatorios preexistentes, como la PSD2, que fueron concebidos para un sistema financiero diferente, podría sofocar el verdadero potencial disruptivo de la tecnología. Las criptomonedas, por su naturaleza descentralizada y su capacidad de eludir intermediarios tradicionales, no siempre encajan bien en las definiciones de "servicios de pago" o "dinero electrónico" de la PSD2. Forzar esta adaptación podría imponer cargas regulatorias desproporcionadas a las empresas cripto, obstaculizando su crecimiento y la aparición de nuevos modelos de negocio.

Además, el riesgo es que esta adaptación se convierta en un mero ejercicio de control, en lugar de fomentar una innovación saludable. Si el objetivo es simplemente someter a las empresas cripto a los mismos requisitos que los bancos, se podría desincentivar la experimentación y la creación de soluciones verdaderamente novedosas. La naturaleza de la innovación en el espacio cripto a menudo implica la ruptura con paradigmas financieros establecidos, y una regulación demasiado restrictiva, basada en moldes antiguos, podría impedir esta evolución.

La balanza entre innovación y control es delicada. Si bien es innegable la necesidad de proteger a los usuarios y mantener la estabilidad financiera, una regulación excesivamente restrictiva o mal adaptada podría llevar a que la innovación se desplace a jurisdicciones con marcos más flexibles. Esto no solo significaría una pérdida de oportunidades para España, sino también un mayor riesgo, ya que las actividades cripto operarían fuera del alcance de la supervisión local.

En definitiva, la postura del Banco de España, al considerar la PSD2 como una referencia para la regulación de ciertos aspectos de las criptomonedas, refleja una estrategia de prudencia. Busca ofrecer un mínimo de seguridad y control en un terreno novedoso y a menudo volátil. Sin embargo, este enfoque plantea la pregunta de si la adaptación de marcos preexistentes es la solución óptima o si, por el contrario, se necesita una legislación específica y con visión de futuro que aborde las particularidades inherentes a los activos digitales, sin sofocar su potencial.

Ahora bien, a pesar de las intenciones de control, la aplicación de principios de la PSD2 a las criptomonedas por parte del Banco de España podría, paradójicamente, acelerar la adopción institucional. Al obligar a los proveedores de servicios cripto a cumplir con estándares de seguridad, transparencia y cumplimiento similares a los de las finanzas tradicionales, el regulador, sin proponérselo directamente, estaría construyendo un puente de confianza. Los inversores institucionales, que operan bajo estrictas normas de diligencia debida, se sentirían más cómodos al saber que las empresas del sector cripto están sujetas a una supervisión reconocida. 

Esta "normalización" bajo el paraguas de una directiva establecida podría ser el catalizador que les faltaba a los grandes fondos para dar el salto, priorizando la seguridad y el cumplimiento sobre la pura novedad tecnológica. En este sentido, lo que parece un intento de control podría ser, en realidad, el camino hacia una mayor legitimación y, por ende, una mayor integración del ecosistema cripto en el sistema financiero convencional.

Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.