Los movimientos no siempre evolucionan según el plan. Todo cambia. La gente cambia, la esencia cambia y las prioridades cambian. El Bitcoin de hoy no es el mismo que el de hace 5 años atrás. En aquel entonces, la comunidad estaba más cargada de ideología. Se hablaba bastante de la descentralización, de los malvados bancos centrales, de los bancos usureros y del opresivo Gobierno. Se hablaba de una revolución libertaria en el contexto de una separación entre el Estado y el dinero. Bitcoin tenía una agenda política. La supremacía del individuo, la auto custodia, la belleza de no confiar en nadie, y la ausencia de intermediarios. ¿Qué pasó? 

Conocí Bitcoin en el 2015 y, para la época, se decía que comprar Bitcoin era un voto en contra del sistema. Es decir, se asumía que uno compraba Bitcoin, porque estaba cansado del dólar, la Reserva Federal y sus maneras. Claro que esas suposiciones no aplicaban en mi caso. Desde un principio, vi en Bitcoin una oportunidad de hacer dinero. Mi agenda no era política, sino financiera. Soy un inversor pragmático. Dólares, acciones, bonos, oro, bienes o coleccionables. Son buenos. Una buena inversión es una buena inversión. La idea es crecer (financieramente). Todo el descontento millennial en contra de todo es algo relativamente nuevo. En cierto modo, es una moda. La moda es quejarse e indignarse de todo. Lo mío es invertir. 

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Mi punto es que en el mundo fragmentado de hoy todas las tribus tienen sus propias narrativas. Y las narrativas cambian, cuando la tribu cambia su configuración demográfica. La comunidad Bitcoin de hace algunos años se componía de libertarios, anarquistas, cypherpunks y anarcocapitalistas. Estos son los bitcoiners de la vieja guardia que dominaron la narrativa por muchos años. En otras palabras, Bitcoin fue durante mucho tiempo un fenómeno meramente contracultural. Ese grupo antisistema tomó ideas de los escobajos del oro, economistas ultraconservadores y defensores de la privacidad para formar algo nuevo: El movimiento Bitcoin. 

Con el tiempo, sin embargo, se fueron incorporando otros actores. En la medida que Bitcoin iba adquiriendo liquidez y subiendo de precio, fue llamando la atención de especuladores, oportunistas e inversores de todo tipo. La narrativa seguía siendo la misma, pero la realidad comenzó a cambiar rápidamente. Aquí empezó a crecer la brecha entre lo que se decía y lo que se hacía. Se seguía hablando con palabras de los nobles principios de la utopía libertaria, pero con los hechos era la codicia especulativa lo realmente dominaba. Primero, llegaron los jugadores de póker, los apostadores y especuladores más atrevidos. Luego, llegaron los minoristas. Después, los daytraders, capitalistas de riesgos y algunas oficinas familiares. Finalmente, llegó el público en el año 2017. 

Durante los últimos años, se sumó el capital institucional. Fondos de cobertura, compañías del Fortune 500, bancos, y firmas financieras. O sea, en este punto, ya la vieja guardia es minoría. La narrativa primitiva aún se escucha, pero está perdiendo su vigencia. ¿Quiénes son PayPal, Tesla y MasterCard? ¿Anarquistas buscando abolir el sistema actual? ¿Qué quiere el BNY Mellon? ¿Acabar con los bancos? ¿Acaso las principales instituciones financieras del mundo aceptaron los argumentos de los cypherpunks y decidieron adoptar Bitcoin para fomentar el movimiento anarcocapitalista y la utopía libertaria en el mundo?

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Aquí viene un planteamiento alternativo: Los gigantes financieros están invadiendo Bitcoin, transformando su comunidad, cambiando su narrativa, realineando sus propósitos y marginado a los bitcoiners de la vieja guardia. Es decir, esta tribu no es la misma. Y ahora los jefes son otros. La gente es otra. El pensamiento es otro. Las intenciones son otras. Bitcoin es un activo especulativo en el contexto del auge fintech. Las Big Tech y los gigantes financieros están de lleno en el mundo de los servicios financieros en línea. 

¿Qué está pasando? Lo que ocurre es que la Reserva Federal ha inyectado cantidades históricas de liquidez al sistema para combatir los estragos generados por la crisis del coronavirus. Esa liquidez ha beneficiado principalmente a los mercados financieros. Es decir, el dinero impreso ha aumentado significativamente el precio de los activos, creando un boom financiero. Sobre todo, para el sector Big Tech. Todo lo digital creció durante la pandemia. Entonces, la digitalización de todo unida al boom financiero ha fomentado un auge fintech. Bitcoin es un elemento dentro de la revolución fintech. 

Todos los anuncios se ajustan a esto. PayPal adoptando Bitcoin. Tesla comprando Bitcoin. MasterCard aceptando Bitcoin. Los bancos ofreciendo servicios relacionados. Los fondos de cobertura invirtiendo. El público quiere comprar Bitcoin para mejorar el rendimiento de sus portafolios. Es decir, la narrativa de la vieja guardia se está agonizando. Los criptolibertarios ya son minoría. Su presencia en Twitter es altísima creando la ilusión de grandes números. Sin embargo, cada vez hay más escépticos de la vieja narrativa. No todos creen el patrón bitcoin, en el fin del dólar, la abolición de los bancos y la descentralización a ultranza. Los bitcoiners, por el momento, están haciendo mucho dinero con la llegada de las instituciones como para recordar con nostalgia los viejos valores. Los reproches vendrán en el próximo ciclo bajista. Para entonces, se hablará de cómo Bitcoin perdió su camino. Hoy, hay mucho dinero para lamentos. 

Claro que la rebeldía es muy atractiva. O sea, la rebeldía vende. Por esta razón, muchos criptoinfluencers han adoptado la narrativa libertaria de la vieja guardia a capa y espada. En Twitter, se dicen mil cosas. Muchos aún ven a Bitcoin como un culto. Y presentan a Satoshi como un santo. Claro que existe un elemento pseudoreligioso en todo esto. Hay buenos (bitcoiners) y malos (bancos y gobiernos). Paraíso perdido (patrón oro). Futuro glorioso (patrón Bitcoin). La soledad del hombre posmoderno se canaliza mediante el fanatismo tribal. Todavía hay muchos fanáticos defendiendo un dogma. Pero la realidad no se puede evadir por mucho tiempo. 

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Para un inversor es importante entender lo que realmente está pasando, porque el fanático es ciego. Es un caso perdido. Pero sí hay todavía muchos seres pensantes allá afuera. Hay dos Bitcoins. Un Bitcoin de fantasía. Y el Bitcoin real. El Bitcoin de fantasía es el utópico, el de la revolución contracultural. Aquí priva la ideología. El Bitcoin real, por otro lado, es el activo especulativo de los inversores que quieren mejorar sus portafolios. ¿Llegará a $100K? ¿Debo invertir en Bitcoin? ¿Qué tanto bajará? ¿Apalancamiento? ¿Es una burbuja? ¿Debo vender ahora? 

La tribu define a la tribu. Es decir, una tribu es su gente. ¿Cómo son los bitcoiners de hoy?  ¿Cómo son? ¿Por qué compran Bitcoin? ¿Cuál es la narrativa que más se ajusta a la realidad? ¿La utopía libertaria o el boom fintech? 

Este artículo no contiene consejos o recomendaciones de inversión. Todas las inversiones y operaciones implican un riesgo, y los lectores deben realizar su propia investigación a la hora de tomar una decisión.

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